Profesor de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona, Eduardo Carrero participó este sábado en la jornada "Música en la Catedral de Zamora", para hablar de la evolución del templo mayor de la ciudad con el paso del tiempo.

-Sus trabajos suelen ser citados cuando se habla de las catedrales de Zamora y Salamanca, ¿qué le une a estos dos templos?

-En Salamanca, hice un trabajo sobre topografía claustral y de localización de sepulcros a través del libro de aniversarios de la Catedral. En Zamora, mi trabajo ha sido más extenso. Primero, abordé la cuestión del desaparecido claustro y, después, el espacio funerario, a partir también del libro de aniversarios, que es una pieza espectacular. Fue una investigación bonita, porque cuando se destaparon los lucillos, los enterramientos coincidían con lo que decían los documentos.

-Hace cuatrocientos años, el claustro fue pasto de las llamas en aquel famoso incendio de 1591, ¿adónde cree que fueron a parar sus restos?

-Cuando se incendia el claustro de la Catedral de Zamora, ya no era un recinto acorde con los tiempos? y se nos olvida. Ahora nos gusta mucho el románico, incluso más que el gótico, pero la estética no era la deseada por el Cabildo. Así que estos incendios venían bien para renovar los espacios. Los restos irían a parar, seguramente, a material de cimentación. Casos en los que un claustro haya sobrevivido a la construcción de uno posterior son poquitos. El que mejor conozco es el de Pamplona, del que sobrevivieron algunos capiteles reutilizados en un pórtico del antiguo palacio episcopal. Hoy están en el Museo de Navarra. La política de usar y tirar es del siglo XX.

-En las jornadas organizadas "Música en la Catedral de Zamora", ¿cuál ha sido su principal aportación?

-Una reflexión. Me gusta pensar cómo el paso del tiempo afecta a los edificios y cómo los percibimos desde la era de la post-revolución informática. Para un profesor de Historia del Arte es muy difícil explicar la arquitectura eclesiástica a los chavales de ahora, más incluso que la cultura clásica. La Catedral de Zamora es un ejemplo perfecto para esta reflexión: un proyecto románico que se cambia con rapidez para introducir bóvedas de crucería y un cimborrio tremendo. Al final, hay una fachada occidental que no funcionó nunca, porque daba hacia el Castillo, una cabecera que desconocemos y una torre a los pies? Una evolución que hace imposible el estudio del edificio original.

-Es decir, que la primera persona que pensó la Catedral no tenía ni idea de en qué se iba a convertir el edificio?

-Esa es la cuestión. Una cosa es la utilización de unas trazas durante unos siglos, como ocurre en la Catedral de Segovia, y otra es que un proyecto del siglo XII se cambie poco después para introducir bóvedas de crucería. ¿Qué pudo pensar el primer tracista del templo? Seguramente no fuera consciente de que el edificio se alteraría con el paso del tiempo.

-Hay cierta falta de acuerdo sobre si Zamora experimentó una época de esplendor o no, basándonos en el extenso legado románico, ¿usted qué opina?

-Siempre tenemos el problema de intentar imaginarnos cómo era el pasado. Aparte de historiadores, somos muy especuladores. ¿Cómo podía ser la Zamora del siglo XII? Se nos escapa, seamos realistas. Pero hay un dato: pocas ciudades conservan un conjunto de iglesias como Zamora y eso habla de una ciudad muy potente. Y además hay pinceladas que hablan de la conservación de esa importancia. Por ejemplo, la cantidad de metros cuadrados de pintura de gótico lineal, que hablan de hasta qué punto la provincia estaba a la moda.

-¿Por qué cree que esa cantidad de edificios románicos no tiene traducción en un legado de escultura medieval más abundante?

-Puede que no hubiera ninguna razón concreta. Siempre tenemos en la cabeza portadas esculpidas, como el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, pero hay facetas que no tienen por qué repetirse en otras regiones. En Segovia, cuyo románico es muy tardío, tampoco existe esta ornamentación. El románico de Zamora es muy decorativista -no hay más que ver La Magdalena-, pero no de grandes portadas esculpidas.

-A menudo, hablamos de la controversia entre la cantidad y calidad de arte románico, ¿cree como José Luis Hernando que es mayor el volumen que su categoría?

-Hay iglesias soberbias, otras que no lo son tanto, y algunas muy alteradas por los siglos posteriores y las restauraciones. Y gracias, porque elementos como el cimborrio no habrían sobrevivido a los problemas de humedades que le afectaban.

-Parece que el incendio de Notre Dame ha despertado en millones de personas la pasión por el patrimonio, algo no habitual. ¿Por qué cree que ha ocurrido?

-Es Notre Dame. Hay iconos de la civilización occidental que todavía están en pie, y la Catedral de París es uno de ellos. Es un icono visual y una referencia cultural: para los más cultos, la novela de Víctor Hugo, y para sus hijos, las películas del Jorobado de Notre Dame, con versiones incluso muy anteriores a las de Disney. También es un referente sentimental: muchos de nosotros hemos paseado por París y tenemos fotos junto a la catedral. De hecho, París es la capital del turismo. Todo esto explica la recaudación millonaria para su reconstrucción solo en la primera semana.

-¿Cree que la restauración debe respetar lo que ya había o hay campo para las soluciones creativas?

-De ninguna manera hay que ser fiel a lo que ya había, que no es el original, sino lo que hizo Viollet-le-Duc hace un siglo, en su época. Ahora afrontamos el siguiente paso en la historia de Notre Dame, tras el incendio del siglo XXI. Arquitectos y restauradores tendrán que ponerse de acuerdo. Se ha organizado rápidamente una sociedad con expertos, donde estamos un número importante de historiadores, con la intención de opinar, antes de que se hagan cosas raras.

-Y, sin embargo, de regreso a nuestro país vemos cómo hay multitud de templos y monasterios en claro riesgo de ruina y desaparición, ¿cómo se puede explicar esta contradicción?

-No lo sé, y es una cuestión muy importante. En general, la gente entra a una catedral y desconoce los distintos espacios. Hay una clara desconexión entre la sociedad y el patrimonio. Establecer vínculos se ha convertido en algo complicado. Y esa desconexión afecta a cualquier sector, a la sociedad al completo.