"La carga emocial es extrema. Los profesionales hemos asumido desde el primer momento que el trabajo va a ser duro, pero hay muchísima tensión, sobre todo porque hay escasez de material y no sabes hasta qué punto estás realmente protegido. La gente está más cansada de cabeza que de otra cosa". Es Ana García Sánchez, una anestesista que, como les ha ocurrido a muchos otros especialistas del Complejo Asistencial de Zamora, está arrimando el hombro para ayudar con la carga de trabajo a las especialidades que en principio se hicieron cargo de la primera respuesta contra el coronavirus, caso del personal de Urgencias, la UCI, Neumología o Medicina Interna.

Y es que más que la carga de trabajo, que la da por descontada (se han establecido turnos de doce horas porque las 24 eran difíciles de llevar) lo que le preocupa es la carga emocional, por la falta de material de protección y cierta "desorganización, no a nivel del hospital, sino de los protocolos de actuación generales. Hay un protocolo contra una pandemia de gripe del año 2004, actualizado en 2005, que dice que las mascarillas quirúrgicas se utilizan para que el paciente no infecte a otros, no para el profesional. Pues bien, parece que no hemos aprendido nada".

En la UCI, donde se encuentran los pacientes más críticos, la auxiliar de enfermería Merces Barrios, sindicalista del SAE, asegura que sí han tenido en todo momento equipos de protección adecuados y las quejas que ha recibido por falta de personal se están mitigando. "Tratamos siempre con "bichos" muy peligrosos y hemos vivido épocas complicadas, como la de la gripe A, pero esto es mucho peor, por la cantidad de gente afectada y el manejo que necesitan estos pacientes. Sí tenemos equipos de protección, el problema es que a veces tienes que actuar ya". Insiste en que la protección es fundamental para evitar los contagios a los pacientes y a la propia familia: "Cuando llego a casa no toco ni el pomo de una puerta".

¿Se consideran héroes?. "Tengo 50 años, llevo tiempo trabajando en esto y seríamos héroes todo el año, porque todos los días se salvan vidas en la UCI. No me parece que eso sea de héroes, es nuestro trabajo diario", explica Mercedes. Eso sí, recuerda a sus compañeras que trabajan en las residencias de ancianos, porque "están bajó mínimos", sobre todo en equipos de protección.

Es lo que le cuentan sus compañeras, con las que tiene contacto debido a su labor sindical en SAE. "No se puede estar varios días con una misma mascarilla, porque no vale para nada".

Son en torno a 1.500 los profesionales de la sanidad pública que trabajan directamente con los pacientes, médicos, enfermeras y auxiliares (ahora TCAE), aunque llegan a 2.500 los empleados del sistema sanitario en todas las categorías, todas fundamentales para la buena marcha del sistema, como los celadores. O las limpiadoras, un personal de servicios externalizados que escasea en estos momentos y resulta más necesario que nunca para un mantenimiento adecuado de los centros sanitarios.

La zamorana Clara Gil, residente de segundo año de Medicina Interna en el hospital Vall d'Hebrón de Barcelona, uno de los centros con más pacientes del país, está viviendo el drama de "familias enteras ingresadas" por el coronavirus. Una enfermedad que en ocasiones evoluciona bien, pero en otras tiene un desenlace fatal y en muy poco tiempo. Entre los más afectados las décadas de 50 a 70 años, aunque la edad no siempre significa mal pronóstico ya que hay mayores con poca extensión de neumonía que salen adelante y jóvenes a los que sus propias defensas les proporcionan una reacción inflamatoria exagerada "y su estado empeora".

En Cáceres está Eugenia González una zamorana en formación EIR en Cáceres que ahora está trabajando con una enfermera más. Lo peor, relata, no es la carga de trabajo, que es grande, o la falta de equipamiento adecuado, sino sobre todo "salir con cierta sensación de impotencia por no haber podido proporcionar los cuidados más adecuados".

González reclama también un adecuado material de protección y una adecuación de plantillas más acorde con la carga de trabajo ya que, explica, "La forma de trabajar ante esta enfermedad infecciosa es minimizando las intervenciones y el tiempo en cada habitación".

El COVID-19 no solo está afectando a los hospitales, sino que también tiene su repercusión en el primer nivel asistencial, ya que ha obligado a cerrar consultorios y cambiar la forma de trabajar de los centros de salud, donde también se vive esa sensación a veces de tensión e incertidumbre, como relata el enfermero Ismael Aguado del centro Benavente Norte. "Estos días nos centramos en identificar los casos sospechosos de COVID-19, se les insiste en el aislamiento domiciliario y se les llama cada día para ver la evolución". Para el resto de pacientes se procura una atención telefónica, con circuitos separados si tienen que acudir al centro de salud y visitas a domicilio. "Esta situación no está enseñando a coordinarnos mejor entre los compañeros", asegura Aguado: "Hay compañeros que se pasan horas analizando estudios científicos y resumiendo los protocolos para coordinarnos". El objetivo, "tratar de hacer que nuestro trabajo sea lo más efectivo posible y aliviar la carga asistencial del hospital".

Y agradece "el material que nos llega de empresas de forma desinteresada", además de reconocer el papel de profesionales en principio no directamente asistenciales pero fundamentales, para el funcionamiento del sistema desde el personal de limpieza al administrativo, pasando por asistentes sociales o celadores.

Óscar Díez, celador en las Urgencias de Primaria de Zamora, en el Santa Elena, destaca ese compañerismo, pero también "estrés a raudales y angustia por la escasez de material. "Personalmente mi miedo principal es llevar el "bicho" a casa". "Dejo los zapatos en la entrada, me desnudo, meto la ropa en la lavadora y la pongo a funcionar. Me ducho a fondo, y cuando salgo veo a mi mujer y mi hija sonriéndome se me pone un nudo en la garganta. Pero que no teman los ciudadanos, que mientras estamos trabajando no nos tiembla el pulso".