Desde la perspectiva de que la despoblación es un problema que todavía es reversible, Ignacio Molina de la Torre trabaja con el fin de aplicar sus amplios conocimientos sobre la materia a una realidad concreta. El escenario le resulta conocido. Como castellano-leonés ha convivido de forma habitual con la evidencia de que los pueblos se vacían. Este miércoles, el director del Comisionado del Gobierno para el Reto Demográfico participará en el congreso "Razones para quedarnos. Estrategias frente a la España Despoblada", una cita organizada por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en la sede del Consejo Consultivo.

-Ante la avalancha de datos y de medidas sobre despoblación que están proliferando, ¿cuál es el diagnóstico y qué solución se le puede dar a este problema?

-Evidentemente, no hay una solución concreta, sino muchas circunstancias que deben cambiar la dinámica de los territorios. No hay una medida estrella, nada que pueda por sí solo solucionar una tendencia que se impone desde hace más de medio siglo. Lo que tenemos que hacer es cambiar modelos de producción, de asentamiento, y prestar servicios como no se ha hecho hasta este momento.

-¿Hay una serie de medidas orquestadas para que haya ciudades muy pobladas y otras que se van quedando sin gente, o es simplemente una dinámica provocada por decisiones voluntarias de la gente?

-Hay dos elementos que se suman. Por un lado, hay una tendencia global a la concentración en las ciudades. Eso es evidente y está analizado. Por otra parte, esa concentración es más intensa cuando las actividades económicas se hacen cada vez más complejas. No obstante, también hay que tener en cuenta la ordenación del territorio. Hay modelos que, desde el punto de vista de la organización, intentan compensar lo que es una tendencia general. En algunos países sí ha habido un modelo de ordenación del territorio que compensa lo que tiende a ocurrir, que es una sobreconcentración en las ciudades. En otros sitios, no se han llevado a cabo estos modelos, y los procesos de despoblación han sido más intensos. Además, a medida que avanza esa despoblación, es más difícil revertirla.

-¿En qué se ha fallado en el caso de España y de Castilla y León?

-No es tanto una cuestión de en qué se ha fallado, sino de cómo se han planteado los modelos territoriales. Esto no es algo reciente. Estamos hablando de procesos, en muchos casos, que vienen de los años 70. Por ejemplo, la concentración en polos de desarrollo, acumular actividades en Madrid... En el caso de Castilla y León, nunca ha habido un modelo de ordenación del territorio. Eso que, en algún momento de los 80 y los 90, parecía que no iba a tener consecuencias, a largo plazo se ha visto que el no hacer resultaba mucho más caro de lo que se pensaba.

-¿Ahora es demasiado tarde para encauzar la situación?

-Yo creo que vamos tarde, pero no es demasiado tarde. Hay que mirar las cosas en su contexto. Primero, porque los modelos sociales también están cambiando. Vamos a modelos que no conocemos. La digitalización, la globalización o el cambio climático nos llevan a cuestiones que hasta ahora no nos habíamos planteado. Esto genera retos y oportunidades. Allí donde no hay superpoblación también se van a generar esas oportunidades. Por lo pronto, hay que empezar por garantizar aquello que es básico dentro de nuestro Estado social, que es que las personas son iguales en derechos vivan donde vivan, que es algo que en estos territorios parece que a veces se pone en cuestión.

-Ahora mismo, es evidente que alguien que nace en la Alta Sanabria no tiene las mismas oportunidades que quien viene al mundo en Madrid. ¿Cómo se alcanza esa igualdad?

-En primer lugar, hay que garantizar que existe un Estado del Bienestar que nos atiende por igual. En la provincia de Zamora es evidente que hay un problema con la Sanidad, y más en una región que está particularmente envejecida. Son cosas que hay que tener en cuenta desde el primer minuto, no se puede entender de otra manera. Y luego hay que generar oportunidades. Los recursos están, son interesantes en las provincias, pero no siempre se han puesto en marcha los procesos necesarios; no hay una política territorial, no hay una política industrial, las actividades turísticas van muchas veces por el lado de la voluntad y no por el de la planificación...

