Decenas de niños de primera comunión esparciendo pétalos de rosa han sido los protagonistas de la procesión del Corpus Christi, celebrada esta mañana en Zamora con presidencia del obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán.

Tras una multitudinaria misa pontifical, concelebrada por el obispo y un nutrido grupo de sacerdotes, se puso en marcha la procesión desde la Catedral. Precedían el desfile los miembros de Tradición y Música Popular, con señoras vestidas de trajes regionales los gigantes (La Negra, El Ramón, El Turco y el Abuelo) y cerca de una decena de cabezudos. Detrás, la Tarasca, con Santa Marta clavando la lanza al dragón que echaba humo por la boca, escoltada por los mozos de concejo a los que dan vida los miembros de La Morana. Estrenaba cíngulo y pañuelo de Blonda.

La Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Nazareno, con su uniforme de polo violeta abría la procesión propiamente dicha, precediendo a la cruz guía con sus monaguillos y una interminable fila de niños y niñas vestidos de primera comunión que, en parejas, arrojaban pétalos de flor a unas calles profusamente engalanadas e incluso ambientadas con cánticos religiosos. Cerca de 200 niños de primera comunión participaron en el desfile, seguidos por sus padres y familiares.

No menos nutrido era el siguiente grupo, en el de las cofradías penitenciales y de gloria, cada una con su estandarte y su representación de directivos y hermanos. Destacó la de la Junta Pro Semana Santa con su presidenta, Isabel García, al frente, la de la Concha, con Florián Ferrero y la del Corpus Christi. Escolanía y sacerdotes seguían al séquito.

El protagonismo de la procesión estaba en el carro triunfante que lleva la Custodia, al que seguía el obispo como el vicario general, José Francisco Matías Sampedro, acompañado por la Banda de Música de Zamora. Su primera parada fue ante el convento del Tránsito. El obispo se postró ante el altar preparado por las monjas, con la imagen de la Virgen del Belén Napolitano con el sagrado cuerpo en un sagrario. Gregorio Martínez, cubierto por un paño se levantó ayudado por los sacerdotes y bendijo a los ocho niños recién nacidos (en torno a seis meses tenían la mayoría) que se expusieron en las blancas superficies preparadas para la ocasión a las puertas del mismo convento del Corpus Christi. El obispo les mostró un sagrario con la hostia que se había bajado de la Custodia (es la única vez que se hace ese ritual en toda la procesión).

La comitiva fue pasando por todos los altares dispuestos en el camino. Uno, frente a la sede de la Cofradía del Santo Entierro, modesto con su incensario y su reclinatorio. Otro, en la embocadura de la calle Moreno, en la Rúa de los Francos, un espectacular altar de la Cofradía de Nuestra Madre, presidido por la cruz del paso titular y adornado con piezas del tesoro de San Vicente demás de dos banderas de la hermandad.

Un poco más adelante, frente al Teatro Ramos Carrión, el altar de la Junta Pro Semana Santa, con el paso de la Santa Cena, de la Vera Cruz, y n centro con un crucifijo de San Vicente, panes y uvas.

La estación final, en la Plaza Mayor, estaba presidida por un rico altar junto a la torre de la iglesia de San Juan, con la Virgen de la Concha como protagonista del espacio. El obispo bendijo el Santísimo Sacramento ante una multitud de fieles que habían acompañado durante todo el recorrido la procesión del Corpus.