Diez años han pasado ya desde que Zamora se unió al selecto grupo de ciudades modernistas de Europa. Diez años desde que la entonces alcaldesa, Rosa Valdeón, rubricó el protocolo de adhesión y compromiso del Ayuntamiento de la capital. Desde entonces, tan solo hace falta hacer una búsqueda en internet para darse cuenta de que existen infinidad de páginas que hablan del magnífico patrimonio modernista de la ciudad. Páginas que ensalzan el valor de unos edificios y de una tendencia arquitectónica única en el centro y oeste de la Península Ibérica.

Sin embargo, la promoción por parte del Ayuntamiento ha sido más bien escasa durante estos años. Aunque bien es cierto que el consistorio ha editado un guía en la que se recogen los 18 edificios incluidos en la Ruta del Modernismo y que ha presentado en Fitur, la feria más importante del sector, el patrimonio de la ciudad, las campañas institucionales siguen centrándose en el románico como principal reclamo. Y aunque pudiera parecer lo contrario a la luz de los últimos datos de visitantes el año pasado - se batió récord en el número de personas que visitaron Zamora: 266.589 visitantes, la cifra más alta de la historia-, la mayoría de los turistas siguen viviendo atraídos por el románico. Muchos de ellos, confirman en la Oficina de Turismo, siguen incluso sorprendiéndose al descubrir el pasado modernista de la ciudad. Tan solo se conoce este patrimonio en las provincias limítrofes, como Salamanca o Valladolid. Para el resto de España sigue siendo una gran desconocida, y eso a pesar de encontrarse en un selecto club en el que se incluyen otras capitales como Barcelona, París, Viena o Riga.

Un extremo que confirma Chiara Sportoletti, guía de las rutas ArteDuero que organizan visitas por la ciudad. La mayoría se quedan sorprendidos, señala, aunque una vez lo descubren suelen decir que el "modernismo zamorano es muy coqueto y muy colorido". Sin embargo, señala, falta algún tipo de reclamo. "No hay ningún edificio que se pueda visitar por dentro, como sucede en Barcelona", aunque reconoce que se trata de un tema complicado ya que son viviendas privadas. Sin embargo, sugiere que se realice algún tipo de acuerdo con los propietarios de estos edificios ya que es algo que echan en falta las personas que visitan la ciudad.

"Los edificios de esta ruta no están tampoco identificados de ninguna manera, ni cuentan con una iluminación que les haga destacar. Falta mucho por hacer", asegura Sportoletti. De hecho, ni siquiera existe una ruta propia del Modernismo. Tan solo una en la que se muestran algunos edificios de este estilo en la calle Santa Clara y la plaza Sagasta, pero que incluyen en su periplo iglesias románicas o el puente de piedra, entre otros lugares destacados, dejando de lado muchas edificaciones como la casa Tejedor, en la Ronda de la Feria, 2, un edificio que destaca por su abundante decoración naturalista.

A pesar de lo que podría parecer, edificios puramente modernistas tan solo hay 18. El resto pertenecen a un estilo ecléctico, en el que la mezcla de estilos es lo más habitual. De ahí, que muchos de los edificios más representativos, como la Casa Pinilla, en la Farola, no aparezcan en este listado.

La explosión modernista que surgió en la ciudad se vivió desde mediados del siglo XIX gracias a la mejora de las comunicaciones, la llegada del ferrocarril y la pujanza de la industria local. La destrucción de la muralla, que rodeaba buena parte de Zamora, hizo el resto. Se produjo entonces un boom arquitectónico entre 1875 y 1930 que ha conseguido darle a la ciudad ese aire romántico de estilo burgués.

En Zamora se pueden encontrar tres variantes del modernismo; una más internacionalista, centrada en la ornamentación y la composición por encima del color (es el caso de los edificios del arquitecto Gregorio Pérez Arribas); una modalidad "sezessionista", llena de líneas rectas, péndulos y círculos; y una tercera de influencia catalana, donde domina la policromía, el gusto por los detalles y las referencias a estilos medievales. Su mayor impulsor fue Francisco Ferriol, discípulo y colaborador de Lluís Domènech i Montaner, uno de los grandes de esta escuela.

