El periodista Pedro Simón regresó la pasada semana al Club LA OPINIÓN EL CORREO DE ZAMORA para presentar su último libro, “Crónicas bárbaras. Los mejores reportajes de los que volvieron para contarlo”, donde hace una recopilación de sus trabajos periodísticos, en los que muestra el dolor humano y la fuerza de los protagonistas para seguir adelante, siempre con su inconfundible toque humano.

-¿La realidad del día a día sigue siendo una fuente inagotable de temas?

-A veces uno tiene la sensación de vivir en el día de la marmota, parece que todo está contado y que te repites. Pero si logras un cambio de mirada, abres la puerta a una nueva historia. Por ejemplo, durante la crisis había materia prima para escribir relatos a barullo y se repetían, pero llegó Gay Talese y propuso: “Ya se han contado historias de pobres, ahora habría que hablar de cómo viven los hijos de los ricos”. Ese cambio de mirada no lo solemos hacer y me parece muy interesante, porque es una parte que no estábamos contando. Creo que un buen contador de historias tiene mucho que ver con el lugar en el que se sitúa para hacerlo, ponerse en un lugar incómodo, donde te pique un poco el jersey en el cuello.

-Ha comentado que el periodismo social “consiste en que la gente se pare para mirar, en que no pase de largo”. ¿Nos hemos vuelto inmunes a las desgracias ajenas?

-Sí, pero también lo entiendo. Yo tengo amigos, incluso familiares, que no leen mis historias, mi madre entre ellos, porque dice que solo cuento desgracias. Pero creo que hay que contarlo, porque es una parte sustancial de la vida. Seguramente nos hayamos vuelto inmunes, pero el periodismo tiene que coger a un paisano por los pelos en la calle para que gire la cabeza y mire aunque no quiera. No creo que el periodista se tenga que poner una camiseta de super héroe o de “salvad a las ballenas”. Creo que lo que tiene que hacer es contar una historia con la mayor honestidad posible. Evidentemente, nos podemos equivocar, yo el primero. Pero hay que contar lo que ocurre y, a partir de ahí, esperar a que sucedan cosas. Y no me refiero a cambiar el mundo, sino a que alguien llegue a hacer una pequeña reflexión. El reportero, con que consiga que la gente se pare a mirar, ya tiene bastante ganado. Pero si jodes algún desayuno, mejor todavía. Y si es al tío que está en la toma de decisiones para la solución de ese problema, mucho mejor.

-¿Qué lugar ocupa el periodismo social en los medios en la actualidad?

-En una sociedad tan polarizada como la nuestra, en un panorama sociopolítico y mediático tan de partido, las cuestiones que atañen a lo meramente humano creo que han quedado un poco esquinadas. Solo se rescatan si hay alguna intencionalidad política. Pero creo que siempre hay una necesidad y un espacio para esto.

-¿Y qué lugar ocupa el periodista en la sociedad? ¿Qué imagen tenemos?

-El desprestigio es absoluto y merecido. Pero no tiene tanto que ver con los errores que podamos cometer, con los que tampoco se mata a nadie como en otras profesiones, como con el dolo, la intencionalidad a la hora de mentir. Te hablo de dar noticias falsas a sabiendas de que lo son, utilizar los medios para hacer correr historias que tienen una intencionalidad relacionada siempre con el poder. Como el periodista siempre se ha arrimado al canapé y al político y ha preferido casi siempre estar con los que ganan y se ha hecho la foto junto al banquero, todo eso ha tenido unas consecuencias. Pero más que periodismo independiente hay periodistas independientes. Además, en este sentido, considero que la cosa se terminó de fastidiar con la crisis económica. Ahí los medios sacaron la corneta y pidieron ayuda, fue cuando aparecieron los banqueros y se les juró financiación eterna a cambio de fidelidad eterna. De aquel pacto extraño estamos en lo que estamos ahora, con bancos muy potentes dueños de grandes empresas de comunicación. y todo esto, como digo, tiene una serie de consecuencias.

