Las casas de Zamora en el extranjero tienen la importante función, "o más bien tenían", de mantener una memoria colectiva que los emigrantes dejaban atrás con la partida de sus países de origen. Así, "es habitual encontrar instrumentos típicos de cada zona de España, vestimentas tradicionales o cuadros representativos", explican los impulsores del congreso.

Parte del declive de las casas, así las cosas, puede explicarse en que la emigración de ahora poco tiene que ver con la de hace unas décadas. Aun en la otra punta del mundo, los emigrantes tienen la posibilidad de hablar con su familia prácticamente a diario, pueden hacer videollamadas y ver a sus padres o hermanos y existen, además, unas redes de mensajería que posibilitan que las mercancías viajen a buen ritmo. "Esto no pasaba antes", asegura Juan Andrés Blanco, "y los emigrantes tenían que conformarse con unas pocas cartas al año de sus familiares y no tenían otro vínculo con sus tradiciones que las casas regionales que se abrieron en numerosos países".

Evidentemente, "la emigración es diferente. No es lo mismo coger un barco para ir a Argentina, con la certeza de que será muy complicado regresar a casa, que emigrar a Europa, como sucede mayoritariamente ahora, donde los vuelos son frecuentes y baratos y donde las distancias se han acortado".