Se merecía Diego Ventura una tarde como la que ayer tuvo en Zamora y se merecía la afición zamorana lo que ayer ofreció el rejoneador. Ventura toreó a su segundo toro, el quinto de un encierro bien presentado de Romao Tenorio (aunque de desigual comportamiento), con una suficiencia al alcance solo de los elegidos. Era difícil pensar que el animal, reservón de salida y con querencia a tablas, pudiera acabar embistiendo como lo hizo. Muchas teclas tuvo el toro y todas se las tocó bien Ventura, que por fin acertó con el rejón de muerte para cortar dos orejas y rabo. Máximos trofeos de una plaza de toros entregada que por fin sacó a hombros a Ventura, después de muchos años de grandes faenas echadas a perder con los aceros.

Hasta ese momento lo mejor había llegado también con la firma del caballero sevillano, aunque portugués de nacimiento. En su segundo, un buen animal de la ganadería lusa, Ventura dejó grandes detalles. El dominio de su cuadra es apabullante y de eso dio muestra ayer. Sin embargo, la mala puntería con el rejón de muerte le privó de dos orejas que estaban ya prácticamente dadas.

Es justo decir que el premio de dos y rabo es, quizás, algo exagerado para lo que ayer se vio sobre la arena de la plaza de toros de Zamora. Sin embargo, nadie con un pellizco de afición puede decir que no sea justo. Diego Ventura lleva ya varios años consecutivos sin faltar a su cita con la afición zamorana, que le espera con impaciencia en cada San Pedro. El rabo de ayer es casi de justicia divina. Sirva para compensar todas las orejas que los aceros impidieron cortar a Ventura en años pasados.

Sergio Galán acompañó a Ventura por la puerta grande, aunque su presencia en Zamora no puede compararse a la del primero. Cortó una oreja a su primer toro y dos al segundo. Galán fue el que peor suerte tuvo en el sorteo y sus tres trofeos dan fe de que vino a Zamora a torear de verdad. Difícil de explicar lo que pasó en el cuarto, un animal lesionado de salida que no se devolvió y al que Galán sacó lo que parecía no tener.

Joao Telles fue el más irregular de los tres jinetes. Fue el que mejor suerte tuvo con los toros que le tocaron, pero el que peor los aprovechó. En su primer enemigo no anduvo mal, pero es difícil recuperar a la afición del shock que supone ver torear a Ventura. Una estocada caída que tardó en hacer efecto enfrió al respetable. En el sexto Telles dio quizás demasiada distancia y tiempo al animal, que por momentos parecía aburrirse. Apretaba más el toro cuando Telles estaba cerca de sus dominios. Pese a todo, le cortó una oreja que le hace no irse de vacío.

Por lo que refiere al público, habría que ver si funciona el abono de una corrida de toros y una de rejones. Ayer poblaron los tendidos de la plaza, como mucho, 4.000 personas. La diferencia con la tarde del sábado es abismal y cabe preguntarse si las figuras interesan mucho o es que los rejones interesan menos. Lo cierto es que la tónica de este fin de semana es la habitual, aunque si cabe se ha notado más la diferencia entre una y otra tarde.

Fuere como fuere, la Feria de San Pedro 2019 ya es historia, una feria marcada por el triste juego de los toros de la primera tarde, donde solo se salvó Manzanares y unas pinceladas de El Juli ante unos enemigos flojísimos de todo; y sobre todo marcada por el puñetazo en la mesa de Diego Ventura, que por fin sale a hombros a la calle de la Amargura. Tanto él como la afición zamorana se merecían la tarde de ayer.