El artista plástico José María Martínez Tendero reúne obras recientes en la exposición "Interporalis" que puede descubrirse estos días en la galería de arte Espacio 36-Ángel Almeida.

-Usted logró la medalla de oro en 1977 en la Bienal de Zamora y no había regresado con su producción artística a la ciudad. La muestra ¿supone saldar una deuda?

-Sí. En muchas ocasiones había pasado por mi cabeza la idea de regresar con mi obra, pero mi vida siempre ha sido una suma de contradicciones. Recuerdo que me desplacé a Zamora para recoger la medalla de la Bienal, luego fueron surgiendo otros proyectos y me fui a vivir a África, en concreto a Guinea Ecuatorial, cuando lo normal de un artista es que se vaya a vivir a París o a Nueva York. (Risas).

-¿Qué supuso para usted ganar la Bienal de Zamora?

-En ese momento fue importantísimo para mis relaciones con galerías. Además, coincidió que en esos años también logré la de Pontevedra y en Palma de Mallorca.

-La bienal de Zamora ha pasado a la historia, pero ¿este formato está agotado?

-No debería de estarlo. Las bienales resultaron fundamentales para todos aquellos que trabajábamos de manera independiente y que no queríamos limitaciones. Para mí fue fundamental y sé muchos compañeros que ahora están en el extranjero también lo fue. Además, no estaban tan manejadas como ahora. Deberían recuperarse en su esencia y ponerlas en valor porque lo que se está haciendo con los artistas... no tiene nombre. Las administraciones públicas han olvidado a los artistas que no tienen ni espacio donde exhibir sus creaciones, pues hasta escasean las salas de exposiciones públicas. Se creen que al dejarnos unos espacios nos hacen un favor y no ven más allá, no ven que estamos introduciendo una cultura a la población. Además, no se pueden eliminar de la formación la filosofía, el arte... de lo que siempre se prescinde es del dinero destinado a la cultura.

-Estos días muestra una serie de obra bajo l a denominación de "Interporalis". ¿Qué se esconde bajo este nombre?

-En realidad es toda mi vida. En mi familia hubo una persona que montó uno de los primeros estudios fotográficos de España, de tal forma que de niño hasta conocí el cambio del blanco y negro al color. Todo eso me ha ido interesando y ahora se funde en mi obra el realismo y la abstracción, algo que los críticos siempre me han dicho que era imposible. El arte es libertad y si quieres hacerlo, se puede hacer.

-Y no chirría

-Es que no tiene que hacerlo y si lo hace, hay que suavizarlo... son nuevos caminos que hay que probar. Las buenas medicinas que nos curan surgen por descartes. Este es mi camino pictórico tras el que, sin duda, hay muchos descartes. Es ir perdiendo o ir ganando. Llega un momento en la vida en el que lo que te interesa es ahondar en lo que siempre le ha gustado.

-Y en su caso ¿qué centra su interés?

-En el arte me ha gustado totalmente todo. Para mí estar dentro el estudio es vivir en un mundo que es una verdadera delicia.

-En su obra conjuga arquitectura urbana y arquitectura humana.

-Yo tenía que haber sido arquitecto, de hecho, empecé casi al mismo tiempo Bellas Artes y Arquitectura. El grafismo geométrico y la masa de color abstracta, el fundir estas dos formas ha estado siempre dentro de mi trayectoria de ahí la figuración y la abstracción. No obstante, para algunos críticos hay una especie de masas que tienen un halo de vida latente que podrían ser reales... yo no sé. No intento darle nada hecho al espectador y por eso me gusta dejar las obras en un punto tal que todo sea muy universal para mí y para los demás, que haya lugar a múltiples interpretaciones. A veces en el estudio me encuentro en un laberinto en el que todos los caminos me apetecen... esa es la magia de la pintura.

-Esa magia ¿llega al espectador?

-Creo que sí lo he logrado. Muchas veces me han dicho que mi obra convence tanto a conservadores como a vanguardistas. Me he llegado a encontrar con niños pequeños a los que les gustan mis cuadros y gente mayor que también le atrae, lo cual, sin duda, es una suerte.

-El tratamiento del color en su obra es singular.

-Estoy muy influenciado por la pintura tenebrista española de Rivera, de Goya... incluso de los tenebristas italianos con una pintura muy fría y a veces de mucho contraste todo lo opuesto. Soy de línea y de abstracción, soy de realismo y de abstracción, siempre la contradicción. Siempre de alguna manera ha existido la línea y la masa deforme en mi producción. No sé realmente el motivo, pero quizá sea por mi propia forma de ser y con eso no se puede mentir como en la pintura (risas).

-Dado su bagaje, ¿qué echa en falta dentro del panorama artístico?

-Me siento un poco solo, a pesar de que tengo una vida muy intensa en mi trabajo, porque siento que desaparece la pintura, que desaparece el arte y la cultura a una gran rapidez. En los últimos años se ha producido un intento de destrucción de la cultura. Culturalmente se está perdiendo mucho y cuando viajo por Centroeuropa observo otra educación cultural que tenemos que tener presente. Yo viajo a Austria y en Viena me reciben en el Museo Nacional y puedo hablar con su director sin que crean que voy a pedirles nada, en una de sus calles puedes encontrar una veintena de galerías de arte siempre con visitantes y en oyes tocar todo tipo de músicas de buena calidad.