Gregorio Martínez Sacristán cumplió el pasado mes de febrero doce años al frente de la Diócesis de Zamora. Desde su llegada al Obispado el 2 de febrero de 2007 no ha pasado desapercibido. No ha dudado, por ejemplo, en reprochar a las cofradías de Semana Santa sus contradicciones cuando considera que la actitud de las mismas se aparta de la doctrina de la Iglesia y su papel ha sido decisivo en la entrada de las mujeres en todas las hermandades, con "baculazo" incluido.

Tampoco se ha mordido la lengua en su trato con los estamentos políticos. Si, por un lado, refrendó por coherente la decisión del alcalde de IU Francisco Guarido de declinar la tradición del Juramento del Silencio ante el Cristo de las Injurias por estar este gesto en las antípodas de sus convicciones personales e ideológicas, se vivieron otros momentos de tensión como la suspensión de los actos del Corpus el año pasado por coincidir con la Feria del Libro en la Plaza Mayor o la crítica abierta a espectáculos que considera impropios para espacios como la plaza de la Catedral. A pesar de sus baches físicos, el obispo de Zamora mantiene firme el báculo a sus más de 72 años. Si los cambios no terminan por afectarle a él, en otros tres tendrá que presentar su renuncia obligatoria y decidir El Vaticano si acepta la jubilación.