Falta de respeto, educación y cultura patrimonial se mezclan en un cóctel para dar lugar a los actos vandálicos llevados a cabo por los "grafiteros". Fachadas de iglesias, la muralla, monumentos históricos y propiedades privadas se han visto afectados por estos garabatos que se han reproducido exponencialmente en los dos últimos años y que parecen no tener ninguna solución. En una ciudad donde predomina el románico y cuyo casco antiguo es la base fundamental del turismo, los grafiteros, lejos de mostrar algún pudor y dedicar sus pintadas a calles oscuras y poco transitadas, parecen haberlo perdido, "enseñando" a todos los ciudadanos sus creaciones y afeando la zona histórica de la ciudad.

Esta circunstancia no es algo específico de la ciudad de Zamora; sin embargo, en los últimos años se ha reproducido con rapidez. "El problema de los grafitis es general, pero creo que en Zamora es muchísimo más grave que en otros sitios", cuenta Beatriz Barrio, fundadora del proyecto educativo "No Pintan Nada 2.0", que fue llevado a cabo durante las ediciones 2018 y 2019.

Pese a que los ciudadanos elevaron sus quejas a las administraciones, el número de pintadas ha ido aumentando, especialmente a lo largo del 2018 y 2019, y el mal estado de algunas zonas de la ciudad ha conseguido atraer a nuevos vándalos que logran inmortalizar sus firmas.

El incremento de estos garabatos hizo que desde las diferentes posiciones políticas se solicitase al equipo de Gobierno el pasado 2019 la creación de un grupo de trabajo y un plan de actuación específico para abordar este tipo de pintadas, puesto que la patrulla de limpieza parecía resultar insuficiente. Algunos de ellos propusieron el control de estos actos no deseados a través de videovigilancia como medida disuasoria, aunque sin mucho éxito. No obstante, este contrato no se llevará a cabo el próximo año 2021 y es necesario eliminar estos grafitis para no provocar el denominado "efecto llamada". Para Beatriz Barrio, esta nueva "afición" que ha proliferado en los últimos años proviene de una falta de respeto que, según ella, cada vez es más fuerte: "Si tú ves una ciudad limpia y cuidada, no se te ocurre ser esa persona que la estropee, sin embargo, si la ves degradada te puede dar igual estropearla más aún".

La iglesia de San Esteban, el Castillo, La Horta, las rúas y los miradores son, entre otros, los lugares más afectados de la ciudad y muchos de los vecinos señalan el mal estado del casco histórico y la negativa imagen urbana. Algunos de los ciudadanos solicitaron a las autoridades que se ponga fin a este tipo de vandalismo y que se penalice a los causantes en virtud de lo que disponga la normativa. Con todo, las sanciones impuestas a las personas que dañan nuestro patrimonio parecen ser insuficientes. En primer lugar, porque no es tan fácil identificar a los causantes de las pintadas y, en segundo término, porque muchos de ellos lo van a volver a repetir. "Si solamente tienen que limpiarlo, como sucede en muchos casos, se pasan dos mañanas y ya está. Creo que hay que ir mucho más allá", apunta Beatriz Barrio.

Es necesario tomar medidas urgentes para la limpieza de firmas y pintadas en los edificios públicos y privados, especialmente en las zonas más sensibles de nuestro casco histórico, pero más urgente es prestar una educación adecuada a nuestros jóvenes desde las edades más tempranas y enseñarles la importancia de su ciudad y su patrimonio histórico para así reducir al mínimo estos actos vandálicos. Como señala Beatriz Barrio, "si no enseñamos a los más pequeños a amar su ciudad, su patrimonio, su muralla y sus monumentos, por mucho que intentemos actuar más tarde, no obtendremos los resultados deseados".