La educación no es único campo del voluntariado europeo. Las temáticas abarcan múltiples cuestiones como la ecología, el patrimonio cultural, la integración social de minorías, la ayuda humanitaria a refugiados, y prácticamente todo lo que pueda imaginarse.

Estos proyectos tienen en común que quienes los disfrutan cambian de mentalidad. Ana lo cuenta así: "abres la mente porque trabajas con gente de todas partes de Europa o del mundo. Conoces culturas y rompes millones de estereotipos, te vuelves más tolerante. Estamos acostumbrados a juzgar desde el punto de vista de nuestra cultura, y el voluntariado europeo sirve para abrir la mente y derribar barreras. Piensas que porque es Europa no cambia nada, pero tenemos mucho que aprender. Por ejemplo, a enfrentarte a situaciones complicadas, a superar la barrera del idioma, de la religión y de las tradiciones. Te vuelves más activa y empiezas a desenvolverte y a tener recursos en todo momento. Se pierde el miedo a estar en otro sitio. Conoces gente, haces amigos y viajas mucho".

Dice del conocido programa Erasmus que es diferente porque "te restringes a tu grupo de amigos españoles, en cambio, en el proyecto estas obligado a estar con gente de todos los países. Convives con personas que no tienen nada que ver contigo".

Sobre Polonia Ana cuenta la gran sorpresa que se llevó una vez instalada, porque el carácter de la gente era muy diferente del que parece en una primera impresión. "Los polacos parecen fríos, pero cuando te conocen te ayudan muchísimo. Notas que el cariño es real y las relaciones fuertes. Son personas cálidas y muy detallistas. Su manera de pensar me recordaba a la de nuestros abuelos, con mucho respeto hacia las tradiciones", y repite que lo más importante que ha aprendido es saber que "necesitamos experimentar para romper barreras".