Cuando usted comenzó en este oficio se leía más a los clásicos. ¿Cómo han cambiado los gustos?

-Cuando yo comencé las novedades era una cosa esporádica. Entonces se leían muchísimo libros de ensayo y de filosofía así como novelas de clásicos. Había entonces una devoción por la novela inglesa y rusa. Además, había colecciones clásicas como la de Aguilar y Austral. Me acuerdo perfectamente cuando salió Alianza Editorial que fue el no va más, pues rompió con los moldes pues comenzó a publicar teatro, filosofía, poesía, novela y ensayo a lo que se sumaron antologías y estudios, lo que era muy innovador. Con el paso de los años lo que más se compra desgraciadamente es la novela que más se publicita.

-Y ¿cómo han variado los lectores?

-Desde mi punto de vista por la evolución que he visto a lo largo de este medio siglo de trabajo, antes leían profesores, políticos y gente con una preparación cultural. Posteriormente cualquier trabajador comenzó a tener acceso a poder leer ya que podía extraer algo de dinero al mes para poder comprar algún libro. El nivel cultural no era muy elevado y las editoriales que querían vender, bajaron el listón. El nivel ha bajado más con la última crisis económica. Nos hemos estabilizado en una novela fácil y ligera de leer que no tiene complicaciones. El gusto por la alta literatura se mantiene, pero en un pequeño núcleo de lectores. Un 25-30% del fondo que manejaba hasta hace unos meses décadas atrás se hubiera vendido en un quiosco, pues era lo que se condieraba subliteratura.