Cuentan que su origen está en la Venecia del XVI. Un arte a base de hilo, bolillos y agujas que nace de las manos de los hombres y mujeres que con paciencia y dedicación urden cada pequeño detalle de su labor. Una tradición centenaria que cada año regresa a Zamora gracias al encuentro anual de encajeras.

Más de trescientas se han reunido en la ciudad, en un encuentro celebrado en el Colegio Universitario, al que han acudido mujeres y hombres llegados del resto de provincias de Castilla y León, además de otros puntos de España, como Madrid, Asturias o Sevilla. Un encuentro, que, según la presidenta de la asociación zamorana, Pilar Macías, ha sido todo un éxito, ya que han tenido que limitar el número de asistentes a pesar de que han recibido muchas más solicitudes.

Cuentan muchas de las participantes, que empezaron tan solo por curiosidad, simplemente porque les llamaba la atención el trabajo y que aunque a simple vista parece una labor más que complicada, una vez se tiene práctica, es sencilla si se tiene un patrón. Pero no todas las personas reunidas ayer fueron mujeres. Entre los asistentes, también se podría encontrar algún hombre, como uno venido Salamanca, que cuenta que se aficionó al encaje de bolillos tras acompañar a su mujer a una clase. Horas de trabajo para lograr bordados casi imposibles y que terminó con una comida en un conocido restaurante de la capital.