Mejorar el entorno urbano es una de las cuestiones más complicadas a las que se tienen que enfrentar los ayuntamientos. Reformas de espacios públicos, recuperación del patrimonio abandonado, lavado de cara para las instalaciones municipales... Obras que, como la lluvia, nunca llegan a gusto de todos. Las últimas décadas en Zamora han sido de importante trasiego urbanístico. La ciudad arrancó el siglo XXI con actuaciones de consideración que causaron gran controversia entre la ciudadanía. El tiempo pone cada acción en su justo lugar y es por eso que ahora se puede realizar una evaluación sobre el acierto o el desacierto de estas medidas. Desde el Casco Histórico hasta las Tres Cruces. Desde el Hospital Provincial hasta Cabañales. Estas fueron algunas de las remodelaciones más polémicas que la capital ha vivido a lo largo de las últimas dos décadas.

Apenas se estaba estrenando el nuevo milenio cuando la demolición de las aceñas de Cabañales sacudió la calma de la ciudad. "El derribo no es completo, porque quedan los cimientos", dijo el entonces teniente de alcalde, Ángel Macías. La realidad es que aquel ataque hacia el patrimonio de los ingenios del Duero fue un episodio que ha pasado a la historia como un ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas. El objetivo era salvar las aceñas de la ruina y lo que ocurrió fue que acabaron reducidas a escombros y reconstruidas; unos molinos de corta y pega. El derribo estuvo en el filo de la navaja de un posible delito contra el patrimonio, aunque finalmente no llegó la sangre al río. Tan solo quedó la vergüenza de haber destruido unos de los inmuebles más significativos de la historia fluvial de Zamora.

Un par de años antes de este episodio para olvidar, el parque de San Martín de arriba se sometía a un auténtico lavado de cara para la construcción de un aparcamiento subterráneo. Hubo que esperar más tiempo, concretamente una década, para que la administración dirigida entonces por Rosa Valdeón ejecutara la urbanización definitiva de la plaza. Los árboles y la tierra dejaron paso a las piedras y un entorno en el que actualmente es complicado encontrar una sombra. El vandalismo se ha cebado con el mobiliario y la oficina municipal allí instalada está completamente infrautilizada tras haber intentado en numerosas ocasiones, sin éxito, otorgarle alguna función. De espacio verde en el Casco Histórico ha pasado a lugar apartado y de paso.

Pasaron los años y en 2006 tuvo lugar una de las reformas que más han contribuido a modificar el paisaje urbano de la ciudad de Zamora. La calle de Santa Clara fue completamente levantada para sustituir las icónicas baldosas rosáceas por granito de Sayago, como se anunció tras conocer al proyecto ganador de la remodelación. Sin embargo, cuando llegaron los palés, se pudo comprobar que la piedra venía de un lugar un poco más lejano de las tierras sayaguesas. Y es que, en la protección de las losetas se podía leer "made in China", en contraposición con lo inicialmente anunciado. Un pavimento que, pasados los años, se ha podido comprobar que es prácticamente imposible de someter a limpieza.

Pocos meses después de aquello, el Ayuntamiento de Zamora decidió abordar otra obra que levantó no poca polémica. En plena vorágine española de las rotondas antes de la crisis, la capital quiso sumarse con una remodelación integral de la plaza de Alemania. Era el año 2007 y este punto, canalizador de buena parte del tráfico rodado de la ciudad, iba a eliminar el cruce con semáforos para dar lugar a la glorieta. A día de hoy, los incidentes en el lugar son prácticamente continuos, dada la ejecución de la infraestructura en muy poco espacio para los vehículos. En contraposición, los peatones ganaron una buena superficie para el paseo en el lugar donde desemboca la calle de San Torcuato.

Como en un efecto dominó, la modificación urbanística de la plaza de Alemania dio lugar a la peatonalización parcial de la calle de San Torcuato. Una decisión polémica que encontró como principal rival a la Asociación Zamorana de Comerciantes (Azeco. Esta organización se opuso de manera radical a un planteamiento urbanístico que eliminaba los coches de las calles San Andrés, Renova, Sagasta y San Torcuato e incluso publicó una encuesta en la que aseguraba que el 86% de los comerciantes de la zona consideraba que la peatonalización prevista en la zona afectaría directamente a la actividad de sus negocios. La decisión, sin embargo, estaba tomada y era irreversible. Y así se hizo.

La siguiente obra con polémica tardó en llegar siete años. Fue en 2014 cuando el Ayuntamiento de Zamora tomó la determinación de eliminar el adoquinado característico de la calle de las Tres Cruces que había permanecido allí por décadas. Se alegaba que ese tipo de firme causaba demasiado ruido con el tránsito de los coches y que la intervención mejoraría completamente el entorno urbano. La polémica llegó tras el anuncio de Miguel Ángel Mateos, entonces concejal de Adeiza en la oposición, de trasladar el asunto a la Comisión Nacional de Bellas Artes. Alegaba el historiador que el adoquín se remontaba al siglo XIX. Rosa Valdeón, por su parte, defendía que las piedras fueron colocadas en la década de los sesenta. La obra salió finalmente adelante, tanto en Tres Cruces como en Príncipe de Asturias.

Un año más tarde, la sociedad civil se levantó en armas contra la Junta de Castilla y León. La construcción del nuevo Hospital Provincial llevaba consigo echar abajo la capilla situada en el recinto, ejemplo de arquitectura de los años sesenta. Se recogieron firmas, se pidió el "indulto" por parte de los partidos políticos y se hicieron todo tipo de manifestaciones públicas para tratar de salvarla. Sin embargo, la administración siguió adelante con sus planes y el edificio se convirtió en escombros al inicio del verano de 2015. Zamora perdió parte de su patrimonio para habilitar plazas de aparcamiento.

Las polémicas urbanísticas han sido prácticamente continuadas durante las últimas dos décadas, aunque no siempre las decisiones han sido para mal. Muestras hay muchas, como los diferentes procesos de peatonalización en el Casco Histórico o el Puente de Piedra que han derivado en una ciudad más sostenible y amable para con el ciudadano de a pie. No obstante, cualquier decisión de este tipo siempre encuentra oposición y tan solo es el paso del tiempo el que puede juzgar si la remodelación ha sido más o menos acertada para el beneficio de la ciudad.