Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, entidad que sitúa el aprendizaje como eje del desarrollo de todos los aspectos fundamentales de la vida, visitó esta semana el colegio que gestiona desde hace más de dos cursos, el antiguo María Inmaculada, en la capital para tener diversos encuentros con profesorado, alumnado y familias, tres ejes fundamentales de la enseñanza que se imparte en el centro.

-¿Cómo ha sido la evolución del colegio en estos cursos en los que la Fundación Trilema se ha puesto al frente?

-Creo que ha sido una evolución tremendamente positiva. Solamente hay que ver el colegio. Hemos hecho con los profesores un gran equipo, con mucha ilusión y una pasión que se respira en las aulas, donde se ven muchas ganas de aprender. Es muy emocionante ver a los niños con tanta ilusión.

-¿Qué ha sido lo más complicado de la adaptación, con este cambio de metodología?

-Lo más difícil es mantener siempre ese nivel tan alto de exigencia. Cuando empiezas, el cambio es muy visible y se mete mucha energía, pero luego es muy importante mantener un nivel de exigencia constante, con cada nuevo proyecto y que cada uno de ellos tenga tanto input de los profesores.

-¿Los padres entendieron desde el principio esta nueva metodología educativa para sus hijos?

-Nuestros mejores embajadores son los niños. Evidentemente, al principio había una cierta incertidumbre, porque fue un cambio rápido en un colegio, además, de religiosas. Fue un cambio drástico, pero después de tres meses, cuando visitaron el colegio y escucharon a los niños, tan orgullosos de mostrar a sus familias lo que avanzaban, es lo que ha generado una confianza grande. Así que no fue difícil, de hecho, creo que este colegio ha sido de los más sencillos para poder hacer todo este cambio.

-¿Es muy positivo abrir las puertas con la celebración del aprendizaje cada cinco semanas a las familias?

-Viene un poco del lema de nuestro patrono, José Antonio Marina, quien asegura que para educar a un niño hace falta una tribu. La escuela tiene mucha posibilidad de generar tribu, esa complicidad. Hoy en día creo que todos los tenemos hijos sabemos que es muy difícil educarlos solos, de ahí el lema de este año: "Juntos mejor que solos". Si al final se junta la familia, la comunidad local, las instituciones y la escuela, podemos hacer fuerza para educar bien en un mundo que cada vez es más complicado.

-¿Cuál es la base de su metodología?

-Descansa en que el centro del cambio y de la innovación es el aprendizaje de calidad. Aprender más, aprender mejor y aprender para más tiempo. La base está en toda nuestra investigación sobre la mente humana, cómo funciona para estimular el aprendizaje de una manera más eficaz. Hay cosas que se hacen bien, pero hoy sabemos cómo explicar mejor, cómo utilizar otro tipo de estrategias y recursos y combinarlos con la tecnología e investigación. No se trata de romper con todo, sino aprovechar lo que ya funciona bien y hacerlo mejor.

-¿En cuántos centros se imparte esta nueva forma de enseñar?

-Ahora tenemos seis colegios y además llevamos la metodología en una red, denominada Escuelas que Aprenden, que se compone de 47 centros en toda España además de Colombia, Chile y África.

-¿Qué trabajo debe hacerse con los profesores para que se adapten a esta nueva metodología?

-Lo fundamental es que todos los miembros de la fundación somos profesores, no se trata de una entidad abstracta. Somos profesores trabajando con profesores y creo que esta es la primera clave. La segunda es una formación permanente de calidad. Cualquier educador necesita estar al día constantemente de todo lo que la investigación va aportando. A mí me gusta comparar la educación con la medicina.

-¿En qué sentido?

-Si estuviéramos curando con la medicina de hace veinte años, evidentemente, sería algo totalmente ineficaz. Sin embargo, todavía muchos piensan que hay que seguir educando con las herramientas de hace veinte años. Creo que el maestro, como el médico, tiene que estar constantemente estudiando, aprendiendo, evolucionando para ayudar cada vez mejor a los niños. Por eso, la formación permanente para nosotros es fundamental, es generar un equipo que aprenda junto. No solo aprenden los niños, sino también los profesores.

-¿Esa retroalimentación es positiva?

-Aprendemos constantemente, sobre todo de los niños con los que, en otros momentos, habríamos tirado la toalla. Creo que es muy interesante y en este colegio tenemos un porcentaje muy alto de niños con necesidades de todo tipo. Es mucho más gratificante para los profesionales el ver que estos niños avanzan tanto. Hay ejemplos de alumnos que han entrado hace tres semanas y que hoy están en el aula con una actitud muy distinta en un corto periodo de tiempo, con ganas de aprender. Los profesores aprendemos cuando vemos crecer en el sentido más pleno de la palabra a cada uno de nuestros alumnos.

-¿Sería necesario también cambiar el modelo formativo del propio profesor desde las facultades?

