El profesor Gutmaro Gómez Bravo ha dirigido el grupo de trabajo cuya investigación ha permitido la publicación de los nombres de los 4.427 españoles fallecidos en el campo de concentración austriaco de Mauthausen. Especialista en la España franquista y la represión durante la dictadura, el historiador desgrana el proceso llevado a cabo, que tendrá continuidad en el futuro.

- ¿Cómo se inició el proceso de publicación de los nombres de los españoles fallecidos en Mauthausen?

-Sabíamos que los certificados alemanes de defunción habían salido de los campos y teníamos información de dónde se conservaban en el caso español. Hace un año, localizamos en el Registro del Notariado diez volúmenes, que el Ministerio de Justicia nos encarga finalmente investigar para cotejar los datos y poder inscribir el fallecimiento de todas estas personas. Es una documentación importante, con un acta de defunción por cada preso, donde se puede comprobar el nombre, el lugar de nacimiento y las fechas. Están redactados en alemán y en francés, y nuestra labor ha sido interpretar la información al castellano. En este proceso está, precisamente, el margen de error. Ahora se abre un periodo para que las familias presenten alegaciones algún cambio. En todo caso, la fuente es muy fiable y la actuación nos sitúa al nivel de otros países que ya han realizado el procedimiento.

-Sin embargo, la mayor parte de las identidades de los españoles fallecidos ya habían trascendido...

-Es cierto que ya había listados de nombres, pero la importancia que le concedemos a este proyecto es que se trata del trabajo más complejo sobre Mauthausen. Tenemos el cien por cien de los libros franceses, la unidad documental entera. Otros archivos contienen documentación parcial, relativa, por ejemplo, a la fecha de ingreso.

-Y, además, no se han conformado con esta información, sino que han vaciado otros archivos, ¿no es cierto?

-Más allá de los libros, en este mismo registro hay documentación sobre otros españoles implicados. En este caso, hemos tenido que cuidarnos de que no estuvieran duplicados. Nos hemos encontrado con presos que, o bien carecían de registro de entrada, o habían sido trasladados a otros campos. Por eso, hemos tenido que realizar un seguimiento individual.

-La entrega de la documentación de Francia a España prueba que el país vecino se preocupó más de los españoles muertos que nosotros mismos...

-Francia cumplió con el mandato tras la liberación de los campos, tras los juicios de Nüremberg, mientras que España ocultó la documentación. En realidad, el Gobierno galo se preocupó de buscar a los muertos en un momento difícil.

-¿Cómo es posible que esos diez volúmenes hayan permanecido ocultos, olvidados, desde los años cincuenta, cuando fueron recibidos por el Gobierno español?

-El franquismo ocultó la información, ni siquiera acusó recibo. El Régimen siempre mantuvo que no entró en la Segunda Guerra Mundial y esto prueba que sí participó. Después de la dictadura, sí que permanece la incógnita de por qué ha dado luz a estos volúmenes. No creo que se haya ocultado deliberadamente, pero lo que es innegable es que esta información tiene el mismo problema que el resto de archivos que no se desclasifican, catalogan y se pone a disposición de los investigadores.

-Franco ocultó los registros, pero podía haberlos hecho desaparecer y no lo hizo, ¿no le resulta paradójico?

-No hubiera tenido ningún problema en hacerlo, como otros papeles que eliminó. Al tratarse de documentación notarial enviada por el Gobierno francés, quizá podía haber incurrido en un enfrentamiento diplomático.

-Hoy por hoy, ¿podemos decir que ya se conocen los nombres de todos los fallecidos en los campos de concentración nazis?

-Podemos decir, prácticamente, que tenemos el 99 por ciento de los presos muertos en Gusen-Mauthausen. Hay un tanto por ciento que hay que corroborar en otros campos, donde están las mayores incógnitas. Sobre Mauthausen hay bastante luz, pero también es cierto que, tras la liberación, hubo españoles que se hicieron ciudadanos franceses, con una identidad distinta. En todo caso, ingresaron en los centros alemanes con la documentación que les habían cogido de los recintos franceses. Eso quiere decir que es información muy fiable. El proceso de catalogación alemán en la entrada era muy estandarizado, también el francés. Tras la liberación, la cuestión era más complicada.

-Mauthausen se conoce como el "campo de los españoles", ¿no hubo exiliados en otras cárceles alemanas?

-Fue muy menor. En el caso de Auschwitz, el número de fallecidos fue testimonial.

-Los muertos en otros campos, ¿se incorporan también a este listado?

-Nosotros los hemos segregado, para aislar los fallecidos en el "campo de los españoles". Ahora tenemos una base de datos que hay que cotejar y coordinar con otros archivos europeos.

-Así que este proyecto no llega a su final, sino que acaba de comenzar...

-Exactamente. Hemos intentado hacer algo serio, homologable, con todo el rigor posible. Porque no se trata de una cuestión opinable, a nosotros no nos interesa incorporar un nombre u otro.

-Usted y el grupo de profesores de la Universidad Complutense, ¿qué han sentido en el ámbito más personal cuando manipulaban las actas de defunción de estos más de cuatro mil españoles?

-Profesionalmente, para nosotros este trabajo es muy importante. No todos los días tienes acceso a esta documentación, tras cuyos pasos estábamos hace tiempo. Es decir, que es una satisfacción personal doble. Pero claro, no estamos contando kilos de cosas. Cuando comienzas a indagar en la documentación, identificas a hermanos entre los fallecidos con un par de días de separación, presos muertos que procedían del mismo pueblo... empiezas a sentir que, por mucho que intentes separar lo profesional de lo personal, esto te llega al corazón.

-Los familiares critican que este paso llega tarde, pero, al menos, reconocen que hoy sus seres queridos tienen nombre y apellidos.

-Nosotros siempre defendimos que la investigación podía aportar nombre y apellidos al número que los alemanes habían puesto. Lo hemos cumplido y es importante para las familias ver que los fallecidos están en un listado oficial, no por ahí dando vueltas.

-Usted ha escrito mucho sobre el franquismo y la represión durante el Régimen, ¿cree que este procedimiento es ya un acto de reparación frente a una deuda tremenda con los deportados?

-Es una tragedia humana muy dura. Esta gente sufrió la guerra, la persecución y la denigración jurídica. Perdieron incluso la condición de víctimas. Hoy podemos hacer un trabajo con todos los medios, sin sobrevalorar los hechos, pero sí como parte del fenómeno del exilio. Quizá este sea un camino para orientar lo que debemos hacer en el caso de la Guerra Civil. Ponerles nombre a los fallecidos en un lugar concreto tampoco es aplicar coordenadas tan complejas.

-Este gesto se produce en el ochenta aniversario del exilio republicano, ¿cree que este tipo de actos nos ponen ya en la senda correcta para reconciliarnos con el pasado?

-En el ámbito del conocimiento, estamos avanzando mucho. Si hablamos de reparación, la sociedad ha mejorado y soy optimismo. Si nos referimos al llamado exilio interior, me parece mucho más complicado porque hay un verdadero trauma de por medio.