"Chile es un oasis dentro de la región". Las palabras del presidente Sebastián Piñera de hace tan solo unas semanas parece que se volvieron en su contra con la gota que colmó el vaso, la subida del billete del metro en la capital, Santiago. "Lo que partió como una protesta iniciada por estudiantes fomentando la evasión masiva ante el reajuste de esta tarifa derivó en escaramuzas con la policía chilena, degenerando en disturbios muy graves en el metro, dañando un sistema estratégico fundamental que mueve casi tres millones de personas diariamente en la capital", resume el zamorano Iván Calvo, residente en Chile desde hace años, que vive con preocupación el curso de los acontecimientos en la capital.

Los disturbios en el metro son solo la punta del iceberg "de una ola de saqueos, destrucción e incendios, afectando también a otra actividad estratégica del país como es el abastecimiento", explica el zamorano, quien considera que el Gobierno "leyó mal el conflicto social que ha explotado y se limitó a criminalizar los hechos, decretando el estado de emergencia y sacando a los militares a la calle, con la idea de disuadir más que actuar con firmeza, puesto que se continuaron produciendo saqueos e incendios en diferentes supermercados y locales comerciales", relata.

Sobre la sentencia del presidente de que "Chile está en guerra", Calvo apunta que, aunque aclaró que se refería a una batalla contra la delincuencia y el pillaje, "hay algo más de fondo en esta declaración, pues a consideración de fuentes diversas consultadas en el país, toma cuerpo la idea de que un sabotaje tan rápido y destructivo en la red de metro no es fácil de hacer sin una logística y planeamiento previo. Pero aún es algo que se está investigando", revela.

La violencia de estas semanas "ha recibido una condena casi unánime desde todos los sectores de la sociedad, a excepción de los partidos de extrema izquierda", apunta, subrayando que también "se han producido infinidad de manifestaciones pacíficas. Las personas de clase media y baja han salido a la calle a manifestar su descontento con la sanidad, pensiones o educación", enumera. Por eso, carteles como "Chile despertó", "No más abusos" o "La gente se cansó" son habituales.

"Es una irritación de las clases bajas y medias contra una élite desprestigiada, ajena a sus sufrimientos en el día a día, unidos a un gobierno que también es parte de esa élite desconectada con la realidad de la inmensa mayoría de chilenos", considera, apuntando a que es un descontento "legítimo, frente un gobierno inoperante y una oposición poco o nada colaborativa", describe.

Pero ni siquiera los últimos movimientos del Gobierno de Sebastián Piñera, cambiando a gran parte de sus miembros, ha podido frenar los disturbios. "Hay bastante violencia en el centro, aunque el Gobierno ha retirado el estado de emergencia y el toque de queda. El ejército ha vuelto a los cuarteles, pero es preocupante el tema del abastecimiento por tantos saqueos", según las últimas noticias del zamorano, quien reconoce que es una situación realmente complicada y que habrá que esperar para ver cómo evoluciona.