Hasta el sepelio de monseñor Gregorio Martínez Sacristán la diócesis la ha asumido el vicario general, José Francisco Matías Sampedro y a continuación "Roma marcará el itinerario a seguir", aclaran fuentes diocesanas sin aventurarse a aporta una fecha para el nombramiento de un nuevo obispo, un proceso que puede dilatarse.

El abanico de posibilidades que se abre tras el entierro pasa por que la Santa Sede , al estar la Nunciatura vacante, opte por realizar el nombramiento de un administrador apostólico, es decir que "un obispo de una diócesis vecina se encargue de manera interina del gobierno de la diócesis de Zamora", mientras que una segunda opción sería el nombramiento de un administrador diocesano que "se produciría en la propia diócesis de Zamora", lo que implica que se convoque al Colegio de Consultores para que entre los sacerdotes lo designen. Este organismo lo integran los sacerdotes Pedro Fagúndez Mayo, Antonio Jesús Martín de Lera, José Francisco Matías Sampedro, José Antonio Prieto Rodríguez, José Ángel Rivera de las Heras, Luis Miguel Rodríguez Herrero y Luis Fernando Toribio Viñuela. Estos presbíteros pueden designar como administrador diocesano de Zamora "a cualquier sacerdote de la diócesis mayor de 35 años".

La diócesis zamorana ha contado ya este siglo con un administrador diocesano. Tras el traslado de Juan María Uriarte a la sede episcopal de San Sebastián, en enero de 2000 y hasta que se nombró al siguiente obispo Casimiro López en 2001, la responsabilidad recayó en el entonces vicario general Agustín Montalvo, actual párroco de San Lázaro en la capital.