Jaime Moreno Monjas es uno de los socios fundadores de la Cooperativa Trabensol, Centro Social de Convivencia, Asistencia y Servicios para Mayores, unas instalaciones asentadas en Torremocha de Jarama (Madrid) en las que cada socio disfruta de un alojamiento particular y de la compañía del resto. Jaime Moreno, encargado de la comisión de comunicación, participará el 26 de noviembre en la jornada "Esperanza Longeva: Mayores Independientes", que está organizada por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA con el patrocinio de la Junta de Castilla y León.

Moreno Monjas, que tiene 83 años, hablará durante su intervención sobre este proyecto de convivencia para mayores.

-¿En qué consiste el proyecto de la Cooperativa Trabensol?

-Es una respuesta a las necesidades que se van presentando por la edad. Es un proyecto privado porque no hemos tenido ayudas públicas de ninguna clase. Todos los socios hemos aportado nuestro patrimonio para comprar el terreno, construir y dotar las zonas comunes. La gente que iniciamos todo este proyecto procedíamos de dos barrios de Madrid, Moratalaz y Vallecas, y después se ha ido apuntando gente no solo de Madrid sino de otros lugares de España.

-¿Qué mensaje quiere transmitir en su ponencia?

-Quiero difundir las capacidades que tenemos la gente y los colectivos, en este caso de mayores, cuando nos agrupamos para hacer posibles proyectos que son muy necesarios e ilusionantes y para servir de referencia a la administración del Estado para que sepa que puede utilizar las capacidades que tenemos los seres humanos para hacer posibles respuestas sociales que son necesarias.

-¿Cómo surgió la Cooperativa Trabensol?

-El nombre de Trabensol quiere decir Trabajadores en Solidaridad. Cuando empezamos a trabajar en el proyecto, primero iniciamos conversaciones en el año 2000 y en 2002 creamos la cooperativa. Después hubo un largo tiempo de búsqueda de terrenos y recorrimos más de cien pueblos. Llegamos casi a Extremadura y finalmente, por una casualidad, llegamos a Torremocha de Jarama, en la comunidad de Madrid. En 2011 pusimos la primera piedra y en junio empezó la construcción. La inauguración fue el 29 de junio de 2013.

-¿Cuántas personas conviven actualmente?

-Somos 54 socios, pero los socios pueden estar formados por una persona o por una pareja, por lo que en este momento vivimos 80 personas. Cada socio tiene asignado un apartamento, con un espacio de 50 metros cuadrados. En ese espacio hay un salón comedor que tiene incorporada una cocina americana, un dormitorio suficientemente amplio como para tener dos camas o una de matrimonio grande y un baño perfectamente acondicionado para personas que pueden tener en algún momento algún grado de dependencia. Está todo perfectamente preparado para que no haya barreras arquitectónicas. La comida del mediodía la hacemos en el comedor común, pero tanto el desayuno como la cena los hacemos en la cocina del apartamento.

-¿Cuentan con actividades?

-Sí, tenemos actividades fijas todos los días y son voluntarias. A las 8.30 horas hay marcha nórdica por los alrededores, a las 9.30 hay chi kung, que si hace bueno lo hacemos en los exteriores de jardín y huerta. También tenemos danzas del mundo, un baño terapéutico para hacer ejercicio en el agua, gimnasio y biblioteca. El comedor es salón de actos y está dotado con pantalla y proyector. Podemos ver películas en 3D y con sonido envolvente. También contamos con otras actividades como taller de memoria, libro-forum, cine-forum, presentación de libros y tertulias sobre temas que afectan directamente al colectivo de mayores como pueden ser pensiones, transporte o residencias y también temas de interés y actualidad.

-¿Qué supone para los socios vivir allí?

-Supone muchas cosas. El colectivo que iniciamos el proyecto habíamos sido gente muy activa tanto en el terreno social como en el terreno político en los años 60 y 70 y por eso nos conocíamos. Teníamos gran confianza unos en otros porque habíamos estado haciendo cosas, por ejemplo en los años 60 hubo compañeros que generaron cooperativas de vivienda y otros en los años 70 creamos cooperativas de enseñanza con profesores, con participación de los alumnos e incluso creamos escuelas de padres. De esa manera, establecimos relaciones, amistad y confianza y cuando llegó el momento de que nos estábamos haciendo mayores empezamos a hablar y nos planteamos que siempre habíamos dado respuesta a los problemas que teníamos. El problema cuando eres mayor es que vas entrando en dependencias y necesitas ayudas, que te atiendan y compañía y eso es lo que hemos hecho en esta cooperativa. Lo primero de todo es que el colectivo llegamos ayudándonos unos a otros, dándonos atención, cuidados y poniendo los conocimientos que tenemos cada uno a disposición de los demás, pero también con la pretensión de que según fueran surgiendo necesidades que no las pudiéramos atender directamente, hacerlo con el contrato de profesionales. Esto también es una parte importante porque si hubiéramos estado en nuestras casas individualmente, esas atenciones las hubiéramos tenido que pagar cada uno. En este caso compartimos el gasto entre todos.

-¿Cómo está constituida la cooperativa?

-Como toda cooperativa tiene una asamblea general y un consejo rector, pero tenemos una novedad y es que tenemos comisiones de trabajo. Están formadas por socios que nos ocupamos de cosas que son de interés en el funcionamiento de la cooperativa. Por ejemplo, hay una comisión socio-sanitaria que se ocupa de la higiene y de la dieta; hay una comisión de jardinería y huerta, de patrimonio, de actividades y una de comunicación. Estas comisiones hacen que todos los socios estemos implicados en el funcionamiento de la cooperativa y todos estamos metidos en faena.

-¿No consideraban factible el acceso a una residencia?

-Es muy difícil el acceso a las residencias públicas porque tienes una serie de puntos que podemos decir que son negativos como estar en buen estado de salud, tener unos hijos que en caso de necesidad te pueden atender y un pequeño patrimonio que es la vivienda en la que vives. Entrar en una residencia privada es imposible porque las cantidades que tienes que pagar superan ampliamente tus capacidades económicas porque todos somos pensionistas. Además, tenemos experiencia con nuestros padres y sabemos que es muy difícil dar la atención que necesita una persona mayor cuando estás trabajando o porque los hijos muchas veces no viven en la misma ciudad que tú. Ante este panorama, la soledad del mayor iba a ser muy grande y eso es justamente lo que hemos superado ampliamente, no solo en la vida diaria sino también en los fallecimientos. Te das cuenta de que en el momento en el que se queda una persona sola aquí se encuentra en el ritmo diario porque no tienes más que salir de la puerta de tu apartamento y ya estás metido en la actividad general que hay en la casa. Eso no te pasaría si estuvieras en tu piso en tu ciudad, ya que a lo mejor fallecía tu pareja y poco a poco te encontrarías solo. Aquí no pasa porque estás acompañado permanentemente.

-¿Animaría a otros mayores a hacer estos proyectos?

-Nos gustaría cubrir las plazas que van quedando vacantes, pero lo que nos interesa muchísimo es que la gente se dé cuenta de que se pueden agrupar, hacer cosas juntos, repartir gastos y que la soledad desaparezca. Además, queremos dar un toque de atención a las administraciones públicas para que se impliquen en esto porque el Estado tiene que cuidar al ciudadano desde que nace hasta que muere y dar servicios.