Desde el 22 de julio de 1968 hasta el año 1975 funcionó en un ala de la prisión provincial de Zamora, en la carretera de Almaraz la conocida como cárcel concordataria, donde el régimen franquista encarceló a los curas díscolos con la Dictadura, bien por sus simpatías con el independentismo, bien por sus homilías poco acordes con lo que la Iglesia oficial propugnaba por aquellos años previos a la Transición democrática. Entre los muros de la cárcel concordataria pasaron 54 sacerdotes, todos ellos condenados a graves penas, que podían ir de los diez años a las tres décadas y la mayoría vascos, (43 de total tenían esa procedencia) o catalanes.

Cuatro de estos presos acaban de visitar Zamora, reunidos en la ciudad para grabar algunas de las tomas de un documental que cuenta la experiencia de estos curas que sufrieron de una manera especial la represión franquista, con penalidades en la cárcel de Zamora que iban mucho más allá de lo que la propaganda del régimen transmitía, con una imagen de "presos mimados" que contaban con televisión, calefacción y capilla, aunque "no le hicieron mucho caso".

En Zamora han estado Juan María Zulaika Aizpurúa, Xabier Amuriza Zarraonaindía, Josu Naberán Naberán, los tres vascos y el catalán Eduard Fornés Gili, quienes, de la mano de la productora del documental, Maluta Films, han tenido ocasión de reencontrarse en una ciudad donde vivieron los momentos más agrios de su vida, que puso a prueba también su espíritu de lucha.

Y es que estos presos fueron capaces de cavar un túnel de veinte metros que les hubiera permitido escapar de la prisión a poco que la suerte les hubiera sonreído ese día, 13 y martes, cuando los funcionarios se percatan de que algo no marcha bien al encontrar un saquito de cemento donde no debía haber nada.

Los curas, que vivían en un pabellón totalmente aislado de los presos comunes, tenían ante si un panorama poco halagüeño: "Estabamos allí este que tenía doce años y medio de condena, otro que tenía 22 años y otro que tenía 50, yo diez", comenta Xabier Amuriza "y otros dos o tres que tenían diez o doce años. La primera obligación del preso es huir, jugársela. Se empezaron a barajar las posibilidades. Había fugas en diversas cárceles y eran muy sonadas las de El Lute. Y dijimos, aquí por lo menos vamos a hacer la prueba, aunque sin mucho convencimiento de que resultara. Entonces Naberán y otro compañero que no está aquí empezaron a hacer pruebas para salir a lo Lute, saltando la tapia con cuerdas y eso. Estaba difícil, se desechó esa idea y dijimos, por qué no un túnel". La dificultad de la empresa era extraordinaria: se trataba de excavar un túnel al exterior de cárcel con herramientas del tipo de una cuchara o el gancho de la lumbre. Una tarea, lo sabían, larga y tediosa, pero como dice Naberán "lo que nos sobraba era tiempo". Fue este ingeniero quien ideó el diseño del túnel, un angosto agujero excavado bajo la tierra arcillosa de la cárcel hasta el exterior. El caso es que lo lograron: tenían ya 20 metros excavados, el camino libre al exterior de la prisión e incluso la fecha de la fuga, pero a última hora se frustró el plan.

Todo esto sucedía un 16 de octubre del año 1971.