Mitad italiana mitad española, Elsa Scola Martín soñaba de niña con ser inventora. Ahora, sabe que "los verdaderos inventores son los ingenieros". Nativa digital, forma parte de la generación de jóvenes talentos que en unas décadas liderará proyectos ahora inimaginables. En estos momentos trabaja en una red social de eventos universitarios para centralizar todas las actividades de los campus.También en una pequeña tienda online para productos que no provengan de lugares dañinos, sin plásticos, sin explotación de personas... O en que partir de una aplicación los tickets de las compras se trasladen al terminal del usuario para reducir el gasto de papel. Ahora mismo está inmersa en un máster en Big Data en la Universidad Carlos III de Madrid

-¿Convivimos en el día a día mucho más de lo que pensamos con la inteligencia artificial (IA)?

-Por supuesto, y en todos los contextos. Inteligencias cada vez más en el mercado, como Alexa, los asistentes de nuestros móviles, y campos como el machine learning, es decir el aprendizaje automatizado de máquinas. Es una de las áreas que en la actualidad más se desarrolla. Pretende que las máquinas aprendan solas de forma progresiva a hacer cosas, desde detectar spam en redes sociales, algo nuevo porque antes solo lo detectábamos en el correo, por ejemplo.

-Pese a ser nativa digital, ¿entiende la fascinación que ejerce todo lo relacionado con la inteligencia artificial (IA) y la robótica en la sociedad?

-¡Claro! Yo soy la primera fascinada con todo lo que se puede realizar. Hace cincuenta años esto era impensable. ¿Cómo hubieran podido pensar en que los coches se podrían conducir solos? Creo que las siguientes generaciones van a tratar a las máquinas de una forma muy distinta. Las sentirán integradas en sus vidas y la forma de relacionarse también será diferente

-¿En la exposición de motivos de las leyes de la robótica de Asimov debería figurar el axioma "Nunca construyas un artilugio que sea más listo que tú?"

-En el ser humano es innato tratar de ir siempre un poco más allá. La curiosidad y las ganas de saber más siempre nos ha llevado más allá, como ha ocurrido con el espacio. Eso de que no construyamos algo más inteligente... ¡tendríamos que haberlo pensado antes! (risas).

-Hay expertos que afirman que en dos o tres décadas las máquinas tendrán más poder computacional que el cerebro humano. ¿Lo considera factible?

-Más poder computacional seguro. Si hablamos de cuestiones objetivas, como los cálculos, ya nos superan. Pero no tenemos que asustarnos por ello ni temer a la tecnología porque nos facilita mucho la vida. Como ocurrió en su día con la Revolución Industrial, como tantos cambios en el sistema productivo, al principio se generó miedo, pero al final se crearon empleos distintos para las personas. Y en el futuro sucederá lo mismo.

-Otros especialistas sin embargo dudan de que esta inteligencia artificial pueda llegar a ser tan perfecta como para expresar sentimientos... amor... odio...

-En el futuro podremos lograr que las máquinas puedan desarrollar pensamientos propios. Pero para eso es necesario que antes se puedan comunicar muchísimo con los humanos y aprender de ellos. De ahí que el reto sea ahora tratar de desarrollar inteligencias que tengan un buen reconocimiento de voz, facial... Hay un campo de estudio en el que se plantea cómo hacer que reconozcan nuestras ironías, por ejemplo. Cuando lleguemos a ese nivel aprenderán mucho de nosotros y sabrán si estamos tristes o contentos y relacionarse en función de esos sentimientos.

-El diferencial entre la tasa de crecimiento de la IA y de la inteligencia, digamos, biológica, ¿puede igualarse tanto hasta el punto que nos superen o siempre una tendrá como ventaja los estados mentales?

-Las personas tenemos una inteligencia emocional que a lo largo de la vida cambia. Ahora mismo esa es una de las grandes barreras en la IA para intentar que las máquinas puedan desarrollar lo que llamamos capacidades blandas, todo lo que no sea puro cálculo, es decir sentimientos, emociones, comunicarse con una persona y aprender de ella. Pero estoy convencida de que se logrará, al menos que nosotros percibamos que los robots sienten, eso seguro. Con independencia de que sientan o no, nuestra forma de integrarlos en nuestro día a día lo facilitará.

-Existen también detractores y agoreros de la apocalipsis artificial.

-Todo depende de las políticas que se lleven a cabo una vez que las máquinas se integren totalmente en nuestras vidas. Las máquinas van a llegar a ser muy inteligentes. Que esto nos afecte o no dependerá de las políticas que hagamos. Los gobiernos deben responsabilizarse y darle la atención que merece, porque efectivamente las máquinas pueden llegar a ser peligrosas, como los drones del ejército que funcionan de forma automática. Todo esto avanza a velocidad vertiginosa y los gobiernos deben de estar preparados.

-La IA y la robótica pueden ser la clave de las futuras empresas. ¿Veremos algún día a robots agricultores, por ejemplo?

-Por supuesto, como en otros sectores. En residencias de ancianos de Japón ya hay robots que son como bebés que emanan calor y realizan distintos sonidos. Resultan muy reconfortantes para los ancianos que por ejemplo están más solos o no reciben visitas de familiares. También hay robots que ayudan a levantar a personas y las colocan perfectamente en las camillas. Y en agricultura pueden realizar mediciones muy precisas. Si tenemos un sensor en cada planta podríamos saber sus necesidades en cada momento, si le debería llegar más o menos sol...

