Yayo Herrero (Madrid, 1965) llega al salón de actos de la Alhóndiga a toda prisa. De Burgos viaja hasta Zamora y hoy irá a Mondragón. Su agenda es apretada, pero este miércoles le permitió acudir al primer aniversario de la constitución del grupo de Ecologistas en Acción en la capital. La antropóloga, ingeniera, investigadora, profesora universitaria y activista llegó a ser coordinadora de la organización a nivel nacional y, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en un referente en temas relacionados con la justicia social y la sostenibilidad.

-¿Puede explicar, en pocas palabras, en qué consiste el concepto de ecofeminismo?

-Es un diálogo entre lo que ha planteado históricamente el movimiento feminista y lo que ha propuesto más recientemente, porque es más nuevo, el movimiento ecologista. De alguna manera, trata de llamar la atención sobre el hecho de que nuestras sociedades se han constituido con unas economías y unas políticas que le dan la espalda a las bases materiales que sostienen la vida. Lo que recuerda es que los seres humanos somos seres interdependientes, dependemos unos de otros por el hecho de vivir encarnados en cuerpos que son vulnerables y finitos, y tienen que ser cuidados. A la vez, vivimos en un medio natural del que obtenemos todo lo que necesitamos para mantener la vida. Sin ser conscientes de esas relaciones de ecodependencia e interdependencia es imposible que se pueda mantener la vida humana mucho tiempo.

-El medio rural constituye el hogar de una buena parte de la sociedad zamorana. ¿Cree que esas políticas de las que habla han perjudicado a provincias como esta?

-Absolutamente, y más en los espacios de los países que llamamos ricos o desarrollados. Yo creo que, dentro de nuestro territorio, el mundo rural ha sido sistemáticamente abandonado. Las personas que han trabajado históricamente en el campo han sido ignoradas e incluso, muchas veces, despreciadas. Si te fijas, mucha gente que trabaja en el campo, por las condiciones tan duras que tiene, la falta de ayudas y la falta de visibilidad, termina intentando que sus hijos jamás se dediquen al tema de la agricultura. A la vez, estos han sido lugares que han servido para dar recursos a Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia. Son zonas que terminan funcionando como abastecedoras del mundo urbano, pero que son abandonadas y sufren situaciones de tremenda precariedad y de deterioro de sus condiciones de vida.

-¿Qué cambio tiene que haber para que esa situación se revierta y estas zonas dejen de perder población como lleva sucediendo varias décadas?

-Yo creo que hace falta un cambio bastante importante de las políticas. Es verdad que muchas veces nos estamos encontrando con gente joven en las ciudades que querría irse a vivir a pueblos. Entre otras cosas, porque el propio modelo de ciudad es terrible. Hay gente que vive en las periferias, pagando unos alquileres brutales, con trabajos muy mal pagados, y que empieza a ver que vivir en un pueblo, en el medio rural, puede ser una opción. Pero para que ese medio rural se convierta en un tejido vivo hacen falta inversiones y unos servicios sanitarios en condiciones, de manera que la gente pueda tener vidas dignas. Va a ser muy importante conseguir esto. El pico del petróleo, la crisis de materiales o el cambio climático van a obligar de forma clara a relocalizar la producción de los alimentos cerca de donde se consumen. Todo ese territorio va a ser muy necesario.

-Entonces, ¿esa especie de colapso puede beneficiar al mundo rural de algún modo?

-Debiera beneficiar si las políticas públicas se hacen poniendo en el centro a las personas. Si las políticas públicas mantienen y blindan los privilegios de unos pocos y abandonan las condiciones de vida de las mayorías sociales, pues a lo mejor no encontramos grandes cambios. Por eso, es importante que seamos conscientes de los problemas que atravesamos, forcemos para que se puedan cambiar y, efectivamente, todas estas zonas rurales se conviertan en zonas de vida, en lugares en los que dé gusto vivir y donde la gente tenga la posibilidad de estar dignamente.

-Una de las alternativas que se plantea para dinamizar zonas como Zamora o Soria es la de las macrogranjas. ¿Qué opinión le merecen?

-Estoy absolutamente en desacuerdo. Es una falsa solución. Las macrogranjas porcinas, a pesar de lo que se dice, emplean a muy poquita gente. Buena parte del empleo que generan es especializado, porque son granjas absolutamente tecnificadas en donde ni siquiera se tira de la población del territorio más que para los trabajos más sencillos y peor pagados. Pero, sobre todo, generan un terrible destrozo sobre el territorio. Donde aterriza una macrogranja ya no es posible hacer nada más. Yo creo que, más bien, hace falta pensar en una agricultura ecológica que, de alguna manera, permita que la tierra siga dando fruto y facilite que las personas que cultivan vivan bien. Y, en todo caso, una ganadería extensiva, de calidad y que no destruya la posibilidad de los territorios de seguir manteniéndose.

-La pervivencia de los territorios tal y como existen actualmente es precisamente uno de los objetivos de las personas que luchan contra el cambio climático. En Zamora, las movilizaciones están comenzando ahora con un pequeño grupo de jóvenes. ¿Considera importante este intento de concienciación social?

-Es importantísimo. En una buena parte de los países de Europa, las movilizaciones no son tan pequeñas. Es un movimiento bastante potente. Aquí ha comenzado a articularse un grupo de personas muy jovencitas, de institutos o universidades, que empieza a llamar la atención sobre la realidad de la crisis ecológica sin medias tintas, con un discurso bastante radical en el sentido de ir a la raíz del problema. Yo creo que es muy importante, al igual que toda la movilización de la rebelión contra la extinción, que ya es más de personas adultas y que en Londres logró bloquear un puente. Hubo más de 2.000 personas detenidas. Aquí están comenzando algunas acciones y eso da muestra de que las personas de la sociedad civil están empezando a preocuparse y a organizarse también.

-Usted viene a Zamora para apoyar al colectivo de Ecologistas en Acción en la provincia. ¿Llega el mensaje de estos grupos a la gente de a pie?

-A mí me parece que el papel de Ecologistas en Acción es muy importante. Por eso pertenezco al colectivo. Los movimientos sociales son fundamentales y las instituciones también debieran serlo. Ahora mismo, mucho de lo que está sucediendo es que algunos de los grandes conflictos, de las grandes tensiones ecológicas de nuestro tiempo, parecieran no incidir sobre la vida cotidiana de la gente, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que la crisis ecológica está en el corazón de la crisis económica que atravesamos desde que explotó la burbuja financiera. Esta es una situación que se ha venido arrastrando y que se ha mantenido a pesar de lo que parecían ser pequeños repuntes positivos. No es posible revertir la crisis económica dando soluciones para las vidas de la gente normal sin afrontar la crisis ecológica.