"Es la primera vez que se hace una exposición así en Zamora". Sebastián Quintanilla ultima los detalles de la muestra de máquinas de coser que se expondrá en las antiguas escuelas de San Frontis, dentro de las fiestas del barrio, que han comenzado esta misma semana.

Es dueño de más de doscientas piezas y no ha querido perder la oportunidad de enseñárselas durante esta semana cultural a sus nuevos vecinos, puesto que Sebastián está terminando de mudarse desde Guipúzcoa, ya jubilado, a una Zamora que confiesa que le tiene enamorado desde que con doce años llegó al internado de los salesianos. "Me quedé prendado de las piedras de la ciudad", reconoce.

Ha vuelto a la ciudad del Duero en numerosas ocasiones, aunque su vida ha transcurrido en el País Vasco y fue ahí cuando, con motivo de la crisis económica de 2008, comenzó su pasión por las máquinas de coser. "Me quedé sin trabajo y le pedí a mi madre que me enseñara a coser, pero cayó enferma y falleció", lamenta. Con la máquina familiar, una Alfa clásica, acudió a una asociación de mujeres para que le enseñaran esta labor y allí estuvo tres años aprendiendo, aunque reconoce que era un "alumno distraído".

Además de coser, la profesora, que curiosamente compartía con su madre fecha de cumpleaños y numerosos rasgos, según subraya, le enseñó a desmontar y limpiar las máquinas. "Aprendí a arreglarlas y engrasarlas y me encantó, así que estuve todo ese tiempo ajustando las máquinas de todas mis compañeras", asegura. Una afición que le ayudó a superar esta mala racha en su vida. "Siempre me han gustado las herramientas y me considero una persona muy paciente, así que, junto con las horas que pasaba como voluntario en la Cruz Roja, los días se me pasaban mejor, estando ocupado", agradece.

Precisamente su labor de voluntario también le granjeó el poder disponer de más máquinas de coser. Las abuelas a las que ayudaba le donaban las suyas con una condición. "Ellas me las daban para que las arreglara y las pudieran usar una familia necesitada. Yo las ponía a punto y luego le daba a su antigua dueña una foto con la mujer que iba a utilizar su máquina, para que viera que se iba a seguir usando", explica. Su extensa colección es fruto de la compra de máquinas en los últimos años, puesto que conocía a mucha gente de su larga carrera profesional como comercial de alquiler de maquinaria.

Compró hace trece años un piso en San Frontis y este verano ha sido el momento del traslado. En su mudanza no faltan las más de 200 máquinas de coser, por lo que está haciendo varios viajes para traerse todos sus enseres. "He tenido mucha suerte y he podido encontrar un local amplio para tenerlas. Además, compré estanterías industriales a una empresa que acababa de cerrar y ahí las puedo ir colocando", explica.

De su extenso catálogo particular se podrá ver en las antiguas escuelas del barrio, a partir de este viernes, una selección de más de medio centenar. "El lugar está muy bien acondicionado y con mucha luz, tiene unas mesas amplias donde se podrán colocar las piezas, de color negro", describe. Algunas de ellas, además, tendrán los muebles originales, con patas de hierro. Sebastián invita a todos los vecinos, de San Frontis y del resto de la capital, a acercarse al barrio para descubrir esta singular colección.