-No hablemos de ciencia ficción. ¿Cómo cree que será nuestra relación con las máquinas en 20 años?

-Lo más presente será la domótica, la inteligencia artificial en casa. Eso en los próximos años será lo normal. La nevera nos dirá si nos falta leche, por ejemplo y que el propio frigorífico te haga la compra.

-La robótica cognitiva que dota a los robots de capacidades como la de razonar, ¿hasta dónde puede llegar?

-El límite lo pondremos nosotros. Las universidades están trabajando mucho en la inteligencia artificial y yo tengo esperanza en que vamos a lograr grandes avances.

-La perfección en la IA, ¿se logrará solo el día en que un robot sea imperfecto como lo es el ser humano?

-Perfectamente imperfecto. Es muy complicado. Yo me dedico a esto y por eso quiero creer que lo vamos a conseguir. Las máquinas también pueden aprender de nuestras imperfecciones. Se ha realizado algunos experimentos con un robot analizando comentarios de alguna red social y al final la máquina termina por ejemplo haciendo un comentario racista o con lenguaje sexista. También influye quién programa. La mayoría son hombres blancos. Si las tecnologías las desarrollan siempre un tipo concreto de personas, al final esas tecnologías perjudican a otros. No es la primera vez que inteligencias artificiales han acusado a hombres negros de un delito que no han cometido.

-Las redes sociales no escapan a la inteligencia artificial y cualquiera se puede encontrar con un anuncio hecho a su medida. ¿La privacidad está más en riesgo que nunca?

-Entre los jóvenes es donde hay más inconsciencia en este sentido. Lo que busques o cuelgues en Internet queda en Internet para siempre. Hay que tener mucho cuidado por ejemplo con las fotos, que te pueden afectar en el futuro. Es cierto que existe el derecho al olvido, pero es complicado. Lo primero es concienciar a los jóvenes para que hagan un buen uso de la tecnología, que nos abren muchas puertas pero nos pueden hacer muy vulnerables. Hay que leer con calma las políticas de privacidad para no consentir ciertas cosas y damos a las empresas muchísima información. Los servicios a través de Internet nunca son gratuitos. Si no lo pagas con dinero lo estás pagando con tus datos. No hay nada gratis. Tus datos ahora mismo están muy valorados para las empresas y valen mucho dinero.

-Es más necesario ahora establecer límites éticos y legales en este campo?

-Sin ninguna duda. Sí. Primero, hay que ver si vamos a dejar que trabajen, que sean independientes. Analizar hasta qué punto queremos que se integren en nuestra vida. La mayor problemática en la computación cuántica está en la seguridad, porque las medidas que nos valen ahora en el futuro no valdrá. Un ordenador cuántico podrá descifrar una compleja contraseña en segundos. Por eso tendrán que cambiar todos los paradigmas de seguridad. Es un problema de seguridad y debemos estar preparados para ese momento.

-La investigadora y escritora Idoia Salazar ha llegado a aseverar que las máquinas "nos podrán reemplazar si las dejamos". ¿Lo comparte?

-No le falta razón. Sin embargo, en el futuro no habrá grandes diferencias entre máquinas y personas. Las relaciones serán mucho más fluidas. Habrá personas que quizá tengan algunas partes de máquina en su cuerpo, igual que ahora existen las prótesis. ¿Qué es ser máquina y qué es ser persona? La diferencia va a ser mucho más fina. La máquina al final es una evolución. Ahora mismo nuestros móviles ejercen como ampliación de nuestra memoria, que no podría memorizar todos los números de contactos. Dentro de unos años lo podrás tener igual pero dentro de un implante en tu cerebro. Siempre que tomemos las medidas adecuadas no habrá problemas, pero insisto en que el gobierno tiene que responder y estar preparado.

-¿Qué ha significado la humanoide Sophia, de la que se empezó a hablar en 2015?

-Un avance muy grande en la integración de la tecnología en la sociedad. Es un gran paso porque también nos plantea cuestiones filosóficas y éticas. A Sophia incluso se le ha dado un pasaporte y una nacionalidad. ¿Qué derechos vamos a dar a las máquinas? ¿Cuáles serán sus obligaciones? ¿Hasta qué punto van a tener autonomía?

-El filósofo John Etchemendy se ha llegado a plantear para qué queremos crear seres humanos artificiales en un planeta de seres humanos. ¿Qué le respondería?

-Lo hacemos porque la curiosidad es más fuerte que nosotros mismos. Y, en segundo lugar, porque es la evolución natural, la de avanzar en conocimientos. La tecnología es la que nos hace avanzar a pasos agigantados.

-Una curiosidad. Dígame, ¿cree en la posibilidad de otra vida inteligente en el universo?

-Por supuesto. Nosotros estamos en un sistema solar y el más cercano se encuentra a cuatro años luz. Tardaríamos decenas de miles de años en llegar con nuestra nave espacial más rápida. Y esa es la más cercana. El universo es enorme y sería de inconscientes pensar que por estadística no hay vida. Yo creo firmemente que existe vida en el universo. Es pura estadística. Otra cosa es que no sea una inteligencia como podemos imaginar. Llegar a conocerla es otra cosa. El ser humano es el mejor robot que puedas soñar. Pero lo más alucinante es que las máquinas las hacemos nosotros, que no se nos olvide.

-¿Cómo aventura su propio futuro?

-Mi futuro no sé dónde estará. No tengo problemas. Ojalá me pudiera desplazar cada tres o cuatro años a un país diferente con necesidades diferentes.