Las asociaciones automovilistas señalan a la falta de conservación de la red de carreteras secundarias como causa principal del repunte de accidentes de tráfico en la provincia de Zamora. Los datos objetivos dictan que el número de siniestros ha ido en aumento en los años recientes y la cifra de fallecidos anualmente se ha instalado en torno a la veintena. Pese a que los últimos accidentes mortales se han registrado en las autovías A-66 y A-52, la realidad es que la siniestralidad crece exponencialmente en carreteras secundarias afectadas por un mal estado del firme o por el tránsito de fauna. Ambos problemas, junto con la presencia de tráfico pesado, afectan a la N-631, una de las vías sobre las que más reclamaciones de mejora se han realizado. Sin embargo, el dinero no termina de llegar. La política es actuar más donde mayor tráfico se registre, por lo que la despoblación afecta también de manera directa a esta cuestión.

Los datos de la Dirección General de Tráfico son demoledores para las provincias poco pobladas. Y es que, el riesgo de sufrir un accidente es diez veces mayor en territorios como Zamora, Soria o Huesca que en grandes capitales como Madrid o Barcelona. La proporción de fallecidos en cuanto a la población así lo atestigua. Atendiendo a las cifras de los últimos años, las carreteras de Zamora registraron veinte fallecidos en el año 2016, veinticuatro en el 2017, dieciocho el pasado año y en lo que va de este curso ya son diez las víctimas mortales, como así aseguraba el subdelegado del Gobierno, Ángel Blanco, tras el siniestro que se cobraba tres vidas la pasada semana entre las localidades de Montamarta y San Cebrián de Castro.

Una vez más, las asociaciones de automovilistas señalan a la red secundaria de carreteras como la más peligrosa. La falta de conservación y el cruce de animales generan situaciones de inseguridad que pueden derivar en accidentes. En el territorio zamorano, la Diputación Provincial gestiona más de 1.500 kilómetros de carreteras clasificadas en provinciales, vecinales y locales. En el caso de la Junta de Castilla y León, la red se expande a través de más de 1.100 kilómetros de carretera. En ambos casos, las instituciones van arreglando poco a poco el firme de las vías, aunque a menudo no resulta suficiente para eliminar los peligros que genera una mala conservación del asfalto, que es el problema más recurrente que se encuentran los conductores.

El Estado, igualmente, es el encargado de gestionar las principales carreteras que vertebran el territorio. A las autovías que cruzan la provincia por todos los puntos cardinales hay que sumar unos quinientos kilómetros de carreteras nacionales que nunca han dejado de estar en la picota. Las más cuestionadas por su peligrosidad son la N-122 entre la capital y la frontera portuguesa, así como la N-631 entre el embalse de Ricobayo y Rionegro del Puente. En el caso de esta última, se trata de 56 kilómetros en los que aparece un firme completamente bacheado por tramos y la presencia de animales que generan no pocos problemas a los conductores. Existen tramos limitados a 70 kilómetros por hora para tratar de reducir al máximo el peligro, pero el Estado no ha tomado determinación alguna para mejorar la vía más allá de avisar mediante señales verticales de que, efectivamente, el firme se encuentra en mal estado.

Respecto a la N-122, las críticas son constantes a cada accidente que se produce. El último con carácter mortal se registró este verano y las voces volvieron a clamar por la conclusión del desdoblamiento a través de la autovía A-11. Esta carretera se prolonga durante 129 kilómetros en la provincia de Zamora desde su entrada por la comarca toresana hasta que llega al límite con el país vecino. Sin embargo, es el tramo entre la capital y la frontera portuguesa el que más peligro genera por la acumulación de vehículos y el tránsito de camiones. Los términos municipales de Trabazos o Fonfría son lugares de alta siniestralidad y el tramo urbano de Alcañices no deja de ser peligroso para vehículos y peatones. Sin embargo, pese a los reiterados anuncios de los diferentes gobiernos centrales, la conclusión del tramo de autovía sigue aún en el aire.

Regresando a la estadística de siniestralidad de la Dirección General de Tráfico, cuyos datos ha recogido el diario El País, la realidad es que las carreteras de la denominada España vaciada acumulan más riesgo de muerte al volante que las de las grandes ciudades. En proporción de víctimas mortales por habitante, la provincia de Soria es la que sale peor parada de estas cifras, seguida muy de cerca por Huesca. A continuación aparecen Zamora, Ávila y Cuenca. Estos cinco territorios, que claman contra el olvido y luchan contra la despoblación, acumulan una ratio de fallecidos en carretera que es diez veces mayor que en provincias súper pobladas como es el caso de Madrid o Barcelona. Las carreteras más transitadas son las que cuentan con una mayor conservación y eso condena a territorios con un menor volumen de población y, por lo tanto, de tráfico en sus vías, como es exactamente el caso de la provincia de Zamora.