"Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro", dijo el almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein al comprobar cómo el Tercio Viejo de Zamora había sido capaz de revertir una situación de derrota inminente para convertirla en uno de los triunfos más sonados y extraños de la Historia bélica. Todo fue, dice el relato popular, por intercesión de la Inmaculada Concepción. Ella había guiado a los tercios, había intercedido -de alguna manera- para que se produjeran unas condiciones climáticas inusuales y había permitido el avance hasta la victoria de las tropas del maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla. Aquello fue bautizado como "El Milagro de Empel", una hazaña heroica cuya recreación culminó ayer a orillas del río Duero después de todo un fin de semana de intenso regreso al pasado.

Tras las dos interpretaciones del sábado correspondientes a los dos primeros actos de este episodio, las tropas holandesas y las españolas se citaron a media mañana de este pasado domingo en la playa de Los Pelambres para dilucidar de quién sería la victoria. Lo que los holandeses no sabían es que el Tercio Viejo de Zamora tenía un as en la manga. La noche anterior, después de que el almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein ordenara abrir los diques para aislar a los españoles y tras rechazar el maestre Arias de Bobadilla una rendición honrosa, se produjo un hallazgo que cambió la suerte de la batalla. En el momento más crítico de los tercios, uno de los soldados estaba cavando una trinchera y allí recuperó una tabla flamenca con la imagen de la Virgen María. Las tropas españolas decidieron colocarla en un altar y el maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, arengó a sus soldados para luchar encomendándose a la Inmaculada Concepción. El resultado ya es historia.

Con esta recreación de Empel por segundo año consecutivo, Zamora se consolida como ciudad de recreaciones, que en todo momento han contado con una buena aceptación de público a pesar de los elementos.