En la iglesia de san Andrés vinculada al Seminario de San Atilano, con el que el obispo de Zamora Gregorio Martínez Sacristán se sentía muy unido, acogió ayer, desde las 11.00 horas y hasta las 23.00 horas, su capilla ardiente por la que pasaron centenares de personas, tanto católicos practicantes como no tanto, que quisieron despedirse del prelado.

Con una sencilla oración, presida por el rector del Seminario, Pedro Faúndez, el primer sacerdote que ordenó durante su episcopado de Martínez Sacristán acompañada por el último diácono Juan José Carbajo, se abrió la vela anunciada sonoramente por el repique de muerte de obispo, realizado por miembros de la asociación de Campaneros de Zamora.

Ante el altar se encontraba el féretro de monseñor, que portaba mitra y la casulla que utilizó el día de su ordenación sacerdotal, un presente de recibió de su pueblo natal, Villarejo de Salvanés, que tiene bordada la imagen de la patrona de la localidad, la Virgen de la Victoria de Lepanto. Los restos mortales del prelado estaban flanqueados por dos coronas, una de su familia y otra de la Diócesis de Zamora para, en las inmediaciones, ubicarse la infinidad de flores enviadas por colectivos de Iglesia. En los bancos más próximos al ataúd se ubicaron los familiares del fallecido acompañados por el vicario general de la diócesis, José Francisco Matías Sampedro, y del secretario particular de Gregorio Martínez, Esteban Vicente Hernández.

Desde la apertura del velatorio muchos fueron los fieles que se acercaron a expresar su pésame por la pérdida a los más allegados. Otros se santiguaron ante el féretro o bien optaron por orar en los bancos de la iglesia. Entre las primeras personas que mostraron sus respetos al obispo de Zamora estuvo José Tomás Santiago, quien fuera abad de la Hermandad Penitencial de las Siete Palabras. "He venido a despedir a mi amigo", afirmó al tiempo que mencionó la relación especial del prelado con la Hermandad. "Bajaba el Martes Santo y oficiaba la misa" previa a la procesión e incluso "un año, que el recorrido era un poco más largo, desfiló con nosotros y en más de una ocasión me lo recordó", concretó el semanasantero en tanto que una mujer, no asidua a la iglesia, decía, en las puertas del tempo: "Es el obispo de Zamora y había que venir a despedirle y si puedo mañana (por hoy) iré a san Ildefonso".

El estrecho colaborador del obispo, José Francisco Matías Sampedro, remarcó que "era un hombre muy cercano con una vida austera y una dedicación a la tarea ministerial de 24 horas al día porque creo que cuando dormía estaba con la preocupación de la tarea que se le había encomendado que era el dedicarse a la gente sencilla, más allá de parafernalias y boatos que le repateaban. Quería pasar desapercibido, por lo que en algunas ocasiones no acudía a algún acto" lo que "ha podido ser malinterpretado por algunos sectores o algunos grupos". A Martínez Sacristán le preocupaba "la despoblación" del medio rural, "la atención pastoral que se pudiera realizar con la escasez de sacerdotes y animaba a los celebrantes de la palabra" figura que él puso en marcha y que ronda el centenar de personas, y "el Seminario".

Funeral del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán

La celebración exequial del obispo comienza hoy con un responso en la iglesia de San Ildefonso, a las 11.30 horas, para luego ser llevado su féretro a hombros por colectivos de Iglesia hasta la Catedral de Zamora, donde tendrá lugar una misa presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez. Al funeral del prelado, que recibirá sepultura en el trascoro, han confirmado su asistencia, entre otros, el cardenal de Madrid, Carlos Ossorio y el cardenal emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, amigo del fallecido.