Estuvo pendiente y en el llano del Espinacal comprobó que La venada ya no estaba en el ganado. "No es probable que haya sido el lobo porque yo no he perdido de vista la delantera, no se ha notado ni oído nada y los perros no ladraron".

Antes de volver a casa, Anica visitó a Lucía y le pidió que por favor arresponsara 1 a la cabra. Luego preparó la cena y estuvieron silenciosas y preocupadas. Cuando terminaron, Anica encargó a su madre que se ocupara por la mañana de sacar el ganado y a Petra le pidió que se acostara pronto porque tenía que ir con ella a buscar a la venada. Petra estaba nerviosa, pero contenta de ir a buscarla.

Aún no eran las cuatro de la mañana, cuando Petra y su madre salían de casa camino de La Folgosa con mucha incertidumbre pero con esperanza .

Era una noche clara de luna llena y muchas estrellas rutilantes y luminosas en el cielo azul intenso de Sanabria. Cantaban el mochuelo y la lechuza el mirlo y el ruiseñor y los ríos Segundera y Cárdena ofrecían a tramos su cantarín caminar buscando el Tera.

En el llano del Espinacal Anica le recordó a su hija la historia de la mujer que arrojó allí los carbones que en realidad eran monedas de oro. Un poco más arriba en Eurollongo se sentaron mirando hacia el Cárdena misterioso y profundo, y recordaron otra historia, la visión de la cadena de oro que cruzaba de uno al otro lado del río. Petra las escuchaba siempre con emoción, como si fuera la primera vez que las oía.

El camino era intenso, alternaba algunos tramos llanos con otros muy pendientes y peligrosos, había muchos cantos sueltos y se podía resbalar con facilidad y caer ladera abajo hasta el río. Estaba muy trillado porque era el que subían y bajaban cientos de obreros de las presas de Cárdena, Playa y Puente Porto aquellos años anteriores.

Se centraron en la venada, comenzaba el tramo donde se perdió su rastro, había que ir muy atentas a cualquier indicio de lo que pudo haber pasado el día anterior. Anica la llamaba ¡Venada, bonita! La noche anterior había vuelto a casa de Lucía a ver si podía darle alguna pista después del responso y le había dicho que la cabra estaba viva, quizá muy herida pero viva.

Llegaron a la fuente. Aún era de noche; se sentaron un poco. La luna iba alejándose mientras la luz rojiza de la alborada anunciaba la salida del sol al final del Lago. Se levantaron para pasar el río hacia donde el pastor había visto a la venada por última vez. Anica la llamaba de vez en cuando. Nada, no contestaba. Petra quiso llamarla también. Por fin la cabra respondió y Petra saltó de alegría; había oído claramente, elbalido, débil y profundo, lejano. Gritó de alegría pero su madre la aplacó un poco, quizá fue producto de su imaginación. La volvió a llamar y esta vez ya la oyó también Anica. Estaban locas de alegría y se fueron acercando al lugar de donde procedía el balido. Parecía salir de una enorme piedra que había en el centro de la ladera. Pero ¿Cómo iba a estar dentro de la piedra? La llamaban más y ella contestaba. El lugar era más o menos el que Ventura le había indicado. Al lado de la piedra había un roble, verduguete ya, y una de sus cañas con tiernos brotes caía sobre la piedra a cierta altura.

Efectivamente la cabra estaba dentro de la piedra que era norme, partida verticalmente en dos, con aristas muy afiladas y en medio una raja que se estrechaba hacia el fondo. Allí encajada y muy presionada por ambos lados estaba metida la pobre. La alegría de Petra era desbordante, reía y lloraba al mismo tiempo. ¡La habían encontrado! La madre estaba ya pensando como la iban a sacar de allí si su cabeza, sus cuernos, su vientre, estaban tan apretados contra la piedra que no cabía ningún elemento por pequeño que fuera. Había que intenterlo. Si no, habría que pedir ayuda a los vecinos. Siempre estaban dispuestos a ayudar en estas ocasiones.

Anica se puso a la tarea, estiraba mucho los brazos, no llegaba, se inclinó más con el riesgo de caer dentro y al fin pudo cogerla por los cuernos. Tiraba y tiraba hacia arriba pero no se movía nada. Al salir de casa había cogido una cuerda, la cogió, intentó engancharla a los cuernos, lo consiguió tras muchos intentos y le dio a Petra el otro extremo. Hablaban con ternura con la cabra, ¡Anda bonita aúpate, te vamos a sacar! La cogía del pelo del lomo y la cabra parecía impulsarse hacia arriba.

Después de mucho esfuerzo, y cuando Anica ya estaba agotada, la venada hizo un pequeño movimiento y se liberó un poquito. Fueron tirando de ella y muy lentamente consiguieron sacarla. Petra la abrazaba, la besaba en la frente, en el cuello, le decía ternezas, le acariciaba las rozaduras. Estaba exultante y feliz. Ella a penas se podía tener en pie. Pero se repuso enseguida.

En la Fuente se sentaron a desayunar y compartieron el pan con la venada que bebió agua varias veces y luego se puso a comer en una urz fresca y tierna.

Volvieron a casa. No podía existir mayor felicidad que la que sentían ellas en aquel momento. Anica cantaba y aturriaba2 de vez en cuando. A la venada no se le ocurrió escapar ni salirse del camino en ningún momento, iba en medio de sus dos salvadoras, tan contenta. Ya en el pueblo se iban encontrando con vecinos que expresaban su alegría por el encuentro.

Ese día se quedó en las orillas del Castro, cerca de casa y la abuela le dio un complemento especial: verduras y granos de centeno.

Al día siguiente salió al campo con todas sus compañeras y los ganaderos se felicitaban por volver a tenerla en el ganado. Allí estaba otra vez en la delantera, resuelta y jubilosa.

1 Rezara el responso a san Antonio

2 Emitía un aturrio .Voz típica de la zona del lago que complementa a las coplas y otras canciones de monte y pastoreo. Expresa alegría compartida.