Xosé Manoel Núñez, historiador y Catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, fue ayer el encargado de inaugurar el congreso internacional "El asociacionismo español de una emigración diferenciada", que se celebra durante estos días en la sede de la UNED de Zamora.

-Los emigrantes siguen teniendo la necesidad de crear núcleos de unión, pero estos núcleos han cambiado, ¿no es así?

-Hoy no fundan asociaciones, ni casas. Hoy son grupos de Whatsapp, páginas de Facebook o comunidades online en las que se intercambia información. Las asociaciones son cosa del pasado pero persisten las redes de sociabilidad. Los migrantes siguen teniendo necesidad de relacionarse entre ellos poniendo sobre la mesa su origen común.

-¿Qué futuro les espera a las "casas"?

-Les veo poco fututo. Tienen serios problemas de recambio generacional. Algunas subsisten, esto es muy evidente en el caso gallego, gracias a las subvenciones que les dan instituciones autonómicas y locales, pero cada vez es más difícil explicar esas subvenciones a la opinión pública.

-¿Qué se perdería si cierran las casas? Parece que es algo más que la propia estructura porque tienen un valor intangible.

-Son lugares de memoria, y sería una pena. Además del patrimonio, aunque eso es más complicado y habría que estudiar qué hacer con él. Lo que haya en la Casa de Zamora en Buenos Aires ya no es patrimonio zamorano, es patrimonio argentino porque también forma parte de la historia de aquella ciudad y de aquel país.

-¿Por qué los emigrantes están, o al menos así lo perece, menos interesados en mantenerse ligados a sus zonas de origen a través de estas asociaciones?

-Hay países en los que el flujo migratorio ha ido a menos, y eso se nota. Pero más allá de eso, la cuestión es que los emigrantes fundaron estas asociaciones pero a los nacidos allí ya les interesa menos el origen de sus progenitores, y esto se pierde aún más en el caso de los nietos. Hay una minoría que se vincula por diversas motivaciones, pero las nuevas generaciones ya no están en estas formas de asociación porque no les interesa lo que se hace ahí.

-Parece la pescadilla que se muerde la cola. No hay jóvenes porque no hay actividades para ellos, pero tampoco hay nadie que las organice.

-Yo lo he vivido, directivos de algunas casas quejándose de que no vienen los jóvenes cuando no se hace nada para que vengan. Hace veinte años, en Argentina, ya se podía ver esto. Los domingos había mucha gente, gallegos, que iban a comer y a pasar allí el día, pero eran los abuelos que iban acompañados de los nietos. Eso es porque los hijos dejaban a los nietos con los abuelos para pasar el día libre. Ahí faltaba una generación, que es la que tenía que dar el relevo y la que se ha perdido. Alguno de esos nietos quedará con buen recuerdo y seguirá en la asociación, pero son los menos. Esto es un fenómeno del pasado. Hay países en los que el flujo migratorio no ha parado y las casas todavía tienen cierta razón de ser, como en Estados Unidos, donde muchos emigrantes han nacido en España y mantienen lazos más fuertes.

-¿Cómo teje relaciones la nueva comunidad migrante en los países de origen?

-A través de Internet y de las redes sociales. No dependen tanto unos de otros como sus padres y abuelos. Tienen redes sociales propias en los países de origen, saben idiomas, no tienen necesidad vital de juntarse con los coterráneos para su día a día. No necesitan que el consulado les repatríe si hay problemas porque un vuelo por Europa cuesta poco dinero. Realmente, ahora no hay una diferencia muy grande si alguien de Zamora tiene un amigo en Sevilla o en Londres. En tiempo de viaje es prácticamente lo mismo.

-Pero, aunque no haya necesidad vital de juntarse, la realidad es que aún se tejen redes.

-Sí, los vínculos se siguen manteniendo. De manera más ocasional, para necesidades concretas, pero los hay. En Alemania hay grupos que se reúnen dos veces al año aprovechando conciertos o partidos de fútbol. Es otra manera de relacionarse. Si nuestros antepasados se reunían en fechas señaladas, como puede ser San Pedro en Zamora, ahora un Madrid-Barça puede ser una buena excusa. No hay dependencia de la comunidad de origen, los emigrantes son mucho más selectivos.

-Con todo, en el pasado también habría emigrantes que no se asociaban de la manera tradicional.

-Sí. Formaban parte de las asociaciones el 25% de los emigrados, aproximadamente. Ahora vemos que no todos los emigrantes tejen redes con los coterráneos y vemos más independencia. Puede que esto también sucediera en el pasado pero que nos hayamos centrado en estudiar las asociaciones.