-¿Se ha llegado a un punto en el que se ha instalado la idea de que salir de estos territorios es la única manera de progresar?

-Pues yo creo que estamos llegando a un punto de reivindicación de "no tengo por qué irme". El proceso de irse se ha dado en todas las décadas, y los datos así lo atestiguan, pero creo que hay una conciencia de que ese proceso no tiene por qué darse. Pienso que está habiendo un cambio cultural muy fuerte en ese sentido. Hay un movimiento inverso. Es cierto que los jóvenes, hoy en día, todavía se tienen que ir, pero empieza a haber un pensamiento de si hay oportunidades yo me quiero quedar, y eso es muy importante.

-¿Es decisivo que la sociedad tenga ese punto de rebeldía?

-Es fundamental. Que las personas sean dueñas de su futuro, y que la Administración ponga los medios para que la gente pueda desarrollar sus proyectos profesionales, personales y familiares donde quiera. No donde no tienen otro remedio.

-En Zamora hay 28 pueblos que tienen diez habitantes o menos. ¿Son recuperables o es mejor centrar los esfuerzos en otros lugares que aún no han alcanzado estos extremos de despoblación?

-Dejar morir nunca es la solución de ningún modelo territorial, porque nunca hay un listón donde se es suficientemente grande. Si nos ponemos en ese paradigma, no hay ninguna capital de Castilla y León que pueda competir con según qué ciudades. Es importante que las personas que viven en estos pueblos sepan que van a ser atendidas, que no les demos el mensaje de que en pueblos pequeños no tienen los mismos derechos. Evidentemente, será más costoso y más difícil, pero tiene que ser así. Una vez tengamos eso claro podrán surgir proyectos en los pueblos. No es una cuestión de tamaño, sino de proyectos.

-¿La Administración tiene que asumir que es necesario un esfuerzo económico que no se puede medir por su rentabilidad?

-Es evidente. Hay determinados gastos que no son tal, sino que suponen, por un lado, inversiones y, por el otro, derechos. Por supuesto que dar servicios en un territorio de menor densidad es más costoso, pero ese es nuestro modelo de poblamiento. A ver si solo hay un territorio en España que tiene zonas de baja densidad. No. Si eso tiene un coste, habrá que generar los ingresos suficientes. Lo que no se puede es solucionar la despoblación a coste cero, o peor aún, reducir el gasto en los territorios que más lo necesitan, porque entonces estamos dando el mensaje contrario al que hay que dar. El mensaje no es que esos pueblos salen caros, sino que esos pueblos sostienen el territorio y vamos a darles los servicios que necesiten.

-En cuanto a la conexión a Internet, no acaba de llegar el plan definitivo para terminar con las zonas blancas en provincias como Zamora. ¿Hasta qué punto es importante que eso finalmente se consiga?

-Es importante, porque tenemos que entender que en el momento actual es una infraestructura necesaria como la energía eléctrica, el teléfono o el abastecimiento y saneamiento de agua. No es un plus, sino una necesidad básica. La propia relación con la Administración es cada vez más digital. Además, las oportunidades se insertan en un contexto digital. En esto se está avanzando, pero no siempre con la rapidez o la intensidad necesarias. Ahora, se va a intentar llegar a un número de núcleos mayor. Cuesta mucho, pero se va a extender cada vez más en el territorio.

-¿Qué papel tiene que jugar la Unión Europea en todo este asunto?

-Europa es importante, y más importante va a ser. En el modelo actual de la Comisión Europea, que se aprobó recientemente, hay una Vicepresidencia vinculada a la demografía, y tiene un encargo, que es elaborar una estrategia frente al cambio demográfico. Europa empieza a entender también que los retos demográficos forman parte de sus desafíos, como otras turbulencias que suponen el cambio climático o la globalización. Además, somos sociedades que tendemos a una mayor longevidad, los nacimientos se reducen, vamos a tener migraciones... Europa va a tener que enfrentarse a esto. Nosotros tendremos que poner nuestra estrategia en relación a la política europea. También, en 2021, empieza un nuevo marco financiero plurianual, y la lucha contra la despoblación tiene que ser un objetivo prioritario a la hora de buscar financiación.

-Vinculada precisamente al incremento de la esperanza de vida, y del consiguiente envejecimiento, la Diputación Provincial está tratando de impulsar la Silver Economy en Zamora. ¿Le parece una posición acertada?

-Vamos hacia una sociedad con niveles de personas mayores muy superiores a los que conocemos. Si pensamos que la sociedad actual está envejecida, los datos de las proyecciones demográficas hacen pensar que en dos o tres décadas el número de personas de más de 65 años se va a multiplicar. Por eso, atender a esas personas, que van a estar en la edad de plata muchos años, significa también generar oportunidades. Las personas bien atendidas se van a quedar en el territorio y van a generar comunidad. Por tanto, evidentemente, es una necesidad social. Vamos a tener que diseñar nuevos mecanismos para atender a un grupo de personas cada vez más numeroso.

-¿Percibe un tratamiento peyorativo hacia el envejecimiento, que es la constatación de que las personas estiran cada vez más su esperanza de vida?

-Por supuesto. Nosotros, cuando nos reunimos en el Comisionado, siempre decimos que el envejecimiento no es un problema. El problema, en todo caso, es no envejecer. Además, tenemos que tener claro que el futuro de nuestra sociedad tiene que desembocar en una alianza intergeneracional, porque si no acabamos poniendo problemas donde no los hay. Como sociedad, tenemos que dar respuesta a todos los grupos de edad.

-Por otro lado, está claro que no nacen niños suficientes. No solo en Zamora, sino en España, que está a la cola de Europa en el índice de fecundidad. ¿Faltan incentivos o nueva normativa en materia de conciliación?

-Es una cuestión nacional. El número de hijos por mujer está en 1,3, mientras que en Europa se sitúa varias décimas por encima y en lugares como Francia más arriba aun. El año pasado se hizo una encuesta de fecundidad, y lo que dicen las personas jóvenes es que quieren tener dos o tres hijos. Es decir, no es una cuestión de egoísmo, pero hay que ver en qué condiciones se están desarrollando los proyectos de vida. Por ejemplo, las prestaciones por hijo a cargo en España son muy inferiores a las de cualquier otro país de Europa que sea equiparable. Cuando todo se junta, es difícil encontrar familias que quieran tener muchos hijos y puedan. La salida de la crisis se hizo con unas consecuencias muy grandes para los jóvenes, y eso se nota.

-Ante todo lo expuesto, ¿entiende que haya personas que apuesten por Teruel Existe o que se esté despertando un nuevo sentimiento leonesista?

-Evidentemente, los movimientos sociales surgen por algo, y buscan expresar que hay una voz que tiene que ser escuchada. Es entendible y es una respuesta social ante una situación de personas que están quedando fuera del proceso del desarrollo. En algunos casos, como el de Teruel Existe, se plasma con la entrada en el Congreso. Habrá que ver cómo se desarrolla su labor parlamentaria y si se ve que ese es el camino o lo contrario, que hay que buscar otras alternativas.

- ¿Teruel Existe puede ayudar a otros territorios despoblados o se centrará exclusivamente en situar a su provincia en el foco del problema?

-Es mejor tener ese altavoz. Su vocación, además, es vincularse al colectivo de la España Vaciada. Todo apunta a que será una voz de Guadalajara, Cuenca, Soria, Zamora...

-¿Qué puede aportar el congreso de este miércoles a toda esta problemática?

-Es evidente que es un problema que está y que va a estar en la opinión pública. Cuando hay una Vicepresidencia que lleva el nombre de Reto Demográfico es que hay un cambio en la opinión pública y en la acción política. Se trata de que este congreso vaya dando pasos. La fase de diagnóstico ya está más avanzada y entramos ahora en la fase de cruzar actores y cambiar discursos. Hay mucho trabajo por hacer y jornadas bien orientadas contribuyen a crear nuevas hojas de ruta.