Mientras una quinta parte de la ciudad se desperezaba para acudir a la Carrera contra el Cáncer, y el resto trataba de esquivar la borrasca que convirtió el domingo en un día desapacible, varios miles de personas, casi todas procedentes de otras provincias de Castilla y León, acudieron al Campus Viriato y a Ifeza para tratar de resolver su futuro laboral. Nada más y nada menos. Con ese objetivo partían muchos de los opositores que se presentaron a la prueba de operario de servicios sanitarios del Sacyl, un examen exigente por el número de plazas en juego. Solo uno de cada 35 inscritos logrará el premio gordo. El resto se tendrá que conformar con la pedrea de los puntos para las bolsas de trabajo.

La ciudad se llenó, por tanto, de opositores dispuestos a allanar su camino hacia el funcionariado. Apuntados había más de 7.300, aunque no todos acudieron a la prueba. Aun así, la sensación en IfezaLos responsables de la organización y de los sindicatos contribuyeron a reducir la tensión solucionando las dudas de los aspirantes y orientando a cada cual hacia su posición.

A las nueve de la mañana, un alto porcentaje de los opositores ya estaba pululando por la zona, aunque todavía faltaban más de dos horas para que la prueba comenzara. De hecho, muchos de ellos tuvieron que padecer una larga y tensa espera hasta que se pudo dar comienzo al examen. El motivo del retraso, la densidad de tráfico en el acceso al recinto ferial, donde debían examinarse más de 4.000 personas. Lógicamente, la mañana no estaba precisamente para bajar a pie.

La prueba de la oposición comenzó finalmente a eso de las once y veinte de la mañana. Hora y media después, todo había concluido. Eso sí, mientras tanto, un grupo de personas, extrañas entre sí pero con algo en común, llenaron los aledaños del recinto ferial y los pasillos y las cafeterías del entorno del Campus Viriato. Eran las parejas, los padres, los hermanos o los amigos de los aspirantes, que aguardaron con paciencia a sus seres queridos hasta que finalmente salieron, cada cual con su estado de ánimo.

Ya con la tranquilidad del trabajo realizado, los protagonistas del examen fueron formando corros para comentar sus sensaciones. La opinión mayoritaria apuntaba a una prueba más sencilla de lo esperado, pero siempre con la coletilla del número de plazas: "Están muy caras", señalaba una vallisoletana. Una de sus paisanas, Luisa Ramallo, subrayaba que "los puntos de la oposición también son importantes" y aludía a la espera como "el momento más duro". "Casi me duermo de los nervios", señalaba.

Por su parte, Izaskun Ríos expresaba sus dudas acerca del nivel de dificultad: "Eso es muy relativo", resaltaba, aunque dejaba claro que su ambición era lograr la plaza: "Hay pocos puestos, pero he venido a aprobar", advertía. Izaskun se examinaba en la primera planta de la Escuela Politécnica, el mismo recinto donde la salmantina Elena Vergel sufría por el "hambre" que había pasado durante los minutos previos al examen, ya dentro del aula: "Mi nota va a ir condicionada por eso", exclamaba divertida, tras reconocer que había viajado a Zamora para "ver cómo era la experiencia", antes de asaltar más adelante el objetivo de "lograr una plaza fija".

En la misma línea se manifestaba Ángel Sánchez tras salir de la prueba: "Lo he hecho lo mejor que he podido", aseguraba el opositor, también salmantino, que ponía el foco en los puntos para las bolsas. Como él, muchos asumían que el puesto fijo deberá esperar y que la carrera de fondo de la oposición tendrá continuidad tras el merecido descanso posterior al último esfuerzo.

Poco a poco, ya pasada la una y media de la tarde, los centros donde se celebraba el examen se fueron vaciando. Ahora, a los aspirantes les toca padecer la espera previa a la publicación de las notas. Luego será el momento de celebrar o de persistir.