En tiempos cotidianos, el albergue de peregrinos es un lugar de paso. Los caminantes buscan un lecho después de horas de esfuerzo, dispuestos a recuperar fuerzas para regresar al camino al día siguiente. Salvo circunstancias excepcionales, nadie pasa allí más de una noche. Cada día, el reto es dar un paso más en dirección hacia un destino que, habitualmente, se encuentra en Santiago de Compostela, todavía a muchas etapas y ampollas de distancia.

Hay quienes caminan por una promesa o por un motivo espiritual, otros lo hacen por diversión, algunos se lo plantean como un reto y también están quienes ponen por delante la devoción, la fe. Ahora, en estos tiempos que corren, en plena pandemia del coronavirus, nadie viaja hacia Santiago en las primeras semanas de la primavera, pero algunos albergues se mantienen abiertos, más cristianos que nunca, dispuestos a ayudar al prójimo.

Así ocurre con el albergue de Zamora capital, que anunció su cierre hace diez días para evitar la propagación del virus, pero que ya vuelve a estar abierto. Esta vez, con la función de acoger a las personas sin hogar que se han visto sorprendidas a la intemperie por el estado de alarma. El área de Servicios Sociales se encarga de gestionar los casos que surgen, en colaboración con otras entidades, como Cruz Roja y Cáritas, cuya Casa de Acogida se encuentra, en estos momentos, en el límite de su capacidad.

Así, y en aras de que ninguna persona se exponga en plena calle durante el estado de alarma y de que toda la comunidad social que forma Zamora tenga un techo bajo el que cobijarse, el Ayuntamiento ofreció esta solución "de emergencia". Desde el área de Servicios Sociales inciden en que esta reapertura del albergue de peregrinos "no estaba programada", pero que se dibujó como la única alternativa "para responder a las necesidades".

La tarea se ha llevado a cabo sin miramientos. La situación obligaba a actuar con rapidez, y así fue. "Lo hemos tenido que habilitar porque había gente que seguía en la calle", comentan desde Servicios Sociales. Este área no solo colabora con organizaciones como Cáritas o Cruz Roja. También lo hace con la Policía Municipal, la encargada de vigilar las calles y, por tanto, la que actúa en muchas ocasiones cuando se encuentra con casos de personas sin hogar en la vía pública.

A lo largo de los últimos días, el albergue ha tenido una ocupación fluctuante. Un día cuatro, al otro dos, tres... "No quisiéramos que pasara de doce", subrayan los técnicos municipales, que recuerdan la importancia de evitar la aglomeración de personas en cualquier espacio. El centro cuenta con 36 plazas, pero el objetivo es prevenir, en la medida de lo posible, los contagios.

En cuanto a las atenciones que se le prestan a las personas que acuden al albergue, lo principal se centra en el higiene, la ropa, la alimentación y, lógicamente, el techo. La idea es que la gente que se aloja aquí pueda permanecer en el recinto las 24 horas, sin salir para nada a la calle, aunque esta opción no deja de ser voluntaria. Nadie les puede obligar a permanecer en el centro de peregrinos.

Además, las personas sin hogar que conviven en el albergue cuentan con el apoyo que le prestan un trabajador social, un integrador social y un cuidador que permanece en el inmueble durante la noche. La ayuda de estos profesionales se centra en abordar las circunstancias personales de cada hombre o mujer que acude al centro. La mayoría está pasando por momentos complicados e incluso busca la manera de regresar a su lugar de origen, como ha sucedido en algún caso.

En cuanto a la posibilidad de que este centro también se llene ante la avalancha de necesidades causadas por el coronavirus, desde el área de Servicios Sociales reconocen que la coyuntura provoca que todo sea "imprevisible". "Esto se puede llenar en dos minutos", abundan. Lo que está claro es que, siempre que haya hueco, lo que habitualmente se convierte en el lugar de paso de los peregrinos, será un cobijo para las personas sin hogar. Mientras dure la pandemia.