La muerte, como la vida, acompaña de forma indisoluble al hombre desde su propio nacimiento. Un momento, el de la última despedida, que ha ido evolucionando de forma sustancial a lo largo de la Historia. Rituales, actos espirituales o de recuerdo ha cambiado a lo largo de los últimos milenos. Con motivo del Día de Todos los Santos, y como viene haciendo desde hace unos años, el Museo de Zamora ha organizado una ruta guiada para explicar cómo ha ido evolucionando la concepción de la muerte.

Bajo el nombre "Que la tierra te sea leve", una frase muy habitual en el mundo precristiano como epitafio en las tumbas, la ruta ha comenzado en el Paleolítico, donde, según ha explicado la guía, no se tiene clara qué idea tenían nuestros antepasados remotos de la muerte, ya que no quedan demasiados vestigios. Y es que, al tratarse de grupos nómadas, no existe un patrón de enterramiento por el que los arqueólogos se puedan guiar. Lo que sí que parece claro es que no solían incluir ajuares funerarios, excepto en el caso de algunas tumbas, lo que hace suponer que esa persona contaba con un estatus social superior al resto. "Suponemos que en la mayoría de los casos eran cazadores", ha explicado la guía, ya que se han encontrado piezas votivas (decorativas y sin usar) que dan idea de su importancia dentro del clan, ya que eran ellos los encargados de alimentar al resto con los animales que apresaban.

Tras explicar los ritos en el Neolítico, donde aparecen los dólmenes como lugar de enterramiento común gracias a que la población se asienta, la Edad de Cobre, con una parada en el Cultura del vaso Campaniforme y los ajuares que incluían en estos enterramientos o en la Edad de Bronce, donde fue parada obligada la tumba de una niña de Otero de Sariegos, donde según explicó la guía ,se han encontrado varias piezas lujosas que implican que la zona era próspera debido al comercio de sal, la ruta ha continuado por la época romana, aunque con una parada en los Vetones. Un pueblo que durante el proceso de romanización vio como los verracos que caracterizan su cultura, y que no se empleaban con ningún tipo de función funeraria, se comenzaron a reutilizar a modo de estelas.

Fueron precisamente los restos del paso de los romanos por Zamora los que más expectación levantaron entre el numeroso público que acudió a la cita. No en vano, el museo alberga una reproducción de un enterramiento en Vadillo de Guareña en el que se incluyen los elementos que usaban en sus rituales funerarios. Entre ellos, colocar un plato con comida y vasijas con bebida o aceite junto al difunto para que tuviese sustento en el otro mundo o situarle una moneda de plata en la boca a modo de pago para pasar al otro lado de la Laguna Estigia y pagar así a Caronte.

Ritos y costumbres, sin embargo, que según explicó la guía, corresponden a las clases altas de la sociedad romana. Tanto es así, que, como contó, la mayoría de las estelas funerarias que se conservan en el museo incluyen fechas de fallecimiento de personas mayores de 60 años, una edad bastante avanzada para ese momento.

La ruta continuó por la época medieval, con una parada especial frente a un sarcófago de granito que durante un tiempo fue usado para dar de beber a los animales, para concluir con un repaso al arte y la pintura más actual y a su interpretación de la muerte. Un recorrido por la evolución de la concepción del más allá desde nuestros orígenes que finalizó con una visita a la iglesia de Santa Lucía, almacén de parte de las piezas del museo.