La indumentaria propia de Zamora es heterogénea, diversa, muy variada. Todo un valor en los tiempos de la globalización, de la unificación. Una característica que la agrupación La Morana ha sabido detectar desde hace años y canalizar a través del taller que esta semana ha tocado a su fin.

"Hemos sido pioneros en el trabajo con los textiles y nos sentimos muy orgullosos de haber iniciado el camino que otros, colectivos de folklore o de otra índole, han replicado", explica Francisco Iglesias, presidente de la asociación.

"Coser es interesante, pero hacerlo en equipo es todo un aliciente", coinciden en La Morana. Pasarlo bien no quiere decir sacrificar el rigor. Precisamente, el colectivo prima "la seriedad" y "la medida", tanto en la restauración de prendas antiguas como en las reproducciones que realizan en el taller. "Tenemos un fondo de patrones y de dibujos de casi todas las comarcas de la provincia, un valor añadido para nuestras actividades", revela Iglesias.

En el taller clausurado este miércoles, los alumnos han presentado creaciones en las que llevan trabajando uno o varios cursos. Prendas como las "sayas pregadas" de Aliste, dengues o gabachas de la comarca fronteriza, camisas de Los Valles, además de piezas de busto, como pañuelos de talle, de lentejuelas, lanas o sedas. Técnicas, precisan, utilizadas en solitario o en combinación.

El respeto por la tradición es otro de los criterios irrenunciables. "El patronaje de las prendas se tiene que adaptar al original, los textiles tienen que reproducir las características fielmente de esas prendas testigo que nos hablan de la tradición zamorana", precisa Francisco Iglesias. También en los colores: cuando no consiguen las telas adecuadas, utilizan el tinte para aproximarlas al tono original.

Y en otro escalón está el apartado "más mimado", el de la restauración. Las prendas que llegan en mal estado o que, simplemente, son antiguas se someten a un tratamiento para darles una nueva vida. "Nos parece muy buena la labor de instituciones como el Museo del Traje o el Etnográfico, pero, en nuestro caso, trabajamos para que la prenda no esté en una vitrina, para que sea viva", añade Iglesias.

El resultado es la satisfacción de los alumnos, que no solo ensayan, sino que también llegan a dar clase o a coser por encargo, en una actividad que les puede granjear ingresos. Más allá de la globalización, el taller de indumentaria busca lo autóctono, la diferencia, lo local, lo propio.