La fiesta duró horas. Más de lo que alguno pretendía, a buen seguro. Pero la ocasión lo merecía. Centenares de zamoranos se reunieron en torno a la estrechísima calle de Los Herreros para honrar a la Virgen que permanece durante todo el año en una hornacina sin que nadie le preste mucha atención. Desde el mediodía hasta bien entrada la madrugada, quien aguantó, esta nueva edición de la icónica fiesta diurna de septiembre sirvió para abandonar la oscuridad de la noche y pasar un rato entre amigos y compañeros a plena luz del día. Y los bares, grandes protagonistas, también pusieron de su parte, dando de comer y de cenar a los presentes. Porque no todo va a ser beber.

La celebración comenzó pasadas las doce del mediodía, cuando la comitiva más madrugadora de la jornada se concentró en torno a la plaza de Sagasta para acudir en procesión hasta aproximadamente la mitad de la calle de Los Herreros, donde se encuentra la virgen del mismo nombre. Allí se produjo la ofrenda floral que dio inicio a la fiesta. Las pañoletas moradas comenzaron a florecer por todos los lugares y los bares empezaron a servir el vermú acompañado de un pincho al módico precio de dos euros por bebida y consumición. En algunos sitios, claro.

Un año más, fueron legión los establecimientos hosteleros que se unieron a la fiesta e hicieron de anfitriones para los centenares de zamoranos que no quisieron perderse una celebración que cada año gana más adeptos, tanto en el público joven como en el no tan joven. La jarana vivió su momento álgido a la hora de comer, aunque no fueron pocos quienes se quedaron por la zona para disfrutar de la música durante toda la tarde y parte de la noche. El éxito de esta fiesta diurna está garantizado y los ciudadanos lo demuestran con una afluencia de consideración, como así ocurrió a lo largo de la jornada de ayer. La Virgen de Los Herreros despierta pasiones y el futuro está más que garantizado mientras que los bares así lo quieran.