Cuentan los libros que, en el año 1084, en la Cartuja de Grenoble, tuvo lugar un milagro. El domingo anterior al Miércoles de Ceniza, el obispo de la ciudad francesa envió carne a los frailes que ocupaban el recinto. Por entonces, los religiosos se encontraban inmersos en una discusión sobre la posibilidad de la abstinencia perpetua. En ese momento, los frailes quedaron sumidos en un profundo sueño de 45 días, hasta que el prelado, San Hugo, apareció en el lugar. En ese instante, la carne se convirtió en ceniza, y todos lo vieron como una señal para incidir en su vida austera.

Casi 600 años después, en 1655, Francisco de Zurbarán se inspiró en este milagro para pintar un cuadro destinado a la sacristía de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Lo tituló "San Hugo en el refectorio".

Con toda seguridad, el maestro sevillano puso su talento en el lienzo sin sospechar que, otros 300 años después, un grupo de jóvenes zamoranos iba a inspirarse en los frailes de ese cuadro para dar forma al hábito de su nueva cofradía. Eso fue lo que hicieron los hermanos fundadores del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que encontraron en la pintura de Zurbarán los elementos que buscaban para darle otro toque diferencial a su cofradía.

Además, la obra "San Hugo en el refectorio" no es la única en la que aparecen monjes con este atuendo. También los murales ubicados en el Monasterio de la Rábida, en la localidad onubense de Palos de la Frontera, muestran un hábito que los zamoranos harían suyo para incidir en una estética innovadora, rompedora dentro de la Pasión local. Gracias a esta inspiración, los hermanos visten túnica y cogulla de estameña blanca, faja de arpillera y sandalias franciscanas.

"Nosotros teníamos 17 o 18 años y queríamos algo novedoso. Si no, no habríamos fundado la cofradía", explica Félix Gómez, abad de esta hermandad fundada en los años 70 y que introdujo una estética monacal que también se puede ver en otras procesiones de Castilla y León.

De hecho, el historiador Florián Ferrero defiende que La Buena Muerte también pudo inspirarse en el hábito de la Hermandad del Cristo del Amor y la Paz de Salamanca, que se fundó en 1971 en la ciudad vecina. El origen universitario de esta cofradía y el hecho de que sean prácticamente contemporáneas sostienen la opinión del experto, pero Félix Gómez rechaza de pleno esta posibilidad: "El mural y el cuadro de Zurbarán, y los monjes que aparecen, son el origen. El resto no es así", zanja el abad.