Lo han vivido como una experiencia. La zamorana Violeta de Nicolás Gómez se embarcó hace casi dos años con su familia en un viaje que les ha llevado a Estados Unidos. A su marido, Pablo Jiménez Alonso, la entidad financiera para que la trabaja le ofreció la oportunidad de desarrollar su carrera en Dallas por un tiempo. "Lo solicitamos pensando que no iba a salir, pero estábamos equivocados", recuerda.

Reconoce que nada más aterrizar en el país, con sus hijos Pablo y Candela, la primera impresión no fue nada halagüeña. "Al bajar del avión y subirnos al taxi camino del hotel, nos dimos cuenta de que no sabíamos en qué lío nos habíamos metido. Era septiembre y hacía un calor sofocante, el paisaje nos resultó muy duro y todo era gigante, desde las autovías hasta las plazas y las urbanizaciones", enumera.

Rascacielos de oficinas, intenso tráfico, suburbios?nada que ver con su Zamora natal. Ni siquiera con Madrid, que es donde habitualmente reside. "Hablamos de un núcleo urbano, el Metroplex, que tiene una población de casi ocho millones de habitantes y más de cien kilómetros de extensión. A veces, se hacen trayectos de una hora por autovías completamente integradas en la ciudad para ir a trabajar, al parque o a un cursillo al que te hayas apuntado", afirma.

Y es que el coche es el medio de transporte por excelencia en ese lugar. "Se utiliza para todo. Desde comprar el pan hasta ir de tiendas, adquirir aspirinas o ir al cine", pone como ejemplos. "Las primeras semanas nosotros paseábamos y nos miraban boquiabiertos desde los coches", ríe.

Así que asegura que esta primera experiencia de vida en el extranjero fue dura de sobrellevar en un principio. "Nos costó acostumbrarnos y todavía hay cosas que nos sorprenden. La cultura americana y el estilo de vida de Texas no tienen mucho que ver con el de España. La mayor diferencia es lo desintegradas que están las cosas. La casa, el trabajo, las compras, los deportes o el ocio son lugares distintos que solo se conectan con trayectos en coche. No existe la calle tal y como nosotros la conocemos y la actividad se realiza en interiores, ya sea en casa, en una oficina, en un gimnasio, en una piscina o en un supermercado", compara.

La multiculturalidad de esta zona de Estados Unidos fue toda una sorpresa para la familia. "Hay gente de latinoamérica, muchos de la India, Corea, China, Jordania, Líbano o Rusia. Los americanos son muy cordiales, pero es difícil profundizar en la relación con ellos, tienen sus círculos y no son muy abiertos", describe. Para entrar un poco en sus vidas, hay que relacionarse en las iglesias o en los bares "y nosotros no hemos frecuentado ni unas ni otros", confiesa. Con estas circunstancias, su nuevo círculo de amigos se circunscribe a los conocidos a través de las actividades a las que llevan a sus hijos y a los vecinos más cercanos. "Mayoritariamente, esa gente está como nosotros, de paso, o aunque viven aquí, no son de la zona", puntualiza.

La idea que tenían de que se iban a encontrar con similitudes a cualquier país de Europa se esfumó en pocas semanas. "El día a día es diferente. También la forma y lugar de relacionarse con otras personas, el derroche consumista, los horarios o las costumbres. Definitivamente, esto es el oeste americano", sentencia.

Su día a día lo marca las actividades de los niños. Madrugan porque a las siete y media comienzan las clases y mientras ambos Pablos se van a sus quehaceres diarios, Violeta y Candela tienes también sus rutinas. "Después de unos meses, hemos logrado hacer algunas amistades en el parque y así poder vernos con amigos cada día", explica.

En este tiempo, también han aprovechado para viajar por el país. Nueva York, Austin, Miami, Denver, Las Vegas... aunque el mayor impacto se lo han llevado con Dallas. "Es una ciudad entretenida, tiene mucha oferta cultural y de ocio, es amigable para las familias y muy asequible. Aunque al principio nos pareció durísimo, ahora le hemos cogido cariño", reconoce.

Si se tiene que quedar con algo positivo, no tiene duda. "Ha sido como un viaje largo, como los que se debían hacer antiguamente, invirtiendo tiempo e integrándonos en la cultura. Ahora ya sabemos qué es Norteamérica. Además, hemos mejorado mucho nuestro inglés, sobre todo mi hijo Pablo, que no sabía nada y ahora lo habla muy fluido, lo lee y lo escribe".

Ahora casi se encuentran contando los días para regresar a España, pues la estancia en Estados Unidos se les termina este mismo verano. "Casi estamos haciendo ya las maletas", afirma para finalizar mientras aprovecha con su familia las últimas semanas de experiencia americana.