Cuando en 2014 la historiadora Margarita Torres dio a conocer su investigación sobre el cáliz de doña Urraca, argumentó que se trataba del auténtico santo grial porque era la única copa "avalada por la documentación". La afirmación iba directa al blanco de la diana. Hasta la fecha, el cáliz de la Catedral de Valencia había sido el grial más reconocible porque, a falta de fuentes escritas, estaba acreditado por "la tradición". Es decir, así se había transmitido de generación en generación.

Un fenómeno similar -salvando las distancias con la supuesta copa que recogió la sangre de Jesucristo- ha tenido lugar en un hogar zamorano. Concretamente, en el salón. A falta de papeles -un dibujo, un plano, una factura-, en la familia Marcos siempre se dijo que un singular vaso de barro había sido modelado por las manos de Mariano Benlliure, el último representante de la escultura decimonónica en nuestro país, cuando tan solo era un niño. Ahora, un siglo y medio después de su creación, los custodios de la pieza tratan de verificar su autenticidad. Porque no se trataría de una obra más atribuible a la vasta carrera de Benlliure, sino quizá la primera que modelaron sus manos, siendo apenas un adolescente.

En ese camino, surgió la ayuda de Javier Martín, técnico de artes aplicadas a la escultura y amigo de la familia. "Cuando Ana Marcos me contó la historia, le propuse digitalizar la pieza para preservarla y le aconsejé recopilar todos los datos posibles para verificar su autenticidad". Porque más allá del objeto físico, hay una preciosa historia humana detrás que acerca el vaso de barro a la temprana experiencia de Benlliure y su familia en Zamora, los años 1877 y 1878.

He aquí el relato. Juan Antonio Benlliure, padre de Mariano, se trasladó con su familia a Zamora hace siglo y medio para decorar la vivienda de Federico Cantero, empresario del ferrocarril y padre del popular ingeniero Cantero Villamil, que diseñó el primer trazado de la línea de tren Zamora-Orense. Durante aquella fugaz estancia pasaron muchas cosas. Entre otras, que Juan Antonio trabó amistad con diversos personajes de la alta sociedad zamorana, entre los que se encontraban una tal doña Ángeles, quien regentaba un estanco en la actual calle de Santa Clara, y a la que al parecer, el propio obispo acudía a confesar a su domicilio particular. Mientras el patriarca realizaba diversos encargos como uno de los escayolistas más afamados del país, su hijo Mariano comenzaba a despuntar por su facilidad para modelar pequeñas piezas de barro. José Andrés Casquero, el historiador que quizá mejor conoce la trayectoria zamorana de Benlliure, elaboró un "cuaderno" para la Real Cofradía del Santo Entierro, en la que recopiló toda la producción de un Benlliure adolescente por aquellos años.

Buena parte de aquellos trabajos iniciáticos fueron encargos de los Cantero, como los bustos de Federico Cantero Seirullo y de su mujer, Isabel Villamil. La mayoría de los trabajos acabaron en el Museo local de Bellas Artes. Como las cabezas de Luis Gómez Villaboa y su esposa Obdulia Gallego, hoy en el Museo de Zamora.

Y, de entre todas, una pieza providencial en la incipiente carrera del escultor valenciano. La Cofradía del Santo Entierro quería incorporar un paso con el que mostrar a un Jesús recién descendido de la Cruz, en manos de su madre María. Mariano, que por entonces contaba 15 años, presentó un excepcional boceto que convenció a la hermandad. Pagaría al joven 3.000 pesetas por el trabajo, que sería entregado un año más tarde tras realizarlo. En 1931, un Benlliure en plena madurez completaría su aportación a Zamora con su obra maestra dentro de la Pasión. Redención desfilaría en marzo de ese año, impresionando a una ciudad entregada.

Pero volvamos atrás. Cuando los Benlliure se predisponían a abandonar Zamora, Juan Antonio entregó dos piezas a doña Ángeles como prueba de esa fugaz, pero ha de suponerse que intensa, amistad: una pintura del historiador Menéndez Pelayo y un pequeño vaso que, al parecer, había modelado su hijo Mariano. Corrían los años cuarenta, cuando la hacendada zamorana pensó en su dependienta en el estanco para perpetuar la "cadena de custodia" de ambas piezas. Así, doña Ángeles entregó el cuadro y el vaso a Rita Díez en señal de gratitud por su dedicación. En efecto, Rita acabaría regentando el establecimiento al morir la antigua dueña.

Un escaneado tridimensional "para preservar la obra"

Había entrado en acción la familia Marcos: la nueva estanquera era la madre de José Marcos, presidente de la Tertulia del Cofrade y reconocido semanasantero. En la década de los ochenta, al fallecer Rita Díez, Marcos heredó el bote y la historia familiar, pues el cuadro se había destruido. El nuevo custodio no dudó en situar la pieza en una esquinera, en el salón, consciente del valor que le otorgaba su autor: el Benlliure niño.

Estos días, Javier Martín convenció a la familia para "sacar" el vaso de su museo particular por más de cuarenta años. "El primer objetivo era escanearlo para extraer un archivo en tres dimensiones y así preservarlo", explica Martín, alumno de la Escuela de Arte, que ha contado con la ayuda de uno de sus profesores, Adolfo Castaño. De la pieza, a Martín le había llamado la atención "los distintos planos que se aprecian, el aspecto de profundidad que otorga a las escenas, con figuras en segundo término que apenas asoman, algo dificilísimo", explica.

En efecto, los relieves parecen hablarnos de escenas de caza, en una composición clásica en la que también aparecen vestales, antiguas sacerdotisas. El escultor Ricardo Flecha, que ha podido ver el bote, destaca que la pieza "ha perdido algunas de sus formas", pero aún así, "muestra un trabajo inusual para una persona de esa edad", lo que demuestra la destreza del Benlliure niño. El artista "fue, quizá, uno de los mejores artistas en el modelado desde muy joven", como lo demuestra, continúa Flecha, el boceto del paso del Descendido.

Por su parte, José Andrés Casquero, que incluso en aquella relación de pequeñas obras iniciáticas el vaso de José Marcos, no ha tenido la oportunidad aún de palpar la pieza. Sin embargo, propone un primer criterio, fundamental. "Si se trata de barro sin cocer, es la primera forma de verificarlo". El vaso ha perdurado siglo y medio, en efecto, en su materia prima original, barro sin cocer. Quizá la Fundación Mariano Benlliure, depositaria del conocimiento sobre el escultor valenciano, tenga las claves para terminar de verificarlo.