Aunque algunos de las edificaciones se encuentran en buen estado de conservación, muchos otros se podría decir que están casi en estado de abandono. Ese es quizá uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el patrimonio modernista de la ciudad. En muchos edificios vive tan solo una familia, en muchos casos herederos de los constructores. Mantenerlos en buen estado se convierte entonces, sin ningún tipo de ayuda por parte de las administraciones, en una tarea complicada, algo de lo que se quejan muchos de los vecinos.

"Se nota un mejor estado de conservación en aquellos edificios habitados o donde se han reconvertido las viviendas en oficinas", comenta el secretario de la delegación del Colegio de Arquitectos de Zamora, Esteban Granados. Es el caso, por ejemplo, de la casa de Francisco Antón, en la calle Santa Clara, 29. Aunque su estado en general es óptimo, sin embargo, en los balcones de la fachada principal están instalados aparatos de aire acondicionado que se pueden ver desde la calle. "Tienen que estar ocultos, y más tratándose de un edificio catalogado". La cartelería de las empresas, señala también Granados, tampoco es la apropiada, ya debería estar mejor integrada en el conjunto de la fachada. Tampoco ve apropiado el arquitecto el estado de los locales comerciales de los bajos del edificio, donde una tienda ha pintado su fachada con flores de colores que claramente desentonan con el conjunto.

En el edifico próximo, la casa Valentín Matilla (calle Santa Clara, 31) la situación es otra. Algunos de los balcones han sufrido desprendimientos. "Se nota que desde hace años no se ha producido ningún tipo de mantenimiento. Necesita también algún toque de pintura", afirma Granados.

Quizá uno de los edificios más pintorescos, pero que pasa más desapercibido, es la casa de Mariano López, en la calle Balborraz. Pequeño de estructura, destaca por su hermosura y proporción. Un inmueble que "pide incluir alguna señalización para que los turistas lo puedan reconocer". Se nota que está abandonado, comenta el arquitecto, con cristales rotos y pintadas en la puerta. "Hay que buscar que los propietarios se impliquen en el mantenimiento. Estoy seguro de que muchos zamoranos ni siquiera conocen este patrimonio de la ciudad".

La situación empeora en el caso de la Casa del Crisanto Guiar, en la plaza del Mercado, donde la pintura se ha levantado y ha dejado al descubierto colores de una restauración anterior. "Es un claro un ejemplo de lo que no debemos permitir. Edificios tan emblemáticos, que se han rehabilitado hace poco, y que están en un estado lamentable. Está lleno de pintadas". Tampoco ayuda el añadido de la parte izquierda, de un estilo moderno, que no parece el más apropiado tratándose de un edificio de estas características. "La pintura de la fachada está desconchada y probablemente ha perdido algo de ornamento. Aparece un tono rojizo, que parece que viene del acabado que tendría debajo ya que parece que se ha pintado encima. Sin ayudas de la administración es complicado que edificios así se puedan mantener".

Situación similar de abandono se puede ver en la casa Miguel Hervella, de la que el folleto del modernismo destaca sus columnas de ladrillo visto coronadas con motivos vegetales. Una verja única rodeada de contenedores de basura y restos de aquel proyecto de bicicletas de alquiler que quedó en el olvido. Una carrera de obstáculos que dificulta disfrutar de esta joya de la arquitectura.

Sucede lo mismo en la casa de Martín de Horna, en la calle San Pablo, una edificación de la que los expertos destacan la forja de sus balcones, de líneas curvas y motivos florales. Un bello trabajo, señala la guía del ayuntamiento, que se encuentra casi en el olvido. Al igual que el Laboratorio Municipal de Francisco Ferriol, en los jardines de la Catedral, sin ocupar y con andamios desde hace años.

Mención a parte merece El Casino, de Miguel Mathet y Coloma, una de las edificaciones más llamativas de todo el recorrido dada a su espectacularidad y que tras pasar por distintos dueños fue recuperado por El Círculo de Zamora.

Nada más entrar se puede observar parte del expolio que ha sufrido a lo largo de los años, ya que faltan los apliques de las paredes, así como otros elementos de la decoración. Tan solo se conserva la decoración modernista en el salón de fumar. En el resto de las habitaciones ha desaparecido la ornamentación, que desde el propio casino llevan años intentando recuperar.

La situación se repite en muchos otros inmuebles de la ruta y es que sin ayudas, como indican los vecinos de estos inmuebles, mantener este patrimonio, que es de todos, se convierte en tarea casi imposible.