Los curas de la cárcel concordataria protagonizaron, además del intento de fuga, otras acciones para llamar la atención, sobre todo en el exterior de España, con respecto a su situación, como fueron las huelgas de hambre o un motín, ocurrido el 6 de noviembre de 1973.

"Queríamos ser tratados como presos normales políticos, no como curas en una cárcel concordataria aislados. La primera tanda de la huelga de hambre, en el día 13, se consiguió que nos trasladaran a Carabanchel. Fue una decisión que pensábamos, y así fue, que habían aceptado. Era nuestra principal reivindicación concreta, aparte de lo que contextualizamos en un documento pequeño que salió fuera y fue muy difundido", indican los curas reunidos en Zamora. Sin embargo, "al cabo de una semana en el siguiente Consejo de Ministros, con Carrero Blanco al frente rectificaron y dijeron no, estos otra vez a Zamora". Continuaron con la huelga de hambre con la que "pensábamos que eso se pudiera conseguir pero si no se conseguía teníamos en mente una acción fuerte, que tuviera resonancia desde el exterior porque nosotros desde aquí no podíamos influir en nada".

La oleada de solidaridad se dejaba sentir y los curas decidieron llevar a cabo una acción que llamara la atención. En un breve periodo de diez minutos la emprendieron a golpes con todo lo que pudieron e incendiaron los colchones de la sala donde tenían el dormitorio corrido (no eran celdas). Familiares, periodistas y corresponsales extranjeros estaban sobre aviso para documentar la acción de protesta de los curas desde el exterior de la prisión.

Pese a que la prensa oficial dijo entonces que esperaron con palos y maderas a los funcionarios para enfrentarse a ellos los protagonistas de la historia lo niegan: se entregaron sin resistencia, ya que no pretendían con su acción hacer daño a nadie. El acto de protesta tuvo serias consecuencias en forma de una larga temporada en minúsculas celdas de castigo, donde sólo de noche entraba el colchón.

La llegada de la democracia permitió superar la situación de la cárcel concordataria, aunque los afectados por la represión franquista siguen buscando justicia. En España será difícil que se abra proceso alguno por estos hechos, explica Juan Mari Zulaika, pero sí se abrió una esperanza con la acción promovida por la jueza argentina Servini. Las trabas de la Justicia española mantienen la querella "tres años bloqueada. Ahora dice Martín Villa (el exministro del Interior) que va a ir a declarar voluntariamente a Argentina, pero ya veremos".