En 2003 el novelista americano Dan Brown provocó un terremoto mundial con su libro "El código Da Vinci", en el que exponía una teoría alternativa a la ortodoxia cristiana, con María Magdalena convertida en el Santo Grial, depositaria en su vientre de la sangre de Jesús. La revolucionaria propuesta -que ya habían mostrado otros autores en los años ochenta con escasa fortuna- se apoyaba en lecturas alternativas de símbolos universales como la célebre pintura "La última cena", de Leonardo da Vinci. Un año después, el escritor español Javier Sierra redundaba en los arcanos del mural renacentista en la obra "La cena secreta", convertida en éxito internacional.

Y, sin embargo, lejos de secarse, el manantial de nuevas interpretaciones sobre la pintura del convento milanés de Santa María delle Grazie sigue brotando. El luthier Joaquín Saura lanzaba este jueves otro sorprendente análisis: "He encontrado las razones de tipo geométrico musical que sirvieron a Leonardo para realizar la perspectiva de todos los elementos del cuadro". Es decir, que Da Vinci utilizó la música para calcular la medida de cada uno de los componentes del mural que relata la última cena de Jesús.

En el contexto del II Simposio de Música Antigua que organiza la Fundación Joaquín Díaz en Urueña, Valladolid, el experto desgranó una compleja teoría. Se fundamenta en que en la época de Da Vinci, siglo XV, era común el uso del sistema musical como patrón numérico y geométrico. "Cualquier cuerpo resonante produce una vibración que es la base de la armonía natural. Leonardo utilizó esos intervalos para crear los segmentos del espacio pictórico", explica Saura.

Dicho de otro modo, la nota Do es la vibración del objeto por completo, una unidad completa. Cuando la nota es más aguda, menor es el espacio en el que vibra. Llevados estos cálculos a la famosa pintura, los personajes principales se muestran a tamaño real -serían la nota Do-, mientras que el resto se van empequeñeciendo a medida que se alejan según las medidas de las notas musicales, creando así la ilusión de la perspectiva.

El musicólogo Luis Delgado, que conoce a Joaquín Saura desde hace más de dos décadas, incide en que "los sonidos se producen por un orden matemático muy curioso, y esa es la escala que emplea Leonardo en el cuadro" y precisa que "se trata de un cálculo empírico, no de teorías en las que puedes o no creer, como que la situación de Jesús en la pintura sigue el patrón de un pentagrama".

La propuesta de Saura, que ha dedicado su vida a la reconstrucción de instrumentos antiguos como el órgano de papel de Da Vinci, explicaría algunas curiosidades de "La última cena". Tal es el caso de la puerta del refectorio del monasterio que se cuela en el mural. El diseño original de la pintura era cuadrado y se dividía en tres tercios. Pues bien, al conocer Leonardo la disposición de la puerta, habría renunciado al tercio superior y desplazado hacia arriba la escena para evitar que dicha puerta invadiera el cuadro: se puede apreciar perfectamente cómo asoma en la parte inferior, tapando los pies de Jesús.

El autor, afirma Luis Delgado, "comenzó a darle vueltas a esta posibilidad hace unos cuatro años". Después de un sinfín de cálculos matemáticos que vertebran un complejo trabajo, Saura decidió revelar los resultados durante un encuentro en la Universidad de Navarra. "Si Joaquín residiera en Francia o en Alemania o fuera un catedrático dentro del mundo universitario, su hallazgo tendría un mayor eco. Quizá con los años se le reconocerá todo lo que ha aportado a la música y a la construcción de instrumentos olvidados", añade el musicólogo.

Se refiere Delgado a descubrimientos extraordinarios como el del órgano de papel de Da Vinci. "Cuando recababa datos técnicos sobre los orígenes del órgano español para una investigación, abordé los manuscritos de Leonardo en la Biblioteca Nacional. Allí encontré datos elementales sobre el órgano de papel y un dibujo minúsculo con el que intenté reconstruirlo", rememora Saura. Y lo consiguió. Aquel original órgano, con tubos de papel y un curioso teclado, dio la vuelta al mundo, con exhibiciones que llegaron a países como Japón.

Saura estudió y analizó otros instrumentos creados por Da Vinci, que a su vez inspiraron al luthier inventos como el órgano de agua. Sin embargo, "aunque sea sarcástico, no sabemos absolutamente nada de la música de Leonardo". Solo ha llegado a nuestros días, dice el experto, una "partitura para carracas de carnaval". Lo que sí es evidente, a través de los apuntes de autores coetáneos, es que el genio italiano "detestaba la música repetida, solo creía en la improvisación, lo contrario lo consideraba vil y odioso". El propio Leonardo debió de ser un excelente intérprete e improvisador.

La capacidad de viajar en el tiempo de Saura no se limitó al Renacimiento italiano. El luthier se atrevió, con éxito, a recrear instrumentos como el órgano que el ilustrado rey Alfondo X, el Sabio empleó en la composición de sus célebres Cantigas de Santa María.