-Hace falta una reforma muy profunda de la carrera docente. Lo he escrito con José Antonio Marina en el Libro Blanco, donde ya proponíamos el MIR educativo. Ahora hemos logrado que eso pase a ser una propuesta de las políticas públicas. Es fundamental que la formación de los maestros pase por un modelo de aprendizaje similar al de los médicos, igual que ellos pasan una temporada formándose en un hospital. En la universidad hay que estudiar, y mucho, desde psicología evolutiva hasta neurociencia o didáctica, además de estar al día de todo lo que la innovación que nos está aportando. Pero la docencia es una mezcla entre un arte y una ciencia, hay una parte que hay que estudiar dentro de las universidades, pero hay otra que es fundamental, el vivir dentro de una escuela, porque hay que vivir el proyecto, el equipo y el claustro, entender cómo se trabaja con la familia y ese rol social que hoy tienen los maestros de cara a la comunidad. Son muchas cosas que no se pueden enseñar en un aula, sino que hay que aprender conviviendo con los profesores.

-¿Qué ha cambiado en las aulas en los últimos 20 años para que tenga que haber una revolución en la metodología?

-Han cambiado las aulas, pero sobre todo el mundo fuera de ellas. Y ha cambiado el papel de juega la escuela en el ámbito de la socialización infantil. Hace veinte años, los niños venían a instruirse a la escuela, nadie esperaba también una tarea educativa, sino solo instructora. Hoy eso lo hace Google y no necesitamos tanto que la escuela dé la información, porque es muy accesible, sino que necesitamos que la escuela construya la mente, que convierta esa información en conocimiento. Es muy importante el cambio de rol en el aprendizaje, pero también por la complicación social, la evolución de la familia, la desestructuración con la que muchos niños llegan, la escuela cobra un papel mucho más relevante en la parte educativa y la dimensión afectiva, moral y espiritual de los niños. En el futuro, eso va a cobrar mucho más peso, el papel de la escuela va a ser fundamental a la hora de educar en dimensiones como la salud integral, el equilibrio emocional, el bienestar y la felicidad personal. Y eso va a estar en manos de los educadores de una manera diferente. Va a cambiar su rol.

-Las nuevas tecnologías son ya indispensables en el aula, ¿cómo se han introducido de una manera tan esencial?

-Porque es el lenguaje de nuestros alumnos. Nosotros tuvimos que pelear con el lápiz y el papel y ellos tienen que pelear ya ni siquiera con el ratón, sino con el pulgar. Hay que enseñarles a mover ese pulgar como nos enseñaron a mover a nosotros el lápiz. Es algo fundamental de lo que no podemos evadirnos. No tenemos muchos recursos, nuestro centro es humilde, pero hemos insertado gradualmente tecnología y vamos a hacer proyectos con ella. Hay que aprender a vivir con ella y educar su uso.

-¿Incluso teniendo los móviles en el aula?

-Es un debate reciente y yo estoy totalmente en contra de que se prohíba el uso de los móviles en el aula. Creo que hay que aprender a usarlos porque los niños llevan el móvil en el bolsillo y la escuela está para educar. Si hacemos de las escuelas recintos aislados del mundo, cuando salgan al mundo no sabrán moverse. Entiendo que tiene sus riesgos, que complica la tarea del profesor, sobre todo en Secundaria, pero el educador tiene que ayudar a que los alumnos aprendan a usar de una forma éticamente responsable la tecnología. No creo que por prohibir el móvil en un aula vayamos a evitar el ciberbullying; lo que hay que hacer es un buen programa de intervención educativa, que eduque moralmente a los alumnos en el respeto y la tolerancia con el móvil. Eso sé que está muy discutido y es complejo, pero creo que se puede articular el uso y los tiempos del móvil en la escuela. La prohibición total no la veo.

-¿Qué tipo de medidas han tomado en sus colegios?

-En algunos de nuestros centros hemos habilitado pajareras donde dejan el móvil al entrar y cuando lo necesitan para buscar información o algún juego, lo cogen. Y si suena no pasa nada. Hay que enseñar a alejarlo cuando no toca y a mirarlo cuando toca. Es importante, aunque no es fácil, así que no me inclino por las prohibiciones.

-Otro problema con el que hay que lidiar es el fracaso escolar, ¿qué se puede hacer para reducir ese porcentaje?

-Hay que hacer una reforma profunda del sistema. Creo que, al nivel de microcosmos, en nuestras escuelas se ha reducido considerablemente, básicamente porque la personalización y que el sistema responda el ritmo y evolución de cada niño es fundamental. Esa flexibilidad y la profesionalidad de los docentes pueden hacer mucho en este sentido, pero, por otra parte, el sistema requiere una reforma muy profunda del currículo, que es tremendamente obsoleto y todavía arrastra muchos lastres del pasado, como las metodologías o los modelos de evaluación y medición. Y luego, una vez llegado a la adolescencia, está la FP, que requiere una dotación mucho más amplia y una reforma profunda. Sería muy útil que se flexibilizara su oferta, no solo que se dotara económicamente, para estimular la creatividad y la colaboración entre las empresas privadas y los centros educativos de una manera más valiente. También es necesario un cambio estructural en la forma de concebir la Secundaria.

-¿Sobre qué aspectos?

-Hay que desterrar del imaginario colectivo que repetir es una solución. Está demostrado que la repetición de curso no sirve para nada, no tiene ninguna eficacia, pero sigue en el imaginario social. Y hay un error pensando que el fracaso solo hay que abordarlo en Secundaria, hay que hacer una restructuración muy profunda de los primeros años de Primaria, donde se entrenan las funciones ejecutivas, la mente para el aprendizaje y se previene muchos problemas que luego pueden desencadenar en fracaso.