"Estamos completamente desbordados por las visitas". Es la feliz reflexión de Ana María Chaguaceda, zamorana que dirige desde 1989 la Casa Museo Unamuno, junto a la fachada más universal de Salamanca. Esta misma semana, el propio presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recorría las estancias de la casa rectoral en la que vivió y trabajó Miguel de Unamuno, su último morador. Es el "efecto secundario" del estreno de "Mientras dure la guerra", la película con la que Alejandro Amenábar acaba de superar el millón de espectadores. Chaguaceda, experta en la figura del filósofo y pensador vasco, habla con pasión de Unamuno, como si lo hubiera conocido y tratado en persona, como si fuera parte de su familia.

-¿Cómo conocieron el proyecto que barajaba Amenábar sobre Miguel de Unamuno y la Guerra Civil?

-En el año 2016, Alejandro Amenábar visitó la Casa Museo un poco de incógnito. Tuvimos un primer encuentro con su equipo e invitamos a Pablo, un nieto de Unamuno. Tenía las ideas claras y acudía para que le recomendáramos bibliografía. Nos sorprendió mucho que alguien como él se fijara en la figura de don Miguel.

-Es decir, que fueron conocedores privilegiados de los planes del director de cine.

-Exacto. Casualmente, aquello sucedió cuando se iba a estrenar la película "La isla del viento", de José Luis Gómez, dirigida por Manuel Menchón, también sobre la figura de Unamuno, pero con un alcance más limitado. Nos llamó la atención la coincidencia. Amenábar nos contó que había llegado a Unamuno siendo alumno de la Escuela de Cine, a través de Miguel Picazo y su película sobre la novela La Tía Tula. Para él, Unamuno era un héroe. Así nos lo describió.

-¿Cómo siguió el proyecto?

-A Amenábar le interesaban las contradicciones aparentes de Unamuno y su resurgir tras el golpe de Estado. Para documentarse, se llevó nuestra bibliografía y comenzó a venir con frecuencia, al tiempo que hablaba con la familia del pensador. Llegó un momento en el que tenía una visión ya muy completa. Personalmente, me transmitió mucha seriedad.

-¿Qué información tenían de la evolución del proyecto?

-El director nos envió el guion y nos pidió nuestra colaboración para detectar errores o aspectos cuestionables y, más adelante, fuimos comprobando cómo iba cambiando el texto. Así que he tenido la suerte de colaborar activamente en el proyecto, también en la búsqueda de localizaciones en Salamanca para la película. Además, en primavera asistimos a un pase en exclusiva junto con los familiares y el resto de colaboradores. Salimos emocionados y también un poco revueltos, porque la película es bastante dura.

-La cinta era una gran oportunidad para dar a conocer al filósofo, pero también un riesgo si la imagen que se transmitía no era la que ustedes defendían, ¿están de acuerdo con la personalidad de Unamuno que describe el filme?

-Para la gente que trabajamos aquí, la película transmite un porcentaje muy alto de la visión que tenemos. También para la familia. Personalmente, es la primera vez que veo a Unamuno humanizado... por eso hemos sufrido tanto, al punto de saltársenos las lágrimas. Algunas críticas apuntan que se pierde la presencia que el filósofo tuvo en Europa, y es cierto, pero Amenábar no estaba interesado en esa faceta, sino en la visión personal que tenía de su figura. Y el resultado es muy creíble: en "Mientras dure la guerra" es un hombre mayor, viudo, ha perdido a su hija, tiene a sus hijos en el frente y es casi el padre de su nieto; es decir, una persona atenazada que finalmente resurge.

-Dice que ha participado en las localizaciones de la película, ¿le parecen acertadas? ¿Son fieles a la realidad?

-En la Casa Unamuno no se llegó a grabar. La vivienda de la calle Bordadores, donde él vive en aquel momento, sí que existió. Sabemos que Unamuno trabajó en el despacho de la calle Anaya, que sale en la película, y también en el edificio histórico, aunque aquí se traslada el escenario a la biblioteca histórica, donde realmente no tuvo su despacho. La parte de Salamanca por la que pasea está bastante bien localizada. Por otro lado, el domicilio de Atilano Coco no es real -él vivió en la zona de Sancti Spiritus-, pero Amenábar se quedó prendado de la que finalmente sale en la cinta.

-En cuanto a la caracterización de Karra Elejalde, ¿usted, que conoce perfectamente al filósofo por las numerosas fotografías que se conservan, identifica esa imagen?

