"A don Gregorio le ha marcado profundamente la cruz de la enfermedad. Padeció largo tiempo insuficiencia renal y diálisis, luego tuvo que abordar el trasplante. Padeció la operación y la recuperación fue transcurriendo entre esperanzas y la lentitud y cuando parecía que había alcanzado una fase de vivir saludablemente llega un diagnóstico abrumador cáncer agresivo y con paso acelerado", declaró el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez en la homilía de las exequias del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán. La patología, conocida hasta ese momento únicamente en el círculo más cercano del prelado, sorprendió a miles de feligreses que abarrotaban el primer templo diocesano.

El presidente de la Conferencia Episcopal también mencionó que "ha llevado las llagas de Jesús en su cuerpo". "Qué duro es querer servir a las personas confiadas a su ministerio y verse limitado e impedido para poder hacer lo que desee y lo que otras personas le solicitan", pero "siempre es posible la esperanza también en el umbral de la muerte porque el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo se actualiza", aseveró.

Blázquez aludió a que el prelado era originario de la diócesis de Madrid, a cuyo presbiterio perteneció desde 1971, y recordó que en la Catedral de Zamora recibió la ordenación episcopal el 4 de febrero de 2007. "La catequesis fue el campo apostólico más cultivado y al que dedicó don Gregorio mayor atención pastoral, tras estudiar catequética en el Instituto Católico de París y fue maestro de muchos catequistas". Pidió, además, por la diócesis de Zamora, "diócesis hermana de la Valladolid en la comunión católica y por pertenecer a la misma provincia eclesiástica" para que "en medio de la oscuridad el Señor conceda la gracia de ser como lámparas encendidas" y deseó que "pronto recibáis un nuevo obispo que como buen pastor aliente y abra caminos y se preocupe de que nadie se pierda y quede rezagado".

Tras la comunión el hasta ahora vicario general de la diócesis tomó la palabra. José Francisco Matías Sampedro describió a monseñor Martínez Sacristán como "sencillo en las formas y firme en los principios" y señaló que "ha pretendido ser el padre y pastor de todos". Concretó que "la visita pastoral era momentos privilegiados para encargarse del pueblo" y lo hacía "desde la entrega personal, en más de un momento con las fuerzas mermadas, debido a que su enfermedad casi no lo dejó ni asentarse en su ministerio, desde la protesta al desamparado, muchas veces por parte de las instituciones, que vive mucha gente zamorana que nos está llevando a vivir de la nostalgia y el lamento". El colaborador del finado reconoció que el prelado sufrió por el condicionado "en algunas facetas" de su ministerio por la enfermedad y señaló que "se ha sentido siempre uno de nosotros compartiendo los gozos y las desdichas de la gente".