Eva tenía tan solo 18 meses y ya llevaba enferma desde que tenía poco más de un año. "Fue un proceso muy duro hasta que descubrieron qué le pasaba", recuerda su madre, Ana González. "Pesaba lo mismo que una niña de tan solo nueve meses. Parecía un bebé de Etiopía. De esos que ves por la televisión.... Tenía muchas ojeras, estaba muy delgada y siempre de mal humor". Tras muchas visitas al médico, por fin dieron con un facultativo que descubrió que le sucedía. Eva padecía celiaquía. Y su vida, y la de toda su familia, cambió. Porque ser celiaco, lejos de la creencia habitual, no es una intolerancia alimentaria, sino una enfermedad autoinmune.

"Te cambia la vida". En primer lugar, "quitas la harina de tu casa y no entra de nuevo. Todo lo que hay ahora es sin gluten. Es también el momento en el que empiezas a investigar para saber lo se puede o no se puede comer porque hay muchos productos que no tienen gluten de forma natural y otros muchos a los que se los que, sin embargo, se les añade de forma artificial".

En su forma clásica, explica el doctor Carlos Ochoa, pediatra del Hospital Virgen de la Concha de Zamora y especialista en digestivo pediátrico, además de profesor en la Escuela de Enfermería de la capital, "los síntomas van desde la diarrea mantenida hasta la desnutrición". En el caso de niños como Eva, por ejemplo, "se suele diagnosticar porque les cuesta coger peso". No se trata, recalcan los especialistas, de una intolerancia o una alegría, sino de una enfermedad. Es "una reacción autoinmune a la sustancia que se encuentra en el trigo, la cebada o el centeno, y que desencadena una respuesta del cuerpo por la que el propio intestino termina dañado y se debilita".

"Recuerdo perfectamente cómo mis amigas se iban por la tarde a dar una vuelta por Santa Clara y yo me metía en el supermercado a leer el etiquetado. Incluso el día antes de hacer una comida, me tenía que acercar a ver qué productos podía comprar en función de los ingredientes", cuenta Ana.

Y aunque la situación ha mejorado mucho con respecto a hace quince años, Eva sigue sin poder almorzar en el comedor del instituto. "En la cafetería no puedo comprar nada. No utilizan guantes, con lo que aunque hubiese productos sin gluten, podría haber contaminación cruzada", que es, de hecho, uno de los principales problemas a los que se enfrenta en su día a día: la contaminación con otros alimentos por gluten. "Un día les dije a las personas que trabajan allí que era celiaca para que me dijesen que podía comer y su respuesta fue: Celiaquía, ¿y eso qué es?". Por esa razón, en el instituto suele llevar su propia comida. "Si tomo gluten suelo tener una gastroenteritis que me dura una semana. Ya a las pocas horas de ingerirlo empiezo a notar los efectos".

Al final esa es una de las opciones a las que más recurren los enfermos de celiaquía, que prefieren cocinar sus propios alimentos en casa ante la falta de productos si gluten en el mercado -no hay por ejemplo en Zamora ninguna panadería en la que se venda pan sin gluten- a lo que se une el problema de la contaminación cruzada. "Es más complicado ser celiaco en una ciudad pequeña. Nosotros nos hemos hecho expertos en tartas de cumpleaños, por ejemplo. Las tenemos que hacer en casa. En Madrid sí que hay una pastelería especializada en productos aptos para celíacos que es como el paraíso", cuenta Eva.

El mismo problema se encuentran en muchos restaurantes. De hecho, tan solo hay uno en la capital que cuente con el certificado FACE de restauración, que indica que está cien por cien libre de gluten. Sin embargo, cuenta esta familia, cada vez los establecimientos están empezando a tomar conciencia de este problema y ofrecen en su carta productos que los celiacos pueden consumir.

Y eso a pesar de que según estimaciones de la asociación, y tiendo en cuenta que la prevalencia media en la población es del 1%, habría más de 1.700 personas celíacas en la provincia. El principal problema es que el gluten es barato y proporciona sabor a los alimentos. Es por eso que se incluye en muchos más productos de los que uno se puede esperar. "Muchas veces no sabemos ni lo que comemos", cuenta Ana. "Antes cuando iba a la compra, que por cierto sale mucho más cara, tenía que ir con un libro que te daba la asociación FACE con un listado de productos que se pueden comer". También el apoyo de asociaciones como Acecale, la Asociación de Celiacos de Castilla y León, les han ayudado mucho en todo este proceso, complicado en ciudades como Zamora.

Y aunque parece que en los últimos años se ha producido un incremento en el número de celíacos, sin embargo, explica el doctor Ochoa, esto se debe, principalmente, a que antes no se hacían las pruebas necesarias para saber si una persona sufría esta patología. "Si había un problema en la piel, por ejemplo, se trataba ese problema, pero no se hacían pruebas para saber si estaba relacionada con la celiaquía".

Con respecto a las causas, parece que aún no están del todo claras, aunque el doctor asegura que el 20% de las personas que lo sufren están predispuestos por razones genéticas. Es por eso, recuerda, que es importante ir introduciendo los cereales de forma progresiva en la alimentación de los niños ya que es el momento en el que su sistema digestivo se ha desarrollado lo bastante como para permitirle digerir otros alimentos distintos a la leche.

Con respecto al tratamiento, señala el doctor que el único que existe por ahora es la exclusión del gluten de la dieta, aunque se están llevando a cabo investigaciones que en un futuro a medio plazo tendrán resultados.