El actor Carmelo Gómez -ganador de dos Goyas y nominado varias veces a los Max, entre otros muchos reconocimientos en su trayectoria- pisa el escenario del Teatro Principal este viernes acompañado de Ana Torrent.

-Usted vuelve a las tablas del Teatro Principal con el montaje "Todas las noches de un día".

-Es una historia donde está presente la muerte. Es la historia de un tórrido amor, de un amor imposible que no se puede producir por condiciones intelectuales, sociológicas y de todo tipo, como suceden en las obras de Lorca, escritor al que el autor de la obra, Alberto Conejero, ha estudiado en profundidad. Es la historia de un jardinero que ha estado enamorado profundamente de una mujer a la que cuida, pero no es un amor entendido como un amor con correspondencia ni tan siquiera platónico. Es alguien que se dedica a cuidar de sus plantas, como puede cuidar a cualquier ser en la Tierra que necesita ayuda. Vamos viendo el desarrollo de ese hombre y de esa mujer a lo largo de los años dentro frente al afuera, la sociedad. Hay un caso policial. Los agentes aparecen y comienzan las preguntas que ayudan al espectador. El misterio constituye la trama de la obra, pero el peso está en el conglomerado de emociones que encierra el texto de Conejero. Es una obra que parece sencilla, pero es muy potente. Se trata de un montaje que se recuerda.

-¿Es un ejemplo del poder de la palabra como evocación?

-Es un texto muy cuidado, pero la dramaturgia no se sustenta en la trama sino en las palabras que tienen un alto nivel poético que es apto para las personas a la que le gusta la poesía, que se dejan llevar por las emociones y el placer de las palabras, por una escenografía evocadora... teatro puro y duro.

-Ese lenguaje poético cobra vida a través de Ana Torrent y de usted.

-Entre los dos hay una excelente sintonía. Entre los dos llevamos el tempo de la función, que no está cortada por acciones. Es una escena tras otra, por lo que entre los dos tiene que existir una compenetración grande y yo he tenido esa suerte. Ana es una mujer con mucha experiencia que no es competitiva, como me ha pasado con muchos compañeros que sí lo son y al final cada uno trabaja solo. Aquí hay una sintonía enorme, lo que me ha ayudado a relajarme desde el primer minuto de ensayo. La unión es fundamental para esta obra.

-Este teatro de las emociones sin esa conexión ¿sería posible?

-Se haría, pero sería complicado. Cada uno trabajaría un distinto registro, lo que se ve muchas veces sobre los escenarios frente al equipo que es lo que tiene que primar. Es un fenómeno que ha sucedido siempre porque los actores estamos expuestos al público, a los demás, lo que nos hace perder la razón de por qué lo hacemos. Si nos remitimos a Bauman, y su modernidad líquida, él habla del yo contemporáneo que se ha puesto a luchar contra el otro porque hemos perdido la idea de que el yo se construye con el otro. Nos hacemos más desgraciados creyendo que con la competitividad y la lucha, con engañar al otro para convertirse en el líder a ojos del jefe se resuelve la vida. Pensamos que vamos más hacia el norte cuando lo que hacemos es ir más hacia el sur. Uno cree que por tener un premio lo tiene todo, y nada más lejos de la realidad y lo dice uno que se ha llevado muchos. (Risas).

-En la obra está a las órdenes de Luis Luque.

-El director nos ha dado la posibilidad de que seamos dueños del espacio. Él concibe que todo lo que hay alrededor del proyecto es creativo. Nos ha dado libertad para tomar decisiones incluso diarias. Tienes derecho a hacerlo porque cuentas con el apoyo del director. Además, es el texto de su amigo y lo conocía bien, de repente el texto apareció en la productora, lo leí y tomamos la decisión de hacerlo.

-¿Qué le impulsó a dar ese paso?

-Había un teatro de la palabra, un teatro experimental, una historia con amor, que puede ser el componente comercial, pero es poesía y es un momento para abrir las mentes al público. Decía Lorca que al público hay que domarle con altura, a veces contradecirle e incluso a veces, atacarle. Al público hay que ampliarle los horizontes, una tarea laboriosa. Siempre es minoritario aquel que da un paso firme fuera del círculo que se ha marcado como norma.

