“Queridos vecinos: Como estudiantes y gente joven quedamos a disposición de quien lo necesite, especialmente de aquellas personas del bloque que pertenezcan a los grupos de riesgo. Podemos ir a la compra por vosotros u otros tipos de recados y tareas que impliquen salir a la calle, y con ello, un riesgo de exposición. Así pues, como indican las recomendaciones, estaremos en nuestra casa todo el tiempo posible, por lo que nos podréis encontrar allí. No dudéis en acudir a nosotros con cualquier otra cuestión en la que consideréis que podemos ser de ayuda. Atentamente, los vecinos del 4ºB”.

Un cartel con este texto y con una ilustración sobre las medidas de higiene para prevenir el contagio del COVID-19 aparecía colgado en un portal de un bloque de viviendas en Salamanca, a iniciativa de un grupo de jóvenes zamoranos que ha decidido quedarse en el piso que comparten como estudiantes universitarios en lugar de regresar a sus casas. El mensaje es la prueba evidentede que cualquier generalización es mala, no toda la juventud se comporta insensatamente como si esto fueran unas vacaciones inesperadas y que, como suele ocurrir, en los momentos críticos también aflora lo mejor del ser humano. Los estudiantes zamoranos que se ofrecen a sus vecinos no quieren protagonismo, simplemente esperan que su ejemplo cunda.

Y en la capital donde nacieron eso empieza a ocurrir. Otra comunidad en un barrio de Zamora, PeñaTrevinca. Sus vecinos se han organizado en turnos de limpieza para intensificarla higiene en los accesos comunes, más allá de la limpieza profesional y periódica que tiene a su cargo el portal. Puesto que una de las fuentes de contagio se produce a través del contacto de superficies donde el virus puede permanecer activo durante varias horas, han establecido turno para limpiar a menudo los botones el ascensor, interruptores de la luz, manillas del portal y los pasamanos de las escaleras. Entre todos piensan ponerle todas las barreras posibles al coronavirus.Y lo hacen desde la humildad, escribiendo a mano el cartel que han pegado en el cristaldel acceso, pidiendo disculpas por si molestan durante las tareas de refuerzo de higiene y advirtiendo que, como no son profesionales, su desinteresada labor puede resultar lenta.

Pequeñas historias de héroes que no llenarán las páginas de libros de historia, pero que son las que contribuyen a que una sociedad haga frente a las dificultades y se repongade los golpes más duros. El barrio de San José Obrero tiene experiencia como lugar donde aflora la solidaridad. De allí surgió la primera experiencia comunitaria durante los últimos años de la dictadura y repitieron lecciónen los peores momentos de la Gran Crisis iniciada en 2008 con iniciativas que incluyeron hasta la puesta en marcha de una cocina solidaria. Ahora, se fragua unmovimiento similar en la zona. El desencadenante: una mujer mayor, sola, y que necesita muletas para caminar, incapaz de hacer una compra que la ayude a pasar estos días aciagos.Todo ocurre en un pequeño supermercado de barrio: e ldrama y la solidaridad como respuesta inmediata de sus convecinos.

El proyecto se encuentra aún en fase embrionaria pero ya hay personas que están dispuestas a crear un punto donde la gente que esté en situaciones que requieran ayuda pueda recurrir. Más allá de lo que puedan aportar los serviciossociales de las instituciones que, una vez más,se revelan como imprescindibles, se trata de que nadie se sienta desvalido, mitigar en lo posible sentimientos de angustia, de soledad. Que el miedo no se haga dueño de la escena y que el sentimiento colectivo perdure, aunque haya que extremar precauciones, aunque los mensajes sean a distancia, a través del teléfono o de una simple nota colgada en el portal o pasada por debajo de la puerta de la casa del vecino.

También existen casos de empresas que se han visto obligadas a cerrar pero que han puesto a disposición de autoridades sus furgonetas o sus servicios. Profesionales de todo tipo que manifiestan su voluntad de ayudar y que ponen de manifiesto lo evidente: de aquí salimos todos juntos y sin dejar a nadie atrás. Puede que nos hayamos quedado sin la brillante puesta en escena de la Semana Santa, no saldrán los pasos por las calles de Zamora, que en estos días se ven más solitarias, aún, de lo que es habitual. Pero el verdadero sentido que dio origen a las cofradías cobra vida en las acciones de sus habitantes: la fraternidad aún hace latir el corazón de la ciudad que ni duerme ni, mucho menos, se resigna.