-Cuando supimos que Karra iba a hacer el personaje, nos llamó mucho la atención. Teníamos en mente a José Luis Gómez, el personaje que lleva desde hace años los monólogos del escritor al teatro. Cuando fuimos a verlo al rodaje, a la escena de la capilla de Atilano Coco, nos sorprendió. Está bastante bien caracterizado. El actor nos confesó, a nosotros y a la familia, que trabajaba con el máximo respeto. Al parecer, el director le había pedido menos fogosidad, al tratarse de un hombre de más de setenta años.

-"Mientras dure la guerra" retrata a un Unamuno superado por los acontecimientos, tras el golpe de Estado. ¿Está de acuerdo con esa imagen de parálisis?

-Creo que Amenábar conscientemente ralentiza el personaje en esa parte de la película, antes del desenlace final. Pero no olvidemos que Unamuno deja todo esto escrito en el manuscrito "Del sentimiento trágico de la vida": está absolutamente cegado con la idea de que la República va a continuar. Cuando sus amigos le recriminan su actitud, les responde aludiendo a la bandera que todavía ondeaba, que no era la monárquica. Está absolutamente engañado, y él reconoce su ingenuidad en sus manuscritos.

-Parece que al protagonista le cuesta darse cuenta del dramatismo de lo que estaba pasando...

-Le cuesta reaccionar ante hechos muy graves como la detención de su amigo Atilano Coco, o la de Salvador Vila, su alumno favorito, o la del ministro Filiberto Villalobos, al que también le unía una gran amistad. Pero es que el enfado con el Gobierno republicano era tal que le cegaba.

-Desde el encarcelamiento del alcalde de Salamanca, Casto Prieto, se ve que el filósofo no tiene suficiente influencia para cambiar el curso de los acontecimientos, ¿fue así realmente?

-Su frustración fue tremenda, no pudo hacer nada. Por otro lado, hay especialistas que dicen que a Unamuno no le ocurrió nada por la repercusión que tuvo Lorca, porque realmente, tras lo ocurrido el 12 de octubre, le podía haber pasado. La gente no paró de escribirle para que interviniera en contra de las represalias en los pueblos, y en algunos casos sí que lo consiguió.

-Desde el estreno de la película, se han sucedido las listas sobre los supuestos fallos históricos del guion. Hay un aspecto especialmente llamativo, ¿aportó Unamuno esas 5.000 pesetas u otra cantidad concreta para apoyar la rebelión militar?

-No se sabe, nunca llegamos a conseguir el recibo. Tampoco aparece en sus libros de cuentas. Así que hay varias posibilidades: la de quienes defienden que se utilizaba a los nombres más conocidos como un factor propagandístico, o la versión de la familia, que pudo dar esa cantidad por miedo. Por otro lado, está la realidad de que el Gobierno está quitando dinero de los funcionarios para apoyar el golpe. El matrimonio Rabaté llegó a decir que había leído en alguna parte que fueron 15.000 y no 5.000 pesetas.

-Según la cinta, Unamuno era un personaje muy popular, reconocido y admirado, ¿fue cierta esa fascinación en la sociedad de la época?

-Cuando cae Primo de Rivera y regresa del exilio en coche a Salamanca, se tiene que bajar del vehículo a la entrada y lo llevan en volandas a la Plaza Mayor. Al jubilarse de profesor en 1934, se le hace una fiesta nacional que dura dos días. En esta etapa de la República está en su periodo álgido. Llena salones en Madrid y allá donde va. Y la presencia que tiene en Europa es impresionante, publica en los mejores periódicos del continente y también en Latinoamérica, donde alcanzó una enorme veneración. Se dice que es el intelectual en el sentido moderno: escribe, pero también combate. El nombre de Unamuno llegó a sonar como presidente de la República, porque, a pesar de sus contradicciones, es un hombre muy valiente.

-Hablan do de las célebres contradicc iones, ¿usted las ve como un demérito o como un valor?

-No las veo como algo negativo. La diferencia entre Unamuno y el resto de personas fue que él hacía públicos esos pensamientos. No se podía callar. Siempre he admirado su pasión en la defensa de algo y, después, el reconocimiento de que se había equivocado. Lo veo como una evolución.

-Vayamos al momento final de su vida, reflejado en la escena más importante de la película, el Día de la Raza. ¿La representación es fidedigna? ¿Fue real el apoyo clave de Carmen Polo?

-Se conservan fotos en las que se ve dónde estaba colocado, sustituyendo a Franco, aunque Amenábar acomoda esa realidad a la película. En cuando a Carmen Polo, está documentado que ella lo admiraba, en particular, en la vertiente de la poesía religiosa. Está menos claro que se reuniera con Franco.

-¿Temió el pensador por su vida tras el discurso incendiario del paraninfo de la Universidad?

-No, no temió por su vida. Estaba en un mundo de sufrimiento tal que no creo que lo hiciera. Su obsesión era su familia y su nieto.

-¿Supuso su "vencer no es convencer" una liberación personal, una reconciliación consigo mismo?

-Efectivamente, fue una especie de liberación.

-Miguel de Unamuno murió meses después de aquello, ¿fue por causa de todo aquel sufrimiento?

-Sin duda, la preocupación y la crispación en las que vive aceleran su final. La pérdida de su mujer le hizo polvo; la hija que muere y la preocupación por Miguelín, su nieto, habían sido ya golpes muy duros. Decae y envejece a pasos agigantados esos meses.

-La Casa tiene contacto permanente con la familia, ¿están conformes con el filme?

-Hubo dos generaciones. Los bisnietos, de unos sesenta años, les encantó. Los nietos salieron revueltos por la dureza de lo que transmite la cinta. Todos la consideran muy respetuosa, pese al sufrimiento, que tampoco podría ser de otra manera.

-¿Cuál cree que es el mayor acierto de "Mientras dure la guerra"?

-Acercar a Unamuno al público medio -el ciudadano que no viene a la sala de investigación- y a la gente joven. Los profesores de los institutos me han insistido en que la película incentiva el interés sobre la figura del filósofo, porque es una historia contada con una sencillez pasmosa.

-Por lo tanto, la literatura o el cine parecen el mejor vehículo de divulgación, pese a las reticencias del ámbito científico.

-Totalmente de acuerdo. La labor del cine es fundamental; por supuesto, somos adultos y sabemos que las películas son ficción, documentada, pero ficción. Amenábar ha conseguido hacer atractivo el personaje.

-El cartel de "Zamora" sorprende en las salas de cine zamoranas, ¿tuvo una relación especial Unamuno con esta provincia?

-Unamuno fue mucho a Zamora, a la que dedicó varios poemas, porque era una persona muy viajera. Pero no tuvo una vinculación especial.

-La cinta acaba de superar el millón de espectadores en las salas del país, ¿qué efecto ha tenido esa repercusión en este museo?

-En las visitas que hacemos, nos interesa transmitir que la casa rectoral fue un hogar y un lugar de trabajo con materiales y mobiliario originales. Nunca fue ocupada y Unamuno la reclamó porque le venía muy bien. Tras él, nadie regresó. De ahí que se hiciera museo. Así que nuestra intención es presentar a don Miguel como una persona normal. La película viene a ayudarnos en nuestro objetivo de presentarlo como un intelectual con una vida apasionante en un entorno también apasionante. De hecho, estamos totalmente desbordados. Hasta ahora, la gente que había venido a vernos tenía la imagen de un hombre atormentado, que andaba a vueltas con la ideología y la religión.

-Actualmente tienen en sus salas a investigadores latinoamericanos, ¿cree que todavía hay mucho de su figura por descubrir?

-Basta con referirse al epistolario, en gran parte inédito. Tenemos varios trabajos sobre el papel de Miguel de Unamuno en la I Guerra Mundial, la relación con las mujeres a través de las cartas o el epistolario con Latinoamérica.

-¿Qué proyectos futuros tiene la institución?

-Estudiamos algunas intervenciones arquitectónicas en el edificio y abrir la casa al público más horas, aprovechando más la demanda de la gente.

-Usted es una zamorana involucrada plenamente en el ámbito cultural, ¿cree que Zamora tiene por ahí un futuro tangible?

-Zamora tiene un potencial increíble en el románico y el Duero. Pero, además, tiene una vida cultural de calidad, tanto en el cine como en el teatro, lo que le falta es la gente. Hay un público de una edad media que está ávida de cultura y ahí está el éxito de la Universidad de la Experiencia; el problema es ganar a los más jóvenes. Salamanca es una ciudad fundamentalmente joven y esa es la diferencia.

-Habla de los jóvenes, sin duda vinculados a la Universidad, ¿cómo se ven desde aquí los llamados campus periféricos?

-Al menos con este equipo con el que yo trabajo más son muy sensibles con los campus. Creo que pasó el tiempo en el que todo se centralizaba en Salamanca.