La historia del convento del Corpus Christi es bien conocida. Doña Ana Osorio, esposa de Juan de Carbajal, donó su hacienda en la rúa de los Francos para la fundación de un monasterio, a finales del siglo XVI. El parentesco de la familia con Gandía motivó que los benefactores se decantaran por la orden de las Clarisas Descalzas de la ciudad valenciana, que, una vez persuadida, envió a cuatro monjas a la lejana Zamora. Los avatares sufridos durante el camino, parada incluida en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, fueron no pocos. Una mula llegó a enfermar y, cuando las religiosas llegaron a la ciudad, hubieron de recluirse en el hoy desaparecido monasterio de San Jerónimo, ante la crecida del río Duero.

La primera regidora del nuevo convento, que había adaptado las dependencias de los Osorio para reabrir sus puertas como edificio religioso en 1597, fue sor Ana de la Cruz, nieta del conde de Gandía san Francisco de Borja. Saben los zamoranos era anhelo de la abadesa contar en el cenobio con una imagen, al estilo de la que se veneraba en Gandía. Tal fue su deseo que el 2 de mayo de 1619 llamaron al torno unos peregrinos que, conocedores del deseo de las madres clarisas, se ofrecieron a tallar la esperada imagen. Desprovista de "posibles" sor Ana de la Cruz, los voluntarios insistieron en trabajar de forma altruista, con la sola condición de hacerlo en el interior de una clausura, en una cámara cercana a donde hoy se venera a la Virgen del Tránsito.

Como los espontáneos imagineros no habían pedido comida alguna, las madres acudieron a llevarles "alguna cosita". Llamaron a la puerta, pero al no contestar, accedieron al interior, donde no hallaron rastro de los peregrinos, pero sí de "una imagen tan divina y celestial que solo a quien Dios nos ha dado la dicha de verlo lo puede decir". Ante la desaparición de los autores, las hermanas llegan a un juicio común: debió de ser cosa de ángeles.

Aquellos avatares quedaron registrados en el Libro Becerro del monasterio. Las madres clarisas conservan el documento original del testamento de doña Ana Osorio, no así aquel volumen original, arrebatado por el Estado en el periodo de desamortización. Dice la actual abadesa, sor Mercedes González, que Dios debió de inspirar a la hermana que, a mediados del siglo XVIII, realizó una copia exacta del Libro Becerro -hoy custodiado en el Archivo Histórico Nacional (Madrid)-, donde se relatan todos los hechos narrados... pero hay más.

"La presencia de la Virgen ha sido tan fundamental, que nos conocen más como las monjas del Tránsito que como convento del Corpus Christi, nuestro titular". Quizá la legendaria llegada de la imagen contribuyó a generar una literatura fundamental en una devoción que cumple estos días cuatro siglos de vida y, se puede decir, en plena forma. ¿Fueron ángeles quienes tallaron la Virgen del Tránsito? "Ni lo afirmo ni lo desmiento, pero ¿qué interés pudieron tener unas monjas de clausura recién llegadas a Zamora por inventar una leyenda?", se pregunta la abadesa, quien no duda en concluir que "algo milagroso hay en esta devoción para que se haya mantenido cuatrocientos años...", de momento.

Quizá aquel fue el primer milagro... pero la exposición que se inaugura mañana en la iglesia de La Encarnación bajo el título "Tránsito" descubrirá un segundo hecho sobrenatural. Regresemos a 1619. En mayo comenzó a alimentarse el mito de la Virgen del Tránsito.

Sus manos eran enviadas a los devotos, en particular a los enfermos, que las reclamaban en su intención de sanar. Tanto cundió la fama curativa de aquellas extremidades talladas que "defloraron" al cabo de unos pocos meses, "se estropearon", causando "gran sentimiento" en las madres clarisas.

En agosto de aquel mismo año de 1619, el convento recibió una caja procedente de Flandes, remitida por Juan, militar, sobrino de Ana de Osorio. Las monjas de clausura encontraron en el interior las imágenes correspondientes a un belén... pero había algo más: una segunda segunda pareja de manos, junto a las que pertenecían a la "Señora de Belén", la Virgen María. Figura en el Libro de Asientos -la copia manuscrita del Libro Becerro- que "llenas de gozo, se las llevamos a Nuestra Madre del Tránsito, le vinieron tan propias en el encaje, que parecían las propias que antes tenía".

Aliviadas, por el deterioro de las extremidades originales, las clarisas enviaron por escrito un agradecimiento expreso a Juan de Osorio, "extrañadas" por el hallazgo de las cuatro manos. "Respondió que no podía ser, pues por su mano había metido solo lo correspondiente a una sola imagen". Quien redacta los hechos, precisa que "Dios me hizo el favor de ser testigo de todo lo dicho. Si el heredero de doña Ana no incluyó esa segunda pareja de manos, ¿quién lo hizo?

La exposición "Tránsito" mostrará los libros originales del convento donde se narran los hechos. También la Virgen María de aquel belén de hace cuatro siglos, cuyas manos tienen una factura muy semejante a las actuales de la titular del Tránsito. Las clarisas, conocedoras de este segundo hecho sorprendente, han podido constatar estos meses que lo acaecido también estaba registrado en el Libro de Asientos que conservan en su valiosa biblioteca.

Suponen las religiosas que aquellas segundas manos son las actuales. Y que si las primeras se "defloraron" en unos pocos meses, estas solo presentan un leve deterioro, producto de las joyas donadas por los devotos, costumbre que todavía hoy se mantiene en vigor. "Dicen que la imagen está repintada, pero, que sepamos, nunca ha sido restaurada. La hermana de mayor edad tiene 94 años y nunca ha tenido noticias de ninguna intervención. Hay que tener en cuenta, además, que la clausura era muy estricta y que es muy improbable que ninguna persona de fuera accediera al interior para retocar la Virgen", sostiene sor Mercedes Gómez.

Detrás de este segundo hecho milagroso, también cabe una reflexión que echaría abajo el mito. Si hay que buscar una explicación racional a los hechos, esta puede ser que quien talló aquel belén de tamaño natural que desde mañana se exhibe en La Encarnación podría estar detrás de la autoría de la Virgen del Tránsito. La imagen habría sido llevada en piezas al monasterio hace cuatro siglos, montada en aquella fugaz noche. El mismo autor, conocedor del deterioro de las manos, habría tallado unas segundas para su reemplazo.

Lo que es incontestable es que, actualmente, en pleno siglo XXI, la devoción por la Virgen del Tránsito "es una de las mas arraigadas en el sencillo pueblo de Zamora", constata la abadesa. En la clausura, la imagen se cuida y venera con esmero, ajena a los clásicos avatares, por ejemplo, de una cofradía de Semana Santa.

El relato de las "manos milagrosas" se dará a conocer por primera vez de forma pública en la exposición de La Encarnación que abre mañana sus puertas, con ayuda de "la colaboración de muchas personas", agradece sor Mercedes. Pero ni para contemplar el resultado de la muestra romperán la clausura las siete clarisas que sostienen el esmerado convento del Corpus Christi. "Disfrutamos sabiendo que los demás disfrutan. Nosotras fuimos sembradas aquí dentro, aquí florecemos y aquí moriremos. Estamos en manos del Señor", sentencia la abadesa.