A veces es bueno vivir en una de esas burbujas a las que las noticias llegan con dificultad. Así, en ocasiones te pierdes las buenas nuevas, pero evitas -aunque sea por un tiempo-, las malas. Tardé en enterarme que José María Gamazo Largo, "Joyco" -el primero en usar ese nombre comercial-, y Chema en mi familia, se estaba yendo poco a poco. Desgraciadamente José nos dejó hace unos días, y lo hizo con la misma discreción que le caracterizó siempre.

"Joyco" (acrónimo de José y Conchi, y que titulaba aquel pequeño local en Víctor Gallego -que posteriormente regentó Pío Martín Boyano-), fue siempre un pionero. Todo un referente en la historia de la fotografía y el vídeo en esta provincia. A él le debemos el primer documental que se hizo sobre nuestra Semana Santa (posteriormente vendrían muchos). Y fue uno de los promotores del primer canal de Televisión Zamora en la década de los 90, tras la frustrada experiencia televisiva desarrollada en las Ferias y Fiestas de San Pedro de 1990, que no pudo ver la luz por unas inoportunas trabas burocráticas.

Chema fue uno de esos espejos en los que mirarse y, de pequeño, siempre quise parecerme a él. A "Joyco" y a mi padre, Juanma, amigos de juventud, les debo mi mirada fotográfica, disciplina con la que tanto disfruté, a la que tantas veces he sido infiel, y a la que siempre regreso -aunque sea con la cámara del móvil-. Pero lo más importante, a ellos y a su amistad, debo también el conocer esta provincia como la palma de mi mano. Con Chema recorrimos todas y cada una de las comarcas de esta tierra: pueblos, paisajes, fiestas populares, arquitectura tradicional, fauna y flora, excursiones que forjaron mi carácter humanista, alimentaron mi incansable curiosidad e hicieron de mi un viajero compulsivo. Los primeros "Días de la Comarca" en Aliste (me viene a la memoria el celebrado en Palazuelo de las Cuevas), las innumerables romerías de Sanabria y de otras comarcas, los espantes de Fuentesaúco o Guarrate, las fiestas de la Vendimia en Toro o las numerosas mascaradas de invierno. Rutas que se materializaron en aquellos primeros calendarios temáticos editados por la Diputación Provincial, y en los primeros fondos documentales -sobre cultura popular zamorana-, de la Caja de Zamora, y que hoy dan forma al archivo del Museo Etnográfico de Castilla y León.

Largas jornadas de exploración y conocimiento de nuestra provincia, hiciera el tiempo que hiciera porque el plazo de entrega apremiaba -en esto nos parecemos mucho-, a bordo de su Citroen CX Palace primero, y posteriormente de su Jaguar (no recuerdo el modelo). Pasado el tiempo pienso que no era el mejor coche para dedicarse a las exploraciones etnográficas rurales -años después él también lo pensó y se pasó al todo-terreno-, pero daba igual: Chema era "genio y figura".

La fotógrafa, Queca Campillo, llamaba a un político, al que había tenido que fotografiar en numerosas ocasiones, el "me cago en la elegancia", porque por mucho que ella intentara sacarlo mal, él siempre conseguía salir airoso del retrato. Nos contó esta anécdota en unas jornadas de fotoperiodismo en Madrid, y cuando la escuché no pude por menos que acordarme de Chema. Solo él podía ir de ruta fotográfica tan elegantemente vestido y regresar sin una sola arruga: pantalones de vestir, camisa blanca con gemelos, gafas y esa barba tan característica, que unida al Jaguar, motivó que en varias ocasiones le confundieran con un Juan Guerra -por aquel entonces implicado en una trama de corrupción-, intentando pasar desapercibido por las tierras del Lejano Oeste.

Mis padres ya eran aficionados a estas correrías provinciales, así que el conjunto intersección con Chema y su familia, constituyó una amalgama perfecta, que hacía que mis fines de semana siempre fueran singulares -y diferentes al resto de mis compañeros de colegio-. ¿Recuerdan aquella rifa infantil que culminaba teniendo que señalar un lugar que hubieras visitado -y que ningún otro niño del corro conociera...-? Pues bien, durante años arrasé con Santa Cruz de los Cuérragos (mucho antes de que se pusiera de moda). Era difícil competir conmigo en esa lid gracias a aquellas excursiones.

Chema con las cámaras y mi padre con los mapas (no he conocido mejor guía en Zamora), constituían un fantástico equipo. Y yo dando mis primeros pasos fotográficos, siguiendo la estela de mi padre y con Chema como maestro y juez (que mal me sentó el día que me dijo que no merecía la pena pasar una de mis diapositivas al carísimo positivado en "Cibachrome"). En la parte de atrás del coche (benditos tiempos en los que no nos obsesionaban con la seguridad), Conchi, su mujer; Maribel, mi madre; Quique, su hijo pequeño, con el que tantas veces me pegué -y con el que tantas veces me castigaron por enredar más de lo conveniente-, y un servidor. El pasado mes de marzo invitado por el ayuntamiento de Carbajales, a pronunciar la "Exaltación de la Capa Parda de Alba", recordaba mi primera visita a la villa, acompañado de mi padre y Chema, en una de esas salidas fotográficas, en aquella ocasión a una concentración comarcal de vírgenes convocada con motivo del Año Mariano de 1988.

Con Chema aprendí a ser un poco "sibarita", a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida; a entender que comer bien implica mimar la materia prima y el proceso de elaboración; con él aprendí a entusiasmarme con las cosas sencillas de nuestro entorno, como la alfarería popular, las máscaras, las cerraduras de las casas populares -a las que mucho tiempo después dediqué alguna investigación-, o las simples texturas de un palomar arrumbado de Tierra de Campos. Su estudio en la calle Príncipe de Asturias, repleto de objetos extraños, era como una de esas "cámaras de las maravillas" de los primeros coleccionistas del siglo XVIII, un espacio absolutamente fascinante para mí.

Con el tiempo nos perdimos la pista, él se enfrascó en nuevos proyectos audiovisuales, relacionados fundamentalmente con la caza y la pesca (por los que recibió varios galardones), y yo me sumergí en los laberintos propios de la juventud; pero volvimos a encontrarnos, y a trabajar juntos, esta vez ya para el Centro de Estudios de la Emigración Castellana y Leonesa de la UNED de Zamora, en la producción del documental "Memorias de un Sueño: la emigración castellana y leonesa a América", realizado para la exposición homónima, que el centro estaba organizando para la inauguración de la nueva Casa de Castilla y León de México D. F..

No cabe duda de que José María Gamazo merece, y debe tener, un lugar en la historia cultural de esta provincia, pues su obra forma parte cenital en la iconografía de una Zamora, la de los años 80 y 90, que comenzaba a abrirse al mundo a través de las acciones del recién creado Patronato Provincial de Turismo, y el buen hacer de la Obra Social y Cultural de Caja de Zamora, y de otras instancias como el diario "El Correo de Zamora".

Afirma Alejandro Ballesteros, el protagonista de "La Tempestad" de Juan Manuel de Prada, que "cuando hablamos de un amigo muerto (...) estamos hablando de nuestra propia muerte, de esa parte de nosotros mismos que el otro se lleva consigo y se extingue con él". No le falta razón, sin duda, Chema se ha llevado consigo una buena parte de mi infancia.

Chema, amigo, maestro, como decían los antiguos, que la tierra te sea leve (sit tibi terra levis).