En dos intensas décadas, la ciudad de Pontevedra se ha convertido en una de las más seguras para los peatones. Se trata de un empeño político que se ha visto reflejado y poco a poco desarrollado a través de numerosas iniciativas que han tenido como objetivo principal poner a las personas por encima de los vehículos. Conocedor de primera mano de esa transformación es Daniel Mancelle Díez, jefe de la Policía Local de Pontevedra, quien desgranó este ambicioso programa de seguridad vial dentro de las actividades enmarcadas en las jornadas Infancia y Movilidad en Zamora, que se desarrollan durante todo este mes de octubre en el Palacio de la Alhóndiga. En su charla, apuntó todo este cambio tanto cultural como social y, por supuesto, urbano, que ha logrado que Pontevedra haya apostado por una movilidad sostenible y además segura, ya que se ha reducido a cero las muertes por accidente de tráfico.

-¿Cómo se tomó la iniciativa de realizar esa transformación del tráfico en Pontevedra?

-Este proyecto empezó a materializarse en el 99, con el equipo que gobernó a partir de ese año. Llevaban doce años en la oposición trabajando su programa con medidas relativas a la ciudad y tenían muy claro qué querían: hacer una ciudad para las personas. Para ello, había que recuperar mucho espacio público que estaba dedicado íntegramente a los vehículos, como aparcamientos y carriles de aceleración. Había que devolvérselo a los ciudadanos.

-¿En qué sentido es una ciudad pensada para las personas?

-En la medida en la que se puedan desplazar a pie, no solo en coche. Una ciudad donde se pueda vivir, sin aire contaminado y sin ruidos, no excluyente ni segregada. El nuevo equipo de Gobierno decidió que tenía que transformar la ciudad inmediatamente y en un mes peatonalizaron todo el centro histórico, cerrándolo al tráfico con vallas. A partir de ahí, empezaron a hacer una reforma sin precedentes y recuperaron el centro histórico en tres años.

-¿Cómo fue acogido por la ciudadanía?

-Lo cierto es que muy bien, aunque hubo sus problemas al principio. La gente no lo entendía y los cambios siempre dan miedo. Eso de no poder entrar con el coche en según qué sitios no era visto en algunos sectores con muy buenos ojos. Pero la idea cuajó y empezó a expandirse todo ese modelo de recuperación de espacios, sacándoselo a los coches y devolviéndose a los ciudadanos.

-¿Qué lugar ocupa ahora el vehículo en Pontevedra?

-Circular se puede hacer por toda la ciudad, pero es un tráfico muy restringido. Y, sobre todo, no se puede aparcar. El anillo exterior de la ciudad son avenidas con dos carriles por sentido, pero con tráfico muy calmado y en el resto de la ciudad lo que se encuentran son plataformas únicas o carriles de tres metros. El resto son aceras muy anchas o bulevares.

-¿Dónde radica el éxito de este proyecto?

-Se centra en tres patas: recuperar los espacios, restringir el tráfico y, finalmente, calmarlo. Porque es incompatible la primero sin lo segundo. De hecho, incluso se incrementaría la posibilidad de riesgos. En las plataformas únicas lo que hace es invertir la prioridad. En cualquier calle, la prioridad es el coche y los peatones se meten a cruzar por sitios determinados, los pasos de peatones, porque son considerados como estorbo para que los vehículos vayan de manera fluida.

-¿Y cómo se logró restringir el tráfico?

-Se hizo un diagnóstico de los tráficos que hay en la ciudad y existen tres. El de paso, que va de una ciudad a otra por el centro y no tiene mucho sentido, así que, jugando con las direcciones y complicando las líneas rectas de cruce, se ha disuado a una cantidad importante. El otro gran aporte de tráfico es el denominado de éxtasis o agitación, que es el que busca aparcamiento. Todo el mundo que va a un determinado sitio tiene la expectativa de aparcar justo a la puerta y eso no se consigue nunca, así que se opta por el mal menor, que es buscar aparcamiento en esa manzana o en una segunda o tercera. Así hay una cantidad de tráfico buscando aparcamiento que es inconcebible, tocando el claxon y a bajas velocidades. Finalmente, está el tráfico imprescindible para que la ciudad funcione: los residentes que llevan su coche al garaje, aunque esté en la zona monumental; los negocios que deben recibir su mercancía y los hoteles que deben facilitar el acceso a sus clientes. Jugando con el esquema de estacionamiento, las direcciones únicas y el tráfico de necesidad hemos reducido el tráfico al 90%. Cifras que en el centro sube del 70% y en el ensanche se acerca al 60%.

-Por último, toca calmar el tráfico, ¿con qué medidas?

-Se han llevado a cabo desde la supresión de semáforos en el centro de la ciudad, porque es una ciudad para el peatón y él tiene preferencia, hasta las plataformas únicas, calles sin aceras, con todo al mismo nivel, donde el coche debe ir despacio. Tenemos también más de 400 pasos de peatones elevados con dos finalidades: por un lado, porque queremos una ciudad igualitaria así que todos los ciudadanos tienen derecho a moverse y así lo puede hacer una silla de ruedas, un niño y un anciano que arrastra los pies. Además, se consigue que estas personas no tengan que bajar un escalón para cruzar la calzada y así no se entre en el terreno del coche. También hay rotondas ajardinadas, para quitar la visión que se tiene del de en frente y limitar así la velocidad, que está reducida 30 kilómetros por hora, mientras que en plataforma únicas es de 20 kilómetros por hora, aunque se bajará a diez próximamente.

-¿Qué impresión se lleva el visitante?

-Se han logrado resultados espectaculares y recibimos muchas visitas. A casi todo el mundo le sorprende lo de la prioridad invertida, ya que por resorte se aparta para dejar pasar el coche. En Pontevedra están acostumbrados, pero también es cierto que, si recuperas los espacios, pero no los revitalizas, el coche vuelve a campar a sus anchas, así que se ha hecho una inversión de muchos años para revitalizar los espacios, potenciando el comercio local y con actuaciones gratuitas en los espacios públicos desde cine a conciertos, durante todo el año. Se han traído al centro de la ciudad actividades que normalmente se hacía en las afueras.

-¿Este modelo sería trasladable a una ciudad como Zamora?

-Ambas ciudades tienen una fisionomía similar. Son pequeñas, llanas y compactas, en el sentido de que tienes los servicios bien accesibles en una distancia pequeña a pie. El equipo de Gobierno, partiendo de esa realidad, ha optado por cargarse el tráfico de vehículos a motor sustituyéndolo por el caminar y para eso se ha rediseñado la ciudad y se han recuperado los espacios públicos para la gente. Esta filosofía de reducir espacios para que los coches no puedan circular es aplicable a cualquier ciudad del mundo, siempre a su escala y Zamora sí que podría adaptarlo a su entorno sin problema.