-¿Se complica el ser objetivo cuando se cuentan historias tan humanas como las que usted relata o se puede pecar de, como dijo anteriormente, ponerse la camiseta de súper héroe?

-Cuando somos más jóvenes somos más torpes y tendemos a ponernos la camiseta de la Marvel, pero, a medida que vas creciendo, vas activando mecanismos en torno a ti para tratar de protegerte de todo esto. Hay una herramienta igual de maravillosa que de peligrosa que es la empatía. Para hacer un buen periodismo tienes que tenerla, pero si es demasiada, puede ser horroroso. Como los erizos, hay que saber estar lo suficientemente cerca de la víctima para darte al calor, pero no tan cerca como para pincharte. Hay una distancia que vas calibrando a lo largo del tiempo. Todas las profesiones tienen su punto de maduración y en la nuestra sabes dónde tienes que mantener la distancia, porque entre lo sublime y lo ridículo siempre hay un milímetro y esa delgada línea roja, si la pasas, la cagas.

-¿Algún consejo para los que empiezan en el oficio?

-A los que empiezan les aconsejo que es mejor ser muy fríos, porque para ir hacia el otro lado hay tiempo. Es mejor controlar la temperatura de la cocción.

-¿Otro peligro al tratar estos temas puede ser el caer en el sensacionalismo?

-Un amigo mío dice que no hay sensacionalismo sin historias sensacionales. Yo lo que procuro es ponerse en la piel de la víctima protagonista de la historia que voy a publicar. Pienso en que la va a leer y miro a ver si hay algo que le pueda hacer daño. De hecho, he llegado a suprimir cosas de reportajes después de pasar el filtro de la víctima. He entrevistado a Felipe González, Zapatero o Rajoy y a esa gente no le doy a leer los textos jamás, pero sí a una chica que ha sido violada por su hermano durante años. Antes de que salga la historia publicada, prefiero que le eche un vistazo, porque no nada me jodería más que le procurara algún trastorno. Esta técnica a mí me funciona.

-Y le da un carácter humano a la profesión.

-Me fastidia mucho la imagen del periodista como el canalla que roba la foto del muerto para publicarla al día siguiente. Creo que debemos luchar contra eso, porque el 95% de las personas que conozco en la profesión son maravillosas y buena gente. No hay que dejar que por el 5% restante se nos tache como una banda de delincuentes. Así la sociedad se acercará más a nosotros y confiará más en los periodistas. Ser buena gente en el periodismo da réditos, reporta beneficios.

-Hace pocas semanas se estrenó un gobierno de izquierdas, a priori más social. ¿Qué se puede esperar de esta nueva etapa política en el país?

-Mi experiencia me dice que la materia prima con la que trabaja un reportero no tiene nada que ver con los despachos, está muy fuera de esos ambientes, se sitúa en la calle y los políticos cada vez tienen menos que ver con ella. Son dos círculos que ni se tocan o lo hacen muy poco, solo en situaciones de crisis, colapso o tragedia.

-¿Cuáles serían las políticas más urgentes que se deberían abordar en materia social?

-Se me ocurren muchas cosas, pero el tema de la violencia de género, aunque se hayan hecho muchos esfuerzos, debería seguir siendo una prioridad, sobre todo lo que tenga que ver con la educación de los adolescentes. Por otra parte, el tema de la exclusión social también habría que abordarlo. Y hay una cosa que siempre está en el fondo de todo esto y es la educación. A los chavales les tienes que hacer ver que tú no eres un yonqui, una puta o un maricón. Esa pedagogía de quitar etiquetas y tender puentes lo tienen que hacer los gobiernos y hay que trabajar muchísimo con los jóvenes en ese sentido. Se están dando muchos pasos ya, pero esta pedagogía hace muchísima falta.