Las últimas higueras de Zamora despuntan entre las tapias de los patios. Frondosas, hace días que están cargadas de higos. Ellas son los reductos de un pasado que no encuentra sitio en la compacta vida urbanita. Las hojas aún se camuflan entre el verde de algunos patios de la capital. Debemos estar atentos para no pasar sin verlas, algunas ya cargadas de los higos, el segundo fruto de la temporada. Este árbol frutal que puebla todo el país, encuentra en algunos de los patios que aún conserva Zamora los últimos rincones de su cultivo en ciudades. La provincia es junto con León la más importante productora de elaboraciones con esta fruta, que a finales de agosto, comienza su temporada de maduración.

La higuera era uno de los árboles frutales que no faltaba en las huertas. Poco a poco, las casas bajas con patios se fueron convirtiendo en jardines al uso o en edificios, siempre al compás del tiempo del progreso. Son pocas las higueras domésticas que aún se observan en Zamora. La mayoría viven en los patios de Olivares, San Frontis y el casco antiguo, algunas en fincas de las afueras, y solo una en el barrio de la Candelaria. El resto, dentro del término municipal, ya están en las fincas de la vega del río.

Es el árbol de las dos cosechas, y es que la breva y el higo son frutos distintos de la misma madre. La breva, tradicionalmente más apreciada, no es sino el fruto del año pasado que no consiguió madurar a tiempo. Así, los embriones tardíos permanecen en un estado de latencia hasta que vuelven los primeros calores de la primavera, y con ellos, se convierten en brevas. Más grandes y carnosas, pero menos dulces, dan una tímida pista del fruto que vendrá en unos meses, los higos.

Rozando el final de verano, el higo es el fruto real del árbol. Sabroso y dulce, en muchos pueblos de Zamora existe una gran tradición de bocados elaborados con este fruto, como los higos en almíbar o agridulces. Aunque de fruto delicado, la planta es resistente y es capaz de soportar sin mayor problema abanicos de temperaturas extremas de entre los -7 y 40 grados centígrados, clima común en la región. Tampoco necesitan demasiada agua, y prefieren atmósferas secas a los aires húmedos que tienden a pudrir su madera.

Apreciada por su sombra, se lo pone difícil a las malas hierbas que no pueden prosperar bajo ella, y es que su coraza de hojas supone un respiro para los afortunados que, a pesar de los tiempos, aún tienen la suerte de poder disfrutar de tener una higuera en el patio de su casa.