-El papel de Samuel es el que usted defiende. Háblenos de él.

-Es un personaje más de los que he hecho. Es un hombre con cierta fragilidad, lo que ya he interpretado en más ocasiones, pero me suponía un reto porque tiene una cantidad enorme de texto. En tres momentos tiene monólogos largos. Es un personaje que está cerca de mí porque vive un momento de fractura, porque está muy vinculado al campo, mi entorno natural, porque es una persona a la que le cuesta encontrar alguien con quien estar más de media hora (risas). Me identifico en todo eso, pero no comparto su obsesión por aislarse del mundo. Yo cada vez tengo más ganas de encontrar cosas excepcionales y realmente las localizo.

-Alude a saber por qué se actúa. ¿Qué le mueve ahora a seguir en la interpretación?

-Estoy en esto porque me da más vida que la vida. La vida para que pase un acontecimiento reseñable que yo pueda escribir en un papel tienen que pasar cinco u ocho días, mientras que en el escenario pasa media existencia en treinta minutos. El escenario es un tsunami, es una montaña rusa de emociones, es un lugar de sentimientos y pasiones donde cada minuto vale y eso no lo encuentro en otro espacio.

-¿Ni siquiera en el cine?

-No me interesa. Hace tiempo que no hago cine porque se hace muy poco y es de unos pocos por lo difícil que resulta hacerlo. Además, se ha puesto al servicio de las necesidades televisivas por lo que se ha convirtiendo en una "tv movie" permanente. Se trabaja, se rueda y se construyen los guiones como si fueran cartón piedra y yo francamente no las quiero hacer ni, ni las pienso hacer. No obstante, ahora voy a hacer un pequeño papel que me ha pedido que haga un amigo para un proyecto interesante. Este personaje va a ser media hora de rodaje, no es una manera de volver sino confirmar que la cámara me quiere y que yo la quiero. No quiero regresar al cine.

-¿Por qué?

-He sufrido mucho por la forma en la que se rueda y con las pruebas llevadas a cabo por la figura del director de casting, los "castineros", que han ido quitando de en medio a todo aquel que tiene ideas propias por conflictivo. A mí comenzaron a hacerme pruebas y no las pasaba. Tras 48 películas, parecía que yo no sabía actuar. (Pausa). Muchos actores tienen miedo y optan por tener un comportamiento blanco, pues hay que caer bien para poder trabajar. Esta nueva figura nace como resultado de las necesidades que tienen terminados productores de algunas televisiones y series. Yo soy uno de los señalados que han sido eliminados, pero ya me siento mucho mejor y con el teatro disfruto mucho.

-¿Volverá al otro lado? ¿Volverá a dirigir?

-La interpretación es un cuerpo a cuerpo que decía Federico García Lorca. La dirección la he sopesado, pero cuando la realicé tuve un mal resultado. Lo hice en provincias, que a nivel cultural y, sobre todo, teatral, tiene mucho que recorrer. En provincias se está mirando a ver qué se hace en Madrid, se está pendiente de lo que culturalmente se hace en Madrid. Cuando haces teatro, por ejemplo, en Pamplona en la ciudad no se da la más mínima importancia.

-¿Podría cambiar?

-No en absoluto. Es algo sistémico. No podrá cambiar hasta que no se descentralice el poder. No podemos esperar que el panorama cambie cuando los políticos no se ponen de acuerdo y están seis meses discutiendo sobre con quién hablar. No podemos esperar de ellos ningún cambio.

-Ha mencionado a Lorca en varias ocasiones. ¿Cuál es su relación con el poeta?

-Es un autor al que admiro mucho. Desde hace varios años tengo un recital de Lorca y no puedo salir de él. Hasta leo sus conferencias. Además, me gusta mucho la poesía y desde que conocía sus versos no he podido salir de su red. Es un dramaturgo que tiene una perspectiva de la vida maravillosa. Todo poeta es un visionario y en su caso lo fue. Incluso intenté llevar a cabo una Bernarda Alba yo, pero el proyecto no pudo llevarse finalmente a cabo.