No residen en ninguna de las ciudades italianas donde ya se han registrado casos de coronavirus, pero las zamoranas Sarai Llamas e Irene Vicente Martín sufren las consecuencias de la angustia que se vive en todo el país -y gran parte de Europa- con esta crisis sanitaria.

La joven Irene Vicente Martín está desarrollando su tesis doctoral en el Instituto Universitario Europeo de Florencia y percibe ese nerviosismo entre la población. "Los servicios funcionan con normalidad, los supermercados están abastecidos y el ritmo diario en la ciudad, incluso durante el fin de semana, parece cotidiano. Por ahora, la única diferencia que he podido detectar es en las farmacias: las colas son enormes, algunas de ellas están empezando a ampliar su horario y he comenzado a ver algunas personas con mascarilla, generalmente turistas o ancianos", detalla.

Desde la universidad, se ha aconsejado a los alumnos que no viajen a provincias del norte del país, "especialmente a Milán o Venecia, además de ponernos en contacto con las autoridades sanitarias si en los últimos quince días hemos estado en ellas o en contacto directo con alguien de allí", explica.

Otros consejos que recibe en su día a día para evitar el contagio pasan por huir de grandes aglomeraciones, abastecer la casa de productos por si acaso escasean en algún momento y, sobre todo, extremar las precauciones de higiene. "Desde enero, la biblioteca y la cafetería universitarias, así como la inmensa mayoría de las dependencias comunes, como las salas de reuniones o los pasillos, estaban abastecidas de expendedores gratuitos de desinfectante de mano. Estos días ya no estaban funcionando, supongo que por el uso que todos estamos haciendo ante las últimas noticias", razona.

Debido a todas estas circunstancias, la zamorana señala que muchos de sus compañeros han comenzado a volver a sus países de origen, ya sea Alemania, Francia, Turquía o Portugal. "Yo también voy a seguir su ejemplo y me vuelvo a España a comienzos de la semana que viene, para tranquilidad mía y de mi familia", confiesa.

Un viaje que ya está preparando y que espera que no le genere ningún sobresalto. "Para entonces no sé cuál será el protocolo de entrada para viajeros procedentes de Italia, ya que algunos países de la Unión Europea han empezado a aplicar cuarentena obligatoria, pero espero no tener problemas para llegar a casa", confía.

Por su parte, Sarai Llamas reside en la localidad de Terni, en la región de Umbría, desde hace ya casi trece años. Allí tampoco hay por el momento ningún caso confirmado de COVID-19 así que, en su caso particular, asegura que tan solo sigue "las recomendaciones dictadas por el Ministerio de Salud italiano".

Aun así, la benaventana reconoce que "el pánico y la histeria colectiva se han difundido mucho más y peor que el virus en sí" En este sentido, apunta que son muchos los vecinos que acostumbran ya a pasear por las calles de Terni con mascarilla. "Los supermercados se están vaciando, sobre todo de agua, pasta y otros productos de larga conservación", enumera. Y, como en otras ciudades, también se nota la falta de geles o toallas desinfectantes, mientras que las propias mascarillas "están agotadas o a precios desorbitantes", asegura.

Una situación a la que hay que añadir la decisión desde las escuelas de suspender excursiones o competiciones deportivas. "Los restaurantes de comida asiática están desiertos, los cines y los parques infantiles casi vacíos y los niños de la clase de mi hijo mayor ha dejado de festejar los cumpleaños de los compañeros", describe.

Con todo, deja claro que ella y su familia están tranquilos -"aunque es difícil no contagiarse del pánico de los demás", confiesa- e intentan seguir con su vida normal, tan solo "evitando, en la medida de lo posible, los consultorios médicos o las urgencias", finaliza.