Hablar de personas con síndrome de Down hace 25 años no era fácil. Al desconocimiento de gran parte de la sociedad, se unía el rechazo de muchos, algo que influía en la forma en la que las familias se enfrentaban a esta situación.

En 1994, cuando se abrió la asociación, cuenta su presidenta, Escolástica Fidalgo, "fue cuando comenzamos a perder la vergüenza y empezamos a enseñar a nuestros hijos. Hasta entonces la mayoría de los padres no querían salir con ellos a la calle". Mucho han cambiado las cosas desde entonces, algo en lo que esta organización también ha puesto su granito de arena. "Ahora nos van conociendo y aceptando". Por eso, dice, lo mejor para cambiar esas ideas preconcebidas "es conocer a una persona con síndrome de Down. Ahí te das cuenta de que son gente buena, amable, cariñosa... que no tiene maldad".

Fidalgo, junto a su marido Gabriel Sousa, actual secretario, fue una de las cinco familias con las que arrancó la organización allá por mediados de los años 90ue una de las cinco familias con las que arrancó la organización allá por mediados de los años 90. Desde entonces, estos chicos y chicas han encontrado en este lugar un punto de reunión. Casi un hogar. Un lugar donde además de amistad, reciben formación y talleres que les ayudan a desenvolverse en su día a día.

"A lo que más tiempo dedicamos", cuenta la presidenta, "es a los talleres de logopedia", una actividad con la que se intenta reforzar lo que han aprendido en el colegio durante estos años. "Lo que hacemos desde pequeños es cumplimentar la formación que reciben en los colegios. Reforzamos lo que aprenden en clase para que no se les olvide e incidimos en ciertos aspectos, como el caso de la logopedia porque a muchos les cuesta hablar bien. Lo importante es que se puedan comunicar de la mejor manera posible".

Su fin último, sin embargo, es lograr que todos consigan la mayor autonomía posible en su día a día. Por esa razón, organizan también talleres para aprender a cocinar, a relajarse o incluso reciben formación prelaboral.

Y es que la inserción laboral es quizá uno de los escollos más complicados a los que se tienen que enfrentar a lo largo de su vida, ya que las empresas siguen siendo reacias a contratar a chicos y chicas con síndrome de Down. Sin embargo, reconoce Fidalgo, las cosas están cambiando y varios han trabajado ya en residencias de ancianos. "Hay otro que ahora está en una empresa de telefonía o incluso los hay que han hecho prácticas en algún banco".

Una labor del día a día que ha reportado para los integrantes de la asociación, formado por 31 familias en total, muchas satisfacciones. "Lo mejor de estos 25 años ha sido que vemos que han mejorado en diversos aspectos, como a la hora de expresarse o hacer cosas por ellos mismos". Sin duda, el mejor reconocimiento a este cuarto de siglo de dedicación en el que las familias, voluntarios y empleados "trabajamos y seguiremos trabajando